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Poesía
Sergio Gareca

Sergio Gareca
Sergio Gareca | Foto: Marcelo Meneses Vargas

De Sergio Gareca

Nació en Oruro en el 1983 donde actualmente vive. Ha publicado los libros de poesía Historias a la Luna (2004), Bostezo de serpiente infinita (2009),Transparencia de la Sangre (2010), Mirador (2011), Área VIP (2016), el libro de cuentos Tradiciones del Futuro (2015), y el libro experimental Apología de un Monstruo Diminuto (2018). En 2010, fue galardonado con el Premio “Poetas jóvenes de Bolivia” otorgado por la Cámara Boliviana del Libro y la Fundación Pablo Neruda de Chile. Fundó el Ateneo “Semilla Cámbrica-Mundo Libre” y forma parte del movimiento Cultural Suyana y del equipo organizador del Festival Internacional de Poesía de Bolivia. Formó parte del grupo de punk “hechos de sangre” y de heavy metal “preludio”, de los grupos “Iki” y “Allinkay” de folk Fusión y música latinoamericana. Ha dirigido el corto “El poema que me he prohibido” y el largometraje “Marcha de órdenes” Además fundó el kolectivo “Perro Petardos”.


Goethe-Institut:  ¿En el contexto de la literatura contemporánea tus textos resaltan por una aparente inclinación hacía lo experimental; en “Croema”, juegas con el lenguaje, casi inventando un nuevo idioma ¿Cuál fue la idea detrás de eso?

Sergio Gareca: En nuestra lengua cotidiana, es decir, en nuestro español mal hablado en Bolivia, aparecen barbarismos y otras hibridaciones extrañas como “quemeimportismo”, así, en una sola palabra y como un solo concepto. A mí me llaman la atención esos trans-lenguajes, la frontera casi transparente entre algunas construcciones semánticas propias del aymara y quechua adaptadas al español. Ese lenguaje existe, lo único que hice fue ponerle un poco más de atención para hacer un dibujo de exageraciones.
En realidad, son expresiones bastante vulgares entre nosotros, hacer del sustantivo un verbo, así como tomar el adjetivo y el verbo como una sola cosa también. Por ejemplo, de interactuar en Facebook, sacamos “facebookear”. O, en el caso de los adjetivos, recuerdo que tengo un amigo a quien le decimos el “loqho botas” porque cuando camina sus botas suenan “loqhoj-loqhoj”.
Ahora veamos la primera palabra, o primer verbo del poema: Caospiritar. Agarré dos conceptos totalmente ajenos uno del otro (caos y pirita), los volví uno sólo y luego les cambié de categoría gramatical. Tal y cual hacemos todos los días de manera inconsciente. Podríamos decir que el crimen pasó de culposo a doloso.
Es la parte viva de nuestro lenguaje y definitivamente nuestro español es distinto al de Centro América. Son variaciones dialectales que nos dan conciencia del espacio. Soy un hedonista. Me divierte agarrar ese lenguaje y manosearlo. Sin embargo, aquí surge un temor grande para mí porque los poemas pecan de mucha contextualidad y seguramente en otras latitudes van a necesitar de un diccionario. Pero bueno, ahí está “Trilce” de César Vallejo, que nos enseña que un poema no siempre tiene que ser en un solo idioma. 

 
¿La literatura boliviana actual es muy poco conocida fuera de su páis de origen, a qué se debe eso?

Hay una frontera editorial. Nuestros libros no salen mucho. Sin embargo, creo que estamos de acuerdo en que la poesía es la rama más fructífera de la literatura boliviana. Hay mucho de exótico, así como lenguajes muy pulcros. No creo que haya algo excepcional en eso.
El internet y los encuentros ayudan mucho. Ahora que se publican millones de libros al año, parece ser que lo único que puede acercarnos a la literatura de otros países son los encuentros, las presencias, ahora que somos seres multipresenciales. Tenemos cuerpo físico, cuerpo mental, cuerpo virtual. Creo que en este tiempo es importante ese encuentro. La antropofagia de todos esos cuerpos. De allí supongo salen muchas cosas, diálogos, sobre todo.
Para que los escritores bolivianos sean más visibles, quizá haría falta un desfile de modas. Una vez estábamos organizando una feria del libro, y recurrimos al apoyo de algunas empresas estatales. Desde luego nos mandaron a rodar. Más tarde nos enteramos de que la misma empresa organizaba un desfile de supermodelos y se gastaba mucho en eso. No sé si nos a la poesía boliviana nos falta colorido, pero al parecer si algo de glamour.

 
Siendo oriundo de Oruro, ¿sientes la diferencia con la escena literaria de La Paz? ¿Quienes son los poetas que te inspiran?

Vivo en Oruro y definitivamente es muy distinto. Me gusta especular sobre las patologías psicológicas de las ciudades. La Paz es una ciudad histérica. Oruro es una ciudad psicótica. Son locuras distintas. Aquí nos va a matar la felicidad. Me gusta mi ciudad chica. Es un infierno grande, muy grande. La idea de lo sublime está a la orden del día en las escuelas a la hora de hablar de poesía. A mí me gusta de cuando en cuando leer en la calle o en algún bar sin ninguna razón ni motivación mayor que la poesía ayude a vivir mejor ese momento. Desde luego es un trabajo sucio pero gratificante. Pero eso sí, me gusta el concepto de poesía viva.
En todo eso, reconozco como mi ancestro más cercano a Héctor Borda Leaño. Luego, hay varios que disfruto leer. Franz Tamayo, Arturo Borda. Pero también contemporáneos como Pamela Romano, Emma Villazón y Rodny Montoya. Es una lista muy larga. Creo que soy un mal crítico. Casi todo me gusta. O es que soy un ladrón muy sutil que siempre anda buscando nuevos recursos para usar y los veo por todas partes.



En el aro, arrorró cabisvalles los (s)in/dios
pachamaman y pachacuten
los machax versos subversos
de la retromatria 

De „Croema“
 

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