Iniciativas privadas a los refugiados
Todos bajo el mismo techo

Los iniciadores de “Flüchtlinge Willkommen” (Refugiados Bienvenidos)
Los iniciadores de “Flüchtlinge Willkommen” (Refugiados Bienvenidos) | © Jean-Paul Pastor Guzman/Flüchtlinge Willkommen

El número de personas que buscan refugio en Alemania crece constantemente y comienza a notarse la falta de alojamientos. Por eso han surgido iniciativas privadas que apoyan a los solicitantes de asilo y procuran darles, al menos provisoriamente, un nuevo hogar.

Un apartamento compartido entre un estudiante alemán y un refugiado afgano. Un hotel de lujo que alberga no sólo a pasajeros sino también a solicitantes de asilo. Un proyecto habitacional en el que conviven madres solteras y refugiados. Estas cosas pueden sonar a castillos en el aire, pero ya son parte de la realidad.

En Alemania, cada vez son más las personas que se suman a iniciativas no estatales para ayudar a quienes han huido de la guerra en Siria, de la dictadura militar en Eritrea o de la enorme discriminación y marginación que imperan en Serbia. A lo largo de 2014 más de ciento setenta mil personas buscaron refugio en Alemania, 58% más que el año anterior. Alemania es el país de Europa que recibe más solicitudes de asilo. Pero el espacio en los hogares de refugiados comienza a faltar, el trato que reciben los solicitantes se limita muchas veces al plano burocrático. Apenas si hay lugar para el contacto humano.

Con el aumento del número de refugiados también crece entre la población el descontento contra quienes piden asilo. En el invierno de 2014 miles de personas marcharon semanalmente en Dresde y otras ciudades alemanas contra lo que ellos consideraban una equivocada política de inmigración y asilo por parte de Alemania y Europa. El nombre de su organización: Pegida (Patriotische Europäer gegen Islamisierung des Abendlandes [Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente]). A finales de enero de 2015 lograron convocar en Dresde a veinticinco mil personas; en mayo, los manifestantes fueron apenas unos tres mil. [A finales de 2015, los números han vuelto a aumentar. Nota del editor.] Para la mayoría de los alemanes, los miedos que expresa Pegida no son más que una mezcla de resentimiento y prejuicios. Desde hace varios meses decenas de miles de personas realizan contramanifestaciones pidiendo más tolerancia.

Compartir el apartamento con un refugiado

También los iniciadores de la plataforma virtual “Flüchtlinge Willkommen” (Refugiados Bienvenidos) desean que haya más hospitalidad para con los expatriados. “Las personas deberían acoger con gusto a los que han debido huir de otro lugar, pero hay muchos prejuicios e ignorancia”, dice Mareike Geiling, berlinesa y cocreadora del proyecto. Por eso, junto a Jonas Kakoschke, con quien comparte un apartamento, y la trabajadora social Golde Ebding, han desarrollado una plataforma virtual que se ocupa de conseguir un alojamiento privado a los solicitantes de asilo.

Desde que se lanzó la iniciativa, en invierno de 2014, hasta mediados de 2015, en la página se habían registrado más de mil doscientas viviendas, entre apartamentos compartidos y casas de familia. Organizaciones de ayuda humanitaria establecen el contacto con los refugiados, participan de los primeros encuentros y explican los aspectos financieros. “Si el refugiado tiene permiso de residencia, algunos estados federados y comunas se hacen cargo de los gastos de hospedaje y manutención”, explica Geiling. En el caso de los refugiados que aún no tienen permiso de residencia, el alquiler se puede financiar, por ejemplo, a través de microdonaciones. La idea hasta ahora prospera. La iniciativa se ha instalado también en Austria y han demostrado su interés grupos de Suiza, Holanda y Portugal.

Huéspedes con y sin asilo

Otro camino para integrar a los refugiados es el que ha emprendido el Grandhotel Cosmopolis, en el centro de la ciudad bávara de Augsburgo. Solicitantes de asilo, personas en viaje de negocios y turistas: todos viven bajo el mismo techo. El hotel tiene dieciséis habitaciones, cada una con su diseño especial, además de atelieres, un restaurante y un café. Todo es administrado por la asociación sin fines de lucro Grandhotel Cosmopolis. Es así que este hotel de lujo dispone también de un alojamiento común para refugiados con hijos, alojamiento financiado por el gobierno del estado federado de Suabia y coordinado por los hoteleros.

Sin embargo, en esa casa inaugurada en julio de 2013, la palabra “refugiado” no suele oírse. “Lo que tenemos son huéspedes, con o sin asilo”, dice Susa Gunzner, una de las iniciadoras del proyecto. La idea es que en el hotel no se hagan distinciones de origen, nacionalidad, clase social o color de piel. A diferencia de los alojamientos comunes, en los que los solicitantes de asilo apenas tiene contacto con el mundo exterior, aquí ha de vivirse una cotidianidad lo más normal posible. En el “gran hotel” siempre hay alguien que ayuda con las traducciones, las visitas a los médicos o los trámites. Y en lugar de compartir con cinco extraños un cuarto pelado que no tiene más que unos camarotes, las familias tienen su propio dormitorio, con camas de verdad, que provienen de donaciones igual que el resto del mobiliario.

También en el centro de Múnich se ha planeado una iniciativa parecida bajo el nombre de “Bellevue di Monaco”. Allí el colectivo Goldgrund se propone inaugurar un espacio habitacional y cultural para solicitantes de asilo y familias jóvenes, donde habrá también una cafetería y centros de formación y asesoramiento. El proyecto ha convencido a la ciudad de Múnich, que ya prometió su apoyo. Así, cada iniciativa privada colabora para que en el futuro más refugiados se sientan en Alemania como en casa y más alemanes den la bienvenida a los solicitantes de asilo.