Las sociedades del bienestar viven en la abundancia: casi la mitad de los alimentos termina en la basura - la mayoría de las veces, incluso antes de haber llegado a manos del consumidor. Poco a poco, la dimensión de este desperdicio se está haciendo pública. Bucear en la basura (Taste the waste) investiga las causas de este desperdicio y analiza las consecuencias que el mismo tiene en la alimentación de 7.000 millones de personas y el cambio climático. Rodada en Europa, África, Asia y EEUU, la película de Valentin Thurn podría ejercer un cambio en la conciencia de sus espectadores.
Una película de la colección de nuestra cinemateca.
Viena. Es de noche y dos ciclistas, con sus mochilas al hombro, revisan los contenedores de desperdicios de un supermercado. Ayudados por la luz de sus linternas, encuentran pan, verduras y flores, todo en perfecto estado. Hace tiempo que han superado sus primeras inhibiciones; uno de ellos cuenta que cubre el 95% de sus necesidades con "basura", es decir, con productos que los supermercados han descartado. Considerando todo lo que se desperdicia en los países ricos, esto constituye para él un porcentaje ideal.
En un supermercado francés, los empleados revisan la fecha de caducidad de los productos. "Los vasos de yogur vencen dentro de seis días", explica uno de ellos; por eso, ya no pueden venderse, ni siquiera donarse. De este modo, solamente en este supermercado se desechan entre 500 y 600 toneladas por año. Una gran tienda japonesa actúa de la misma forma: cuando llega nueva mercadería, los productos con fecha de caducidad anterior son echados a la basura, sin importar si aún podrían consumirse o no. Esto ocurre en muchos países. En Austria, científicos han comprobado que, en cada supermercado, se desechan hasta 45 kilos de alimentos por día, aunque aún falten dos semanas para que el producto caduque de acuerdo con la fecha establecida, después de la cual también podría ser consumido. Un inserto resume: "Cada año, en la Unión Europea, se desechan 90 millones de toneladas de alimentos. Si estos se cargaran en camiones, formarían una fila que daría la vuelta a la Tierra".
Un agricultor de Westfalia habla de las condiciones impuestas por la oficina del orden público: por ejemplo, las papas que son demasiado grandes o demasiado pequeñas no llegan al supermercado. Una mal afamada, aunque ya revocada, disposición de la Unión Europea, que regulaba la curvatura de los pepinos, había sido impuesta por los grandes comerciantes para facilitar su empaque. Disposiciones similares regulan el tamaño de manzanas, zanahorias y tomates. Aquello que no corresponda a la norma, termina en la basura. También un granjero estadounidense habla de normativas similares, por causa de las cuales un porcentaje de entre 5% y 10% de los productos agrícolas se descartan, y de tomates, cuyo color es controlado por computadora. En un mercado francés, se destruyen 8.800 kilos de naranjas españolas, pues no valdría la pena tomarse el trabajo de separar las "buenas". Una trabajadora de Camerún observa con desconcierto cómo se desechan las alubias de su país, después de haber viajado 10.000 kilómetros. Pocas veces se le permite llevarse mercadería descartada.
Poco a poco, se forma una resistencia. Las acciones de los "buzos de la basura", que, durante la noche, revuelven los contenedores de los supermercados de los países ricos, suelen ser más ecológicas que económicas. Un gran fabricante alemán de pan ha decidido usar el pan que no vende para calentar sus hornos, en lugar de echarlo a un basurero. En Japón, los desechos de alimentos se emplean para fabricar comida para animales, algo prohibido en la Unión Europea. "Si se redujera a la mitad la basura alimenticia", reza un nuevo inserto, "se evitaría la producción de gases climáticos del mismo modo que si se eliminara un auto de cada dos". Y: "Con los alimentos que desechamos en Europa y América del Norte, podría alimentarse tres veces a todos los hambrientos del mundo".
Valentin Thurn enfoca muchos problemas en su película; sin embargo, no la ha recargado, pues deja claro que se trata de problemas mundiales: Los conflictos entre pequeños campesinos y grandes empresarios en Camerún, o los problemas de los criadores de abejas sobre los techos de Manhattan y Brooklyn. "El documental de Thurn evita buscar culpables y describe con gran calma el destructivo despilfarro de alimentos en el mundo occidental. Armado hábilmente con muchas pequeñas entrevistas e instantáneas, el trabajo de Thurn resulta polifacético" (Süddeutsche Zeitung). "Bucear en la basura" (TASTE THE WASTE) evita usar la palabra "globalización", aunque constantemente trata de ella. Además de los catastróficos resultados de sus investigaciones, Thurn presenta iniciativas individuales y organizaciones prometedoras. Su documental no transmite resignación, sino que llama a la resistencia.
Valentin Thurn nació en Stuttgart en 1963. Estudió geografía, etnología y ciencias políticas en Aix-en-Provence, Fráncfort y Colonia, y realizó una formación en periodismo en la Escuela de Periodismo de Múnich. Desde 1990, Valentin Thurn trabaja como autor y director para cadenas de radio y televisión. En 1994, fundó la productora "Thurnfilm". "Bucear en la basura" (TASTE THE WASTE) es su primer documental para el cine.
FILMOGRAFÍA (selección)
2003 | “Papá está enamorado de un hombre” (Papa liebt einen Mann)
2004 | “El médico y los niños contaminados de Basra” (Der Arzt und die verstrahlten Kinder von Basra)
2006 | “Soy Al Qaida” (Ich bin Al Kaida)
2007 | “Con mi hija, no” (Mit meiner Tochter nicht)
2008 | “Muerte en el hospital” (Tod im Krankenhaus)
2009 | “Inocente en prisión” (Unschuldig im Knast)
2010 | “Bucear en la basura” (Taste the Waste)