Entrevista con Antonia Rados
“Los corresponsales de guerra tienen dos vidas paralelas”

Antonia Rados en el norte de Irak
Antonia Rados en el norte de Irak | Foto (detalle): © RTL

Desde hace más de treinta años, Antonia Rados informa desde regiones en conflicto. La periodista nos cuenta sobre qué la motiva en su trabajo y revela el momento en que pensó lanzar todo por la borda.

Hace poco, usted escribió que hoy en día Irak es más violento de lo que habríamos podido imaginar alguna vez. Al mismo tiempo, usted decía que aún hay esperanza de paz. Como corresponsal de guerra, ¿cree usted en la posibilidad de un mundo mejor?

Al menos creo que la guerra en Irak finalizará algún día, aún si es porque todos los combatientes están exhaustos. Pienso que debemos confiar en que nuestra esperanza se impondrá sobre nuestra experiencia.

¿Qué la motiva a seguir trabajando como reportera de guerra?

No hay otro trabajo que permita conocer a más personas que este. Eso es motivación suficiente. Además, a veces uno se encuentra en un lugar en el que la historia está siendo escrita. Como por ejemplo durante la llamada “Primavera Árabe”. Estar en medio de la plaza de la Liberación (plaza Tahrir) en El Cairo mientras los jóvenes derrocaban a un dictador: esa experiencia es irremplazable.

Claro que en otras ocasiones uno tiene que reflexionar sobre la forma en que la esperanza surge y es destruida de inmediato. Pero el periodismo, también el periodismo de guerra, es solo la fotografía instantánea de un momento pasajero, no es más que eso. Los historiadores clasificarán más tarde los acontecimientos sobre los que nosotros reportamos “en caliente”. Probablemente no llegarán a las mismas conclusiones que los periodistas. Pero vivir la historia sin saber qué dirección tomará es definitivamente una gran motivación.

La velocidad de la información ha aumentado

Usted lleva más de treinta años reportando desde regiones en crisis y guerra. ¿Cómo ha cambiado la profesión en todo este tiempo?

Hay cosas que no han cambiado: la necesidad de viajar a regiones en guerra, de estar tan cerca de los acontecimientos como sea posible. Esa es la única posibilidad de ver lo que de otro modo permanecería escondido. No hay otra alternativa. La técnica ha cambiado. Actualmente, las cámaras pequeñas dominan el mercado. La velocidad de la información ha aumentado radicalmente. El mundo se ha vuelto más pequeño y más emocional. Quien logre evocar las emociones más fuertes, ganará, para bien o para mal. Así, por ejemplo, los vídeos de ejecuciones por parte de Estado Islámico influyen enormemente sobre nuestra imagen del islam, si bien gran parte de los musulmanes se opone a la violencia.

Hace poco tiempo usted publicó un libro sobre la vida de dos hermanas en Egipto, quienes reflejan la división del país: una de ellas es una estrella de la danza del vientre, la otra salafista. ¿Intenta usted a través de sus libros examinar temas que la televisión solo puede presentar superficialmente?

El libro es un medio más apropiado para examinar los tonos grises de las historias. La televisión necesita imágenes, las palabras no son suficientes. Si uno tiene las imágenes correctas, la televisión es perfecta. Pero si, junto con las imágenes, uno quiere reflexionar sobre la historia reciente de Egipto –como lo hice en el libro sobre la mujer dedicada a la danza del vientre y su hermana salafista–, necesita papel. Medios como el libro y el reportaje filmado se complementan, no compiten uno con el otro.

Las mujeres no necesitan ser héroes

El periodismo de guerra es una profesión que aún está dominada por lo hombres. ¿Reportan las mujeres de un modo distinto?

Sí, las mujeres reportan distinto, pues el desarrollo mecánico de la guerra no las entusiasma, como sí le ocurre a muchos hombres. Divagar sobre diferentes tipos de rifles: eso no suele ocurrir con las mujeres. En el caso de los hombres, las exageraciones sobre la guerra hacen parte del trabajo. La palabra “cobardía” no existe, todos son héroes, todos han estado en el frente, al menos en las historias que se cuentan por las noches en el bar del hotel. Las mujeres no necesitan ser héroes tanto como los hombres. Pero no sé cuál será la razón de esto.

¿Hay diferencias en el proceso de investigación? ¿No cree que por ser mujer usted se encuentra en una riesgo especial?

Como mujer uno siempre está en peligro, comenzando por el hecho de que estamos en desventaja corporal frente a cada soldado, militante o criminal, los cuales pululan en cada región en guerra. Hay que trabajar más con la cabeza que con los músculos. Y eso produce a veces un periodismo distinto.

Recuerdos de zonas en guerra

Usted trabaja bajo alto riesgo y presión continua. ¿Cómo logra, en estas condiciones, ganar la confianza de las personas que entrevista?

Si a uno no le gustan las personas, no puede acercarse a ellas. Pero un reportero debe ser capaz de hacer eso. Además, trabajo sin descanso. Soy una verdadera adicta al trabajo. Yo podría trabajar todo el año, las veinticuatro horas del día. Creo que las vacaciones son tiempo perdido. Pero al menos en ellas es posible leer con calma y buscar nuevos temas.

¿Ha pensado alguna vez en mandar todo al diablo?

La última vez que lo hice, estaba en Alepo, la capital de Siria. El barrio en que vivía fue bombardeado terriblemente. En esa ocasión pensé: eso es todo, esta fue mi última región en conflicto. Pero después seguí trabajando.

Su profesión está llena de momentos difíciles. ¿Hay sin embargo algo que guste recordar del trabajo de los últimos años?

Habría que ser un monstruo para no pensar a menudo en las muchas personas dispuestas a ayudar que uno encuentra en zonas en guerra, muchas más que en nuestras ciudades en paz. A menudo me pregunto qué pasó con ellas después de que nos fuimos, o si habrán sobrevivido. Todos los recuerdos de regiones en guerra están ensombrecidos por la conciencia de que la propia suerte siempre es mejor que la de aquellos que se quedan. Los reporteros siempre se van. Los nativos siguen viviendo en necesidad y miseria.

En las zonas en guerra uno piensa todo el tiempo en la comida

Usted vive en París. El contraste con los lugares que visita durante sus viajes como corresponsal es enorme. ¿Cómo logra regresar a la vida cotidiana cada vez que regresa de la guerra?

Los corresponsales de guerra tienen dos vidas paralelas: una en las regiones en guerra, otra en casa. Ambas vidas tienen muy poco en común. Pero a veces estoy caminando por la bella París y de repente recuerdo escenas del horror en Siria o Irak. O puedo estar en Alepo sobre un colchón en el suelo al lado de mi chaleco antibalas, sin poder dormir, y de repente pienso qué me gustaría comer cuando regrese a casa. La comida es importante. En las zonas en guerra uno piensa todo el tiempo en la comida. Eso es muy conmovedor. Quizá por eso me gusta cocinar cada vez que regreso a París.

¿Cuál es la cualidad más importante para poder realizar su trabajo?

Sentido común. Eso implica no pensar que uno es un héroe o una heroína.

En los últimos años en Alemania, la profesión de los corresponsales de guerra se ha visto bajo una gran presión económica. ¿Nota algo de esto durante el día a día como reportera?

Observamos dos tendencias contrarias. Mientras que todos los medios de comunicación intentan disminuir gastos, los blogs de internet reportan todo el tiempo sobre acontecimientos cercanos y lejanos. Los medios no pueden quedarse atrás. Por ello, a pesar de la crisis de los medios, hoy en día se reporta sobre el extranjero incluso más que antes.
 
Antonia Rados nació en Austria e inició su carrera como periodista en la radiodifusora pública austriaca ORF, donde se dio a conocer con sus reportes sobre la revolución rumana de 1989. En 1991 empezó a trabajar en la emisora alemana WDR, después en el grupo mediático RTL. Actualmente, Antonia Rados, quien es doctora en Ciencias Políticas, trabaja como jefe de corresponsales en esa emisora. Ha recibido premios por sus reportaje desde Kosovo, Irak y otros países del Medio Oriente.