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Escritor e ilustrador
Wolf Erlbruch

Daniel Kehlmann
© Verlag Antje Kunstmann GmbH

La curiosidad y el ánimo inquisitivo son rasgos distintivos del trabajo de Erlbruch. Sin embargo, no es tarea fácil definir su técnica o encontrar elementos aglutinantes en sus creaciones. Esto es así porque los recursos de los que se vale Erlbruch son múltiples y sus obras combinan el dibujo, la pintura y el collage.

De Vanesa Díaz

Luego de diseñar una exitosa campaña publicitaria, Wolf Erlbruch (Wuppertal 1948) fue invitado por un editor para que ilustrara un texto del activista y académico ghanés James Emman Kwegyir Aggrey. El texto de Aggrey, El águila que no quería volar (Der Adler, der nicht fliegen wollte, 1985), es una fábula africana que muestra de forma sencilla el peso que tiene el colonialismo sobre mujeres y hombres de origen africano. Aunque la fábula ciertamente llamó su atención, Erlbruch no estaba seguro de aceptar la propuesta. Una bonita coincidencia lo llevó a tomar el trabajo: el nacimiento de su hijo Leonard. La idea de compartir con Leonard el que sería su primer libro ilustrado le dio a Erlbruch el impulso que le faltaba para emprender el camino que lo llevaría a ser uno de los referentes más conocidos y aclamados de la literatura ilustrada.

La búsqueda de respuestas que caracteriza las mentes de los más pequeños, una búsqueda que pareciera no acabar, anima el trabajo de Erlbruch.

Imagen "El topo que quería saber quién se había hecho aquello en su cabeza" © Peter Hammer Verlag Wolf Erlbruch estudió diseño gráfico con énfasis en dibujo. No contaba con hacer parte del mundo de los libros, pero El águila que no quería volar le abrió el camino. Pasados cinco años de este primer proyecto, Erlbruch recibió el encargo de ilustrar una historia cuyo título devela la trama: El pequeño topo que quería saber quién había hecho “aquello” en su cabeza (Vom kleinen Maulwurf, der wissen wollte, wer ihm auf den Kopf gemacht hat, 1989). En esta historia Erlbruch lleva a l*s lector*s a divertirse buscando al autor de la fechoría. Mientras se realiza la pesquisa, la historia invita a quien lee a concentrarse en las heces de los animales: las plastas de las vacas y las pequeñas bolitas del conejo aparecen en la historia, pero no se corresponden con lo que tiene el topo encima de la cabeza. Uno a uno los sospechosos son descartados hasta encontrar al responsable. El pequeño topo —molesto al iniciar la búsqueda— recupera su buen humor y aprende sobre otras criaturas. Algunos padres y madres no se sentían cómodos con la historia y las ilustraciones; sin embargo, el libro fue un éxito editorial, traducido a más de 40 idiomas y aclamado sobre todo por l*s pequeñ*s y curios*s lector*s.

La búsqueda de respuestas que caracteriza las mentes de los más pequeños, una búsqueda que pareciera no acabar, anima el trabajo de Erlbruch. En El milagro del oso (Das Bärenwunder, 1993), que le valió el Premio Alemán de Literatura Juvenil, Erlbruch acude a uno de los personajes más frecuentes en su obra. En ella el protagonista se despierta después de hibernar y, luego de saciar su hambre tras seis meses de sueño, se le ocurre que puede llegar a ser un gran padre. En el camino para cumplir su deseo, el oso acude a los demás animales, quienes le cuentan, desde su perspectiva, qué debería hacer para concebir. El oso oye los consejos y los sigue al pie de la letra: el resultado es hilarante. Sin embargo, poner huevos o esperar la eclosión de cientos de pequeños renacuajos no soluciona el deseo del oso, pues cada animal le cuenta cómo funciona la reproducción para los de su especie. Un día encuentra una osa que busca lo mismo que él. El final del libro es el augurio de un nuevo comienzo.

A pesar de que la muerte está presente como la vida misma a nuestro Imagen "El pato y la muerte" © Barbara Fiore Editora alrededor, Erlbruch notó que había pocos textos que invitaban a la discusión sobre este tema con l*s niñ*s, así El pato y la muerte (Ente, Tod und Tulpe, 2007) nace de un vacío. La muerte parecía un tema no apropiado para el público infantil, pero este libro nos invita a reconsiderarlo. El libro integra elementos de la danza de la muerte, en la que la parca es representada como un esqueleto humano. Erlbruch toma esta idea y presenta un texto con gran sensibilidad. En la historia, un pato se percata de la presencia de la muerte y empieza a acostumbrarse a su compañía. La muerte a su vez empieza a acostumbrarse al pato y, cuando este cierra los ojos por última vez, se despide de él con un gesto lleno de ternura.

Es posible afirmar que la curiosidad y el ánimo inquisitivo son rasgos distintivos del trabajo de Erlbruch. Sin embargo, no es tarea fácil definir su técnica o encontrar elementos aglutinantes en sus creaciones. Esto es así porque los recursos de los que se vale Erlbruch son múltiples y sus obras combinan el dibujo, la pintura y el collage. Los resultados son diversos, pues Erlbruch se reinventa con frecuencia, y es difícil encontrar una característica común que hermane sus trazos. No obstante, con su trabajo Erlbruch busca unir personas en torno a una historia para relatarla y discutirla junt*s.

Imagen "El oso que no estaba" © Barbara Fiore Editora En las historias de Erlbruch no hay un “enfoque especial” para niñ*s, tampoco se encuentra una estética pretensiosa, como en ciertas versiones cinematográficas de Disney. Por ejemplo, Pinocchio, en donde la marioneta se representa como un juguete brillante de plástico, sin la rugosidad de las vetas de la madera; o el final feliz de El jorobado de Notre Dame, que resta contundencia a la historia que narró Victor Hugo. Para Erlbruch ilustrar es un trabajo serio y evita el encasillamiento en el que fácilmente se puede caer cuando se piensa en literatura infantil. Su trabajo permite la discusión y está alentado por la aparente ingenuidad y el espíritu inquisitivo de l*s niñ*s, en oposición a una tendencia que busca redondear las puntas y hacer inofensivas y siempre felices las historias.

 

Wolf Erlbruch

Wolf Erlbruch, Wuppertal 1948, estudió diseño gráfico con especialización en dibujo en la Escuela de Diseño Folkwang de Essen-Werden desde 1967. Tras licenciarse en 1974, comenzó a trabajar como ilustrador independiente en el sector de la publicidad. En los años siguientes, publicó cada vez más ilustraciones en revistas internacionales, como: Esquire, la revista GQ de Nueva York, Stern, Transatlantic y Twen. Ha recibido numerosos premios de ilustración del Art Director Club (ADC) de Nueva York.
A finales de la década de 1980 comenzó a escribir e ilustrar libros infantiles. En 1990 fue nombrado profesor en la Universidad de Ciencias Aplicadas de Düsseldorf, y desde 1997 fue profesor de ilustración en la Universidad de Wuppertal. (Fuente: Autoren Details: Peter Hammer Verlag - Wuppertal, 6.6.22)

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