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Comunicación climática constructiva
Un discurso sobre el futuro que despierta esperanza

Así podría verse un Múnich sostenible en el futuro.
Así podría verse un Múnich sostenible en el futuro. | Foto (detalle): © Reinventing Society

Las visiones y las narrativas del futuro positivas son raras, pero eso es exactamente lo que necesitamos para pasar de la polarización y la impotencia a la acción. Un llamamiento a la comunicación constructiva sobre el clima.

De Stella Schaller

El desastre de las inundaciones en Alemania, los incendios que todo lo arrasan y el nuevo informe de evaluación del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) muestran cuán urgente es una transformación social completa. Sin embargo, al observar los discursos actuales de los medios de comunicación sobre temas futuros y desarrollo sostenible, resulta sorprendente que haya muchas imágenes de crisis, pero que, por lo general, falten contribuciones realmente inspiradoras acerca de a dónde deberían conducir nuestros esfuerzos. Muchas personas se sienten impotentes ante esto y ven pocas oportunidades para marcar la diferencia. Los grupos que continúan atizando el miedo y el desencanto están ganando popularidad, mientras que nuestra sociedad continúa fragmentándose.

Lo que hace falta es un discurso sobre el futuro que dé esperanza y se maneje sin demonizaciones ni acusaciones. Un discurso que apele a los deseos de las personas, haga tangible un mundo mejor y más hermoso, y despierte nuestra creatividad y nuestra voluntad de aplicarla.

Despertar el deseo de futuro con visiones positivas

La comunicación climática exitosa comienza con nuestras necesidades básicas y lo que hace que una vida sea feliz para muchos: relaciones exitosas, salud y bienestar físico, seguridad, la sensación de significado y un sentido de belleza. Los hallazgos de la investigación neurológica y conductual sugieren que la comunicación climática positiva es fundamental para superar la crisis. A partir de la investigación cognitiva, sabemos que los hechos por sí solos no mueven a las personas a actuar, y que es más probable que provoquen impotencia y miedo a la pérdida cuando el debate gira particularmente en torno a las deficiencias.

Si queremos comunicar de manera constructiva, es importante describir en términos concretos los valores de un futuro sostenible: más calidad de vida y conectividad, menos ruido y egoísmo, el valor añadido de alimentos saludables y productos eléctricos de larga duración. Deberíamos emplear historias e imágenes que nos lleguen a los humanos, como mamíferos multisensoriales que somos, a través de la belleza y la estética.

La mayoría de las visiones que percibimos en la esfera pública son utopías tecnológicas: las interfaces de usuario, la robótica y los algoritmos inteligentes prometen hacernos la vida más fácil y resolver la crisis climática. El peligro es que estas visiones no se cumplan, sino que nos reduzcan a consumidores pasivos y no enseñen habilidades futuras esenciales como la empatía, la cooperación, el pensamiento sistémico y la creatividad. Así, por ejemplo, nos enfrentamos a diseños para ciudades inteligentes del futuro que son energéticamente eficientes y controladas por computadora, pero que rara vez abordan la cohesión social, el valor de la comunidad y la participación activa en la configuración de los espacios de vida propios. Asimismo, sigue sin estar claro si el consumo absoluto de energía y materias primas se verá reducido por la inteligencia artificial y la movilidad eléctrica en tanto que no se aborden las causas y consecuencias de nuestro modelo económico actual, basado en la premisa del “cada vez más”.

Hacer visibles los laboratorios vivientes y las utopías reales

Los proyectos pioneros en ciudades, municipios o regiones donde el futuro se investiga y desarrolla conjuntamente pueden servir como ejemplos inspiradores en la comunicación. Lugares como Barcelona, cuyos habitantes han establecido su propio sistema energético cooperativo, controlado por los ciudadanos y financiado por la ciudad, o Copenhague, pionera de las infraestructuras urbanas verdes, viven ya un cambio sostenible y habitable como ejemplo de nuevas narrativas positivas. La permacultura y la agricultura sintrópica, dos formas de agricultura regenerativa que apuntan a lograr una alta diversidad y la preservación y calidad del suelo, así como el foodsharing, una iniciativa participativa contra el desperdicio de alimentos, también hacen tangible el cambio y diseñan un futuro mejor para todas las generaciones a través de principios como la regeneración, la regionalidad, la cooperación y la participación.

La comunicación climática por parte de los políticos, la administración, los periodistas y la sociedad civil puede asumir estas utopías reales y llevarlas a los discursos futuros. Los conceptos, que a menudo todavía no están muy extendidos, tienen el potencial de traducirse en contextos más amplios. Demuestran que un estilo de vida respetuoso con el clima y un alejamiento del crecimiento material no tienen que significar una restricción en el nivel de vida, sino que pueden ser un enriquecimiento en la propia vida. Por ejemplo, la agricultura solidaria no se trata de maximizar los beneficios, sino de garantizar una gestión sostenible del suelo y acortar las rutas de transporte. Los miembros asumen los costos de una granja regional, reciben alimentos regionales frescos y establecen una relación personal entre sí y con los agricultores. Las autopistas para bicicletas de Copenhague no sólo han reducido el tráfico de automóviles, sino que han contribuido significativamente a aumentar el bienestar de los habitantes de las ciudades ya que más personas van a sus trabajos de manera rápida y saludable.

La sostenibilidad no es de izquierda o de derecha, urbana o rural, rica o pobre, liberal o conservadora. Es algo que la sociedad en su conjunto debe emprender, y que reviste una importancia vital para todos los grupos ocupacionales y de edad. El reproche mutuo no nos hace avanzar en los debates actuales sobre el futuro, y los debates en trincheras ideológicas exacerban las divisiones sociales. La comunicación futura no violenta y orientada a la solución, en la que el enfoque se centre en nuestras necesidades básicas reales y se toleren las diferencias de opinión, puede contrarrestar una mayor polarización y desatar fuerzas creativas. ¡Seamos optimistas en cuanto al futuro!

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