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Poesía
Edwin Guzmán

Edwin Guzmán
Foto: © Marcelo Meneses

De Edwin Guzmán Ortiz

Edwin Guzmán Ortiz, nació en Oruro en 1953. Poeta, ensayista y crítico. Ha publicado tres libros de poemas: De/lirios (1985), La trama del viento (1993) y Juegos fatuos (2007). Tiene inédito el poemario Aura nómada (al que pertenece el poema aquí publicado). Actualmente trabaja en la corrección de un libro de ensayos sobre literatura y arte y, desde hace un lustro, viene escribiendo una pequeña obra que aglutina aforismos y reflexiones breves.  
 

¿Estás de acuerdo con esa afirmación de que Bolivia es un país que ha producido mejor poesía que narrativa?

Conjetura cuya afirmación exigiría justificación. Si al margen de esta exigencia tuviera que responder espontáneamente, diría inevitablemente que sí. Pero esta afirmación tiene que ver con mi historia personal mucho más vinculada a la poesía que a la narrativa. Me he pasado más la vida entre poetas y poemas que entre relatos y novelas bolivianas, lo que no quiere decir que las desconozca. Sin dejar de valorar el aporte de la poesía boliviana a nuestra cultura, sobre todo en las últimas décadas con poetas de obra respetable y reconocimiento internacional, también juzgo importante la producción de una nueva generación de narradores con un trabajo renovado y valioso en lo creativo. Sin embargo, más allá de las preeminencias, creo que la literatura boliviana, en estos géneros, goza de muy buena salud, mereciendo ser conocida y difundida mucho más. 

¿Cuáles son los temas o asuntos que te interesan a la hora de escribir poemas? ¿Tus libros se organizan por afinidades temáticas o prefieres otros modos de acomodo?

Cultivo una relación de puertas abiertas con el mundo, los temas van y vienen. El lenguaje es la vía junto a esa turbación interior que dispara el instante creativo. Y tanto como descubro un tema para poetizarlo, los temas me eligen y me provocan a evidenciarlos a través del poema. Cotidianamente, entre palabras, no palabras, seres y un lento discurrir, se van gestando las obras.
 
A partir de la revelación, el destello y el dictum, intervengo escribiendo y reescribiendo, de este modo es la vida en su multifacética condición la que se hace literatura. Viejos temas como el desasosiego, la palabra, la fugacidad del encuentro, la memoria, la muerte, el altiplano y el deseo, me acosan. Más amigo que de las modas pasajeras, soy partidario de una poesía perdurable que exhale sabiduría, perfección y resplandor.    

Puesto que también escribes ensayos y reflexiones en torno a diversos aspectos, ¿cómo ves la producción crítica en nuestro país, en torno a la poesía en particular y a la literatura en general?

Todavía es limitada, al menos frente al valor de la producción poética y narrativa boliviana. Pensar la literatura comporta formación, lectura, criticidad, un don particular de ponderación de las obras, y un clima favorable a este cometido, es decir debate, pluralidad, más publicaciones.  Por una parte, es atribuible a una escasa tradición crítica en el país, además, actualmente, a causa de la invasión voraz de las redes sociales que asfixian el desarrollo del pensamiento argumental, los tiempos de la lectura, y el desarrollo de la capacidad crítica. Lo que por supuesto no niega la existencia de críticos bolivianos notables que van de Gabriel René Moreno, pasando por Carlos Medinaceli y cristalizando en Luis H. Antezana.    










 

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