Instituciones y redes: Experiencias entre el arte, la comunicación y el activismo



En contra de la percepción de la cultura de la red como un mundo ajeno a la realidad, las tecnologías contemporáneas demuestran una y otra vez su capacidad de inventar nuevas formas de la relación entre las personas y el mundo. También en Latinoamérica hay ejemplos suficientes.

La serie de manifestaciones que han conmocionado a distintos países en los años pasados, partiendo de la Primavera Árabe, son un ejemplo de cómo las redes sociales, las aplicaciones y los celulares, usados en un contexto de insatisfacción social, ayudan a organizar grupos y formular exigencias, en la medida en que permiten a la gente articular sus intereses y sus inquietudes, y darles una resonancia colectiva. Un aspecto menos evidente, pero quizá más representativo, del cambio de nuestro comportamiento a raíz del surgimiento de ciertas tecnologías, es descrito en el texto “How Airbnb and Lyft Finally Got Americans to Trust Each Other” (“De cómo Airbnb y Lyft llevaron a los estadounidenses a confiar por fin unos en otros”), publicado en la revista Wired. El artículo reflexiona sobre cómo la economía de compartir genera una cultura de la confianza que no existía en los Estados Unidos.

Hay muchos ejemplos de contextos en los que las instituciones y los modelos tradicionales parecen incapaces de hacer justicia a la gama de nuevos comportamientos que han surgido de las posibilidades de dialogar y compartir a través de aplicaciones digitales. Más que un mundo de redes que funcionan independientemente, nuestro mundo funciona como un rizoma: un territorio marcado y reconfigurado por redes de paquetes de datos que atraviesan el aire que respiramos; flujos en los que conceptos como “aduana” o “frontera” carecen de sentido. Ahora bien, existe una discrepancia entre aquello que las redes hacen posible y los límites impuestos por los formatos institucionales existentes. Esto genera un campo de tensión entre las posibilidades abiertas por la red y las distintas formas que su institucionalización adopta.

Hacia una “sociedad del conocimiento libre, abierto y común”

A raíz de esto, la búsqueda de nuevos modos de investigación, producción y difusión de conocimiento se ha vuelto generalizada. Uno de los ejemplos recientes más importantes para el caso de Latinoamérica es el proyecto FLOK Societ, iniciado por el gobierno ecuatoriano. En su blog, el proyecto se define como un intento “por cambiar las estructuras de producción, con el fin de dar origen a una sociedad del conocimiento libre, abierto y común”. En una conferencia reciente en la Universidad PUC-SP, Paolo Gerbaudo, autor de “Tweet y calles”, ponía en claro cuál es el significado de esta iniciativa, en términos del desarrollo de herramientas. Para Gerbaudo, si bien FLOK no ha sido implementado en la forma proyectada, su legado de herramientas y metodologías para el desarrollo de conocimiento compartido justifica su existencia. El legado común de éste y otros proyectos, que buscan en la red nuevas maneras de articular lo colectivo, contribuye a construir un discurso alternativo al capitalismo financiero.

El universo de intersección entre el arte, la red y el activismo es uno de los laboratorios más fructíferos en la búsqueda de formatos alternativos a las instituciones establecidas. Otro ejemplo latinoamericano contundente es Ricardo Domínguez, y su diálogo establecido por el “Electronic Disturbance Theater” (EDT) con los zapatistas.

Domínguez ha difundido el concepto de “disturbio electrónico” (“El único camino viable para la práctica opositora es la predicción de disturbios en las redes rizomáticas o ‘líquidas’ del poder”, como explica Jill Lane, profesora de Estudios Globales en la Universidad de Ohio, USA, en el ensayo Digital Zapatistas. El EDT produjo así mismo herramientas para el activismo, como Flood Net, a través del cual activistas saturan el acceso a ciertas URLs como una forma de protesta online.

Reinvención del lenguaje, el activismo y los nuevos procesos en la red



Son formatos que desafían el concepto mismo de “arte”, en la medida en que construyen discursos de disenso y articulan prácticas interdisciplinarias, lo cual da origen muchas veces a formatos difíciles de reconocer. Pero es que sería extraño que procesos cuyo objetivo es reinventar las formas de institucionalidad se pudiesen adaptar fácilmente a formatos ya existentes. Y en cierto sentido, se puede pensar que se trata de un universo en que el mismo concepto de “inserción” debe ser pensado de nuevo, ya que el concepto de “participación” podría llegar a asumir un sentido de pérdida de potencia para cuestionar.

Entre las experiencias más recientes que rompen formatos tradicionales en la medida en que vinculan la reinvención del lenguaje, el activismo y los nuevos procesos en la red, se encuentran “Arquitetura da Gentrificação”, así como “Quem são os proprietários do Brasil?“ (QSPB). En una entrevista publicada hace poco en la revista Select, Adriano Belisário se ocupa de este espacio intermedio y aclara: “QSPB como campaña vincula de forma híbrida elementos de la cultura hacker, el activismo, el periodismo y el análisis”. Belisário cree que “el surgimiento y la difusión de medios digitales fueron primordiales para posibilitar investigaciones como esta, las cuales se realizan sin el apoyo del estado o de empresas, y se basan en el trabajo común de cientos de colaboradores”.

En este mismo contexto, otra iniciativa importante es el proyecto “Mapping the Commons”, que buscar respuestas a las siguientes preguntas: “¿Puede un bien común ofrecernos conceptos y tácticas alternativas al poder dominante, para crear una sociedad más democrática, tolerante y heterogénea, que permita mayor participación y colectividad? ¿Existen distintas formas de comprender y discutir el bien común a través de distintas prácticas?”. Un proyecto como este permite vislumbrar un verdadero mosaico de las redes y los formatos que existen actualmente, en un escenario en que las formas de actuar y los problemas abordados se vuelven más importantes que las redes mismas – las cuales se caracterizan por su carácter volátil –. Esto genera un contexto en el que la sensación de que distintas redes están surgiendo se vincula con la percepción de su constante desaparición

Nuevas redes: “sin patrocinio y con contenidos más politizados”

En una entrevista, el activista y productor cultural Demétrio Portugal, uno de los creadores del espacio „Matilha Cultural“ en São Paulo, sostiene que “cualquier red online necesita una justificación offline, a fin de poder sobrevivir. Las redes que transforman su potencial en proyectos medibles y tangibles, se agotan tarde o temprano”.

Portugal considera que “en América Latina, algunas de las redes constituidas o que se desarrollan actualmente, se estancan por dos motivos: por una parte, porque en una Europa en crisis financiera, los financiamientos, las plataformas y la tecnología de redes han perdido fuerza. Y en segundo (y más importante) lugar, porque las cuestiones políticas en todo el mundo – incluyendo a Latinoamérica – han llevado a una serie de manifestaciones y protestas. Esto transformó radicalmente el perfil de las redes, que antes eran más abiertas y estaban en cierta forma institucionalizadas, en formatos más tácticos, protegidos y orgánicos – sin patrocinio y con contenidos más politizados –. Así, se volvieron menos visibles en términos conceptuales, pero mucho más activas en su función”.

Quizá es porque visibilidad e institucionalidad son tan incompatibles, que uno de los aspectos relevantes del campo en el que se encuentran el arte, la comunicación y el activismo es justamente la tendencia a lo invisible, o al menos una gran capacidad de mutación. No es en absoluto extraño que, en este mundo, uno de los colectivos que cuestiona con mayor vehemencia el estado de cosas se oculte tras el concepto de “Anonymous”.