David Bowie y la música pop alemana
Héroes por un día

David Bowie 2015
David Bowie 2015 | Foto (detalle): Sony / Jimmy Katz

Berlín era un lugar dividido y sitiado, un ecosistema social con una singular ubicación geopolítica. A partir de 1976 y por casi dos años, la ciudad fue para David Bowie un espacio de retiro e inspiración. Al mismo tiempo, el músico le dio un impulso decisivo a la todavía joven, indecisa música pop alemana.

California no le hizo bien a David Bowie. Después de producir en Los Ángeles el álbum Station to Station, aparecido a comienzos de 1976, su aspecto era el de alguien liquidado. El abundante consumo de cocaína tampoco ayudaba. Barry Hoskins, escritor británico autor de la famosa crónica del mundo pop de la costa oeste titulada Waiting for the Sun no es el único en mencionar el desmoronamiento y las ansias de muerte del exaltado joven londinense que, tras haber triunfado en el Viejo Mundo, buscaba su suerte en los Estados Unidos. Después de terminar con gran esfuerzo la gira mundial de 1976 llamada Isolar, David Bowie llegó, tras algunas paradas en otras partes de Europa, a la casa de Edgar Froese, líder de la banda Tangerin-Dream, en el barrio berlinés de Schöneberg. Para Bowie, la mudanza significó la fría abstinencia de drogas y un cambio radical de escenario artístico: del luminoso sol de Hollywood a la Guerra Fría.

No fue casual que el vanguardista del pop Bowie recalara primero como huésped de los músicos electrónicos progresivos agrupados en torno a Froese. Excepto por Kraftwerk, Can y algunas figuras del Krautrock, es decir del rock alemán, la música pop alemana de los años setenta no tenía muchas opciones de peso que ofrecer a un astro mundial como Bowie. La amurallada Berlín Occidental implicó para el, que vivió hasta 1978 en la Hauptstrasse de Schöneberg, también un retiro al anonimato del underground local. Cuando su antiguo compañero de Los Ángeles, Iggy Pop, con quien había trabajado en el estudio varias veces, siguió sus pasos hasta Berlín, surgió una pequeña célula creativa. El barrio de Schöneberg como epicentro del glam, del raw power y la vanguardia.

Creatividad en Schöneberg

Al principio, para David Bowie estar en Berlín era hundirse en el vaho de carbón que venía de las calefacciones de la Alemania Comunista. Un período de detenerse en galerías, en la pintura de la República de Weimar, en el salón de travestis de Romy Haag. Pero por fin llegó el impulso musical, con tres álbumes, Low, Heroes y Lodger, grabados principalmente en los estudios Hansa (accesibles gracias a los subsidios de Berlín), desde los que se podía ver a las tropas de vigilancia de Alemania Oriental apostadas en la por entonces fantasmagórica y dividida Potsdamer Platz. Bowie absorbió con avidez las nuevas impresiones y bajo la égida de sus productores las incorporó a una estética sonora transformada. Un cambio de atmósfera que culminó en uno de sus singles más expresivos, “Heroes”: fríos acordes de sintetizador acompañan a los “Héroes por un día”.

Ya en 1978, la revista pop Musikexpress, que en aquella época todavía tenía su redacción en Hamburgo, resumió la época de Berlín de Bowie en una special story de varias páginas. Su contenido: con David Bowie e Iggy Popp, así también con genios de la producción como Brian Eno y Tony Visconti, se preparó la base para un punk alemán de vanguardia. Es verdad, Bowie nunca trabajó con los posteriores protagonistas de la “Neue Deutsche Welle” (Nueva Ola Alemana). Pero ya el hecho de saber que los grandes maestros del pop podían aparecer en las discos new wave locales como Dschungel, le daba impulso a la escena alemana. Y da lo mismo si es verdad que, como se decía, el gran productor renano Conny Plank (Can, Neu, Kraftwerk) rechazó con indiferencia una propuesta de Bowie para realizar una cooperación entre los estudios: los nuevos músicos alemanes podían sentirse legitimados igual. Al fin y al cabo, Iggy y Bowie tomaban König Pilsener en el bar de la esquina y compraban rústicos pantalones en la tienda de ropa para albañiles John Glet en la avenida Mehringdamm.

La cultura experimental como inspiración

Con su cultura experimental la áspera ciudad-isla se convirtió en un nuevo centro de gravitación de la República Federal. Un centro de gravitación que a través del exitosísimo bestseller Yo, Christiane F. Hijos de la droga adquirió también una dimensión político-social. Bowie, que en un documental de televisión llamó a Berlín la capital mundial de la heroína, hace un cameo en la versión cinematográfica del libro. La impiadosa dureza del ambiente de la droga, la devastadora mentalidad no future, el “baile al borde del volcán” pronto serían musicalizados en el staccato del punk y la new wave y, con las guerras callejeras de los ocupantes de casas, experimentarían en el plano real un estallido hasta entonces nunca conocido.
 

De este modo, los “Street Fighting Men” de los Rolling Stones de los años sesenta tuvieron su descendencia. Más tarde, cuando los ataques atonales de los Einstürzende Neubauten se abrieron camino, David Bowie ya se había mudado de nuevo. Sólo en entrevistas posteriores terminaría celebrando a grupos como Die tödliche Doris, Sprung aus dem Wolken y los fríos grooves de la banda femenina Malaria. A finales de su estancia en Berlín, el multitalentoso artista llegó a interpretar el papel protagónico en Gigoló, de David Hemmings, la última película en la que participó Marlene Dietrich, un modo elegante de entrar en la fase más pop de su carrera y que lo instaló definitivamente en la cima de los rankings.

En los dos años que pasó en Berlín, David Bowie supo combinar intuitivamente los mitos de la historia de la cultura pop alemana. Siempre puso a la música pop en un contexto mayor, la presentó con naturalidad como arte gracias a su estilo y a la escenificación que hacía de su propia persona. Un soplo de Ande Warhol, Velvet Underground y Nueva York recorría Berlín. Por así decirlo, Bowie le transmitió a Alemania un pop-appeal. Como sea, aunque ese no fue el motivo por el que llegó a Berlín, su mérito fue haberle dado el impulso decisivo a una comunidad artística alemana por entonces aún bastante limitada. Después, los músicos no sólo de Berlín fueron capaces de seguir su propio camino.