Facebook y otras drogas: ¿canales esenciales para hacer circular la información?

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© Colourbox

Periodistas y columnistas brasileños hacen uso de las redes sociales, sin las cuales ciertamente tendrían menos público, material de trabajo e interacción. Mientras que para unos se trata de un "ojo de cerradura", para otros es una "caja de resonancia" y los "posts" se tornan imprescindibles para la práctica del periodismo hoy en día.

En la crónica Socialmente, escrita en 2010, es decir justo antes de que Facebook se convirtiera en la mayor red social del mundo, el escritor brasileño Antonio Prata, de 36 años, definía el e-mail como la "marihuana del mundo digital", pues generaba un vicio, pero no era muy nocivo. En cuanto a la droga que luego sería derrocada, "la cocaína de Internet" era otra: Orkut (una red social brasileña muy popular en ese entonces). Cuatro años más tarde, le pregunto a Prata qué tipo de droga sería Facebook, y él, sin titubear, contesta: "Facebook sería como el LSD, porque te ofrece numerosas experiencias posibles, pero también podría ser como el crack, cuando subes y bajas el timeline como una rata en una caja de Skinner".

Antonio Prata - Pressefoto En efecto, no hay un consenso sobre si Facebook ayuda o atrapa al mismo tiempo. Lo que está claro es que difícilmente un columnista, que escribe sobre temas cotidianos, pueda prescindir de las redes sociales, sea para divulgar sus propios textos o para usarlas simplemente como "un ojo de cerradura adicional", como sugiere Prata, quien al final parece haberse curado de los males de Internet, ya que hace uso moderado de las redes sociales. "Las redes sociales influyen en mi trabajo como cronista, pues me ofrecen una nueva mirada a la humanidad a través del ojo de una cerradura. Se pueden encontrar temas en un bar, en un estadio de fútbol o en Twitter", comenta el escritor.

Internet: un nuevo tipo de libertad

Vanessa Barbara, 31 años, es sin duda una de las nuevas cronistas brasileñas que explora de manera creativa los recursos que nos ofrecen las redes sociales. La escritora, que comenzó a escribir "de verdad" en el año 1997 en la antigua red social IRC, y que poco después abrió el blog A Hortaliça, (La Hortaliza), hoy en día colabora regularmente para el periódico The New York Times.

En la crónica Brazil’s Vinegar Uprising (La revuelta brasileña del vinagre) sobre las manifestaciones de junio pasado y que fuera su debut en el periódico norteamericano, Barbara mezcla no sólo sus experiencias personales en las calles, sino también fuentes de Facebook. El texto comienza recordando algunas páginas de humor en Facebook, como V de Vinagre y la Marcha para la Legalización del Vinagre, que sirvieron para protestar en contra de la violencia policial, un asunto frecuente en aquel momento. Durante las manifestaciones ocurridas en Brasil en el 2013, el compuesto utilizado para preparar alimentos fue considerado "ilícito", porque supuestamente atenuaba los efectos del gas lacrimógeno usado por la policía para dispersar a las multitudes en las calles.

En cierta medida, el estilo particular de la escritura de Barbara - que escribe textos que "no tienen una formulación muy laxa, pero no hay que tomárselos muy en serio" - se debe mucho a su experiencia con el internet, como ella misma lo confirma: "El internet te da un tipo de libertad que el escritor probablemente no tendría si hubiese comenzado directamente publicando para periódicos. Es una cosa muy próxima a los orígenes de las crónicas. En las páginas web y los blogs, no hay la necesidad de escribir con las manos atadas y con un vestido de fiesta: se puede escribir un texto ligero que no tiene ni pies ni cabeza incluso en pijama", dice la escritora.

Es conocido que hasta los escritores mayores de renombre –o, por lo menos, gran parte de ellos– no se pueden resistir al uso de las redes sociales. Tal es el caso de Humberto Werneck, de 68 años, que cada domingo postea "las porciones de prosa dominicales" (que es como él llama a la columna que dirige en el periódico Estado de São Paulo) en su página de Facebook. "De pronto, tengo a disposición una espléndida caja de resonancia sobre lo que he escrito en el periódico. Alguien me alertó sobre esa propiedad obvia de las redes sociales. Y yo, que estaba a punto de divulgar el lanzamiento de un libro, me aventuré a decir: ¡Quien ve Face, ve book! Dicho y hecho", dice el cronista.

Otros modos de usar

Por un lado, las redes funcionan como una especie de "ojo de cerradura", por otro, como una "caja de resonancia". Incluso en algunos casos se vuelve como una especie de laboratorio donde es posible acompañar "las reacciones directas de las personas". Finalmente, los propios cronistas están de acuerdo con que las redes son una fuente excelente de búsqueda informal, por así decirlo. "Una vez me dijeron que a través de Facebook tengo una especie de red de homeless, como Sherlock Holmes, pues el otro día estaba buscando ayuda sobre containers para residuos reciclables y recibí una infinidad de colaboraciones", dice Vanessa Barbara, que recientemente también pidió ayuda para traducir la palabra “rolezinho” del portugués brasileño al inglés.

Por otro lado, Humberto Werneck, sostiene que las redes sociales no han alterado su forma de escribir –"como dice la canción infantil, sigo marchando con mi sombrero de papel", bromea–, reconoce que su interacción inmediata con los lectores muchas veces estimula un retorno al asunto, como le sucedió por primera vez a comienzos del 2012. Hay casos en los que Werneck toma nota incluso de las contribuciones de sus lectores para la escritura de un nuevo texto. El cronista no llega a pedir sugerencias, pues éstas llegan solas: "Cuando me volví abuelo, escribí un texto para reclamar la falta, en lengua portuguesa, de una palabra para designar mi nueva condición. La crónica en cuestión, titulada Avoíce, avoidade (Ser abuelo, paternidad de abuelo), provocó una marea de comentarios y sugerencias que me animaron a reincidir, a la semana siguiente, con Papo de avoado (El chamullo de un recién abuelo)".

Werneck contó también que el día que estuvo buscando el significado de la palabra "flunfa" (pelusa en el ombligo) polemizó con 206 miembros de una antigua comunidad online especializada en el asunto para luego publicar, por fin, Sou mais a flunfa (Yo soy más de flunfa). La columna forma parte de una larga investigación del cronista, que pretende encontrar "alguna cosa, abstracta o concreta, que no tenga nombre"; un asunto que ha generado innumerables desafíos en las redes sociales y, naturalmente, también en algunas columnas de revistas. Pero, esa es ya otra historia. Quien quiera saber más sobre "flunfas", "comissuras", etc., que añada a Werneck en su Facebook.