Nuevas mordazas para América Latina - La censura periodística se moderniza

Du wirst das schreiben, was wir befohlen wird! En la mayoría de países latinoamericanos se derraman cada vez menos litros de sangre entre las líneas de la prensa. Si bien aún existen muchos casos de periodistas agredidos y asesinados, los gobiernos en Latinoamérica se precian de índices de violencia menores que hace algunas décadas. Sin embargo, otras formas de censura y presión a periodistas se imponen.

 

La tortura, la muerte o las bombas de dinamita no son la única forma de silenciar a los responsables de contar el mundo. Después de décadas de violencia y asesinatos de periodistas, en el continente latinoamericano se instaura actualmente una “censura indirecta”, según explica Emmanuel Vargas, abogado de la Fundación para la libertad de prensa en Colombia (Flip). Este tipo de censura “es efectiva para mostrarse como un país democrático, y por otro lado seguir callando a periodistas”. La autocensura, el acoso judicial o las presiones económicas son nuevas formas contundentes de evitar la publicación de delitos u opiniones críticas de interés público.

La censura análoga

A inicios de 2013, la periodista colombiana Cecilia Orozco informó sobre la molestia de los vecinos de la Contralora General de la Nación, Sandra Morelli, a causa del constante ruido producido por su hijo y la inacción policial. Morelli, una de las mujeres más poderosas del país, entuteló la columna de Orozco, “Unos igualados contra la Contralora” reclamando los derechos del menor. La periodista rectificó, aunque siempre supo que la batalla estaba perdida. Sus palabras en una columna posterior lo dicen todo: “La doctora Morelli ha dicho que levantará su espada, me doy por vencida antes de llegar a cualquier estrado, porque ella tiene la complicidad del poder judicial”.

Luis Agustín González, director del periódico colombiano Cundinamarca al día, es el primer comunicador condenado a 18 meses de cárcel y 14 salarios mínimos de sanción. Todo esto por cuestionar en una editorial la aspiración política de Leonor Serrano, una ex-gobernadora. En Colombia, la injuria y la calumnia son denuncias habituales contra periodistas, tanto así que el informe más reciente de la Flip se titula “De las balas a los expedientes”.

En el 2013 en Argentina, mientras el gobierno de Cristina Fernández y el Grupo Clarín (dueño entre otros medios periodísticos, del Clarín, uno de los diarios con mayor circulación en Latinoamérica) discutían la “Ley de Medios”, la presidenta Fernández presentó un proyecto de ley para expropiar la mayoría de la empresa Papel Prensa, la única productora de papel para los periódicos del país. Además, el gobierno argentino ha sido cuestionado por su uso arbitrario de la publicidad oficial. Algunos medios han salido ampliamente favorecidos, pero aquellos que no son del agrado de la administración y son críticos de ella deben hacer todo tipo de sacrificios para sobrevivir al ahogo económico al que los condena el gobierno.

La evolución de la censura en Internet

Agresiones verbales y amenazas de muerte a través de redes sociales o foros virtuales, hackeos y la cancelación del dominio que permite el funcionamiento del medio periodístico en Internet, son algunos de los retos adicionales enfrentados por los periodistas que ejercen su profesión en la Red.

El periodista Santiago Villa Chiape finalizó en el año 2012 su documental Rafael Correa: retrato de un padre de la patria, sobre el presidente de Ecuador. A pesar de haber ya anunciado su emisión, el canal estadounidense América TeVé decidió no presentar el documental. Internet apareció para Villa como el mejor medio de ejercer su derecho de comunicar. El documental fue colgado en YouTube, pero el gobierno ecuatoriano contraatacó sosteniendo ante Google que el video violaba la ley de derechos de autor por utilizar material del noticiero estatal. YouTube decidió retirarlo de su página y sólo después de una espinosa lucha judicial, el periodista logró emitirlo en la plataforma.

 

Mientras tanto, la impunidad sigue siendo ley. Según Reporteros sin Fronteras (RSF), en Chile aún no se sancionan crímenes contra los periodistas víctimas de la dictadura de Pinochet entre 1973 y 1990. Además, RSF advierte que quienes se atreven a investigar aún hoy sobre lo sucedido en estos años de torturas, desapariciones forzadas y asesinatos, se topan con mil dificultades, que muchas veces los obligan a desistir de sus investigaciones. En Colombia, según la Flip, de los 140 periodistas asesinados desde 1977, 59 casos ya prescribieron.

Y por supuesto, las formas “tradicionales” de censura – los asesinatos a periodistas, la violencia sexual y las agresiones físicas – siguen siendo preocupantes en América Latina. Según RSF, México es el país más peligroso del hemisferio para el periodismo. Al menos seis periodistas asesinados en los últimos meses y una violencia desaforada – en gran medida a causa del feroz enfrentamiento entre el gobierno y los carteles de drogas –, tienen la verdad periodística amenazada desde hace varios años. En Nicaragua, si bien la represión física de periodistas no es la regla, crece el acoso, la autocensura y la falta de pluralismo bajo el gobierno de Daniel Ortega. Cuba, a diferencia de los demás países, no tolera directamente los medios independientes, poniendo en evidencia una de las conclusiones de RSF (por lo demás poco sorprendente): las dictaduras son más represivas con los medios de comunicación.

Venezuela es un fenómeno particular. Luego de la muerte de Hugo Chávez en marzo de 2013, Nicolás Maduro asumió la presidencia en medio de una fuerte inestabilidad política y una violencia que han aumentado preocupantemente en las semanas pasadas. La oposición ganó adeptos y el periodismo quedó en la mitad del caos. Mientras el discurso del gobierno socialista defiende la libertad prensa, internamente muchos medios han sido cerrados arbitrariamente, o censurados como el canal colombiano NTN24. 170 casos de violencia contra reporteros se reportaron en el último año y al menos un periodista fue asesinado.

Distintas organizaciones defensoras de la libertad de prensa en el mundo advierten que las condiciones sociales de los países están directamente relacionadas con el respeto por su labor. Entre más necesidades sociales, más amenazas reciben los comunicadores, quienes, además, la mayoría del tiempo se encuentran indefensos o maniatados. En condiciones como estas, la única fuerza del periodista es su palabra y su única guerra es contra el miedo.