Arte colombiano
“Tengo que involucrarme con la gente que me rodea”

El artista colombiano Fernando Arias
El artista colombiano Fernando Arias | Foto: Juliana Rezende

Es uno de los artistas latinoamericanos más reconocidos. La obra de Fernando Arias fusiona diversos medios visuales con el trabajo con comunidades en el Pacífico colombiano.

El artista colombiano Fernando Arias ha alcanzado en los últimos años un enorme reconocimiento internacional. Arias nació en la ciudad de Armenia en 1963, pero su vida ha transcurrido entre Inglaterra y Colombia. Por medio de la representación de su cuerpo a través de la fotografía y el video, Arias trata temas como la identidad y la sexualidad, así como problemas sociales relacionados con la construcción de nación y de relaciones de poder en situaciones de conflicto. Con la inauguración de la Fundación “Más Arte Más Acción” en el pacífico colombiano hace algunos años, Arias creó un sistema de residencias que se ha convertido en una plataforma de creación para los artistas y la comunidad. Hablamos con él sobre su vida y obra.

Tu formación como artista ha tenido lugar lejos de la academia. ¿Cómo ha influenciado esto tu obra?

Siempre me ha interesado tener otra mirada, lo cual ha rodeado toda mi práctica artística. Tanto mis estudios en publicidad como, posteriormente, de diseño gráfico en Londres, me permitieron pensar en la posibilidad de comunicar ciertas ideas y experiencias de muchas maneras. Lo importante y lo que más noto es que nunca estuve completamente inmerso ni en la publicidad ni en el diseño, siempre fui consciente sobre lo que quería hacer y eso estaba relacionado totalmente con el arte.

Muchos curadores y críticos hablan de tres grandes ejes en tu obra: cuerpo, travesía y nación. Sin embargo, también parece claro que tu preocupación siempre ha sido por el territorio, en la manera cómo alguien habita y se relaciona en un espacio...

Tienes razón. En el caso de mi obra inicial, el cuerpo siempre fue un territorio prestado y esto me obligaba a desligarme un poco de él. Una vez mi cuerpo se convertía en vehículo de una obra, se convertía en el cuerpo del otro. Siempre fui consciente de que el uso del cuerpo no debía hacerse desde un sentido autobiográfico, sino también pensándolo como una especie de geografía. De allí salió todo el trabajo y la reflexión que hice sobre el sida. El cuerpo es el territorio donde te mueves y sales al mundo. En ese caso, lo íntimo pasaba a ser parte de una colectividad.

Pero hace varios años hubo un cambio radical en tu obra. ¿Qué sucedió en aquel viaje a Londres, donde parece que hubo una renuncia a problemáticas más íntimas y tu obra empezó a tocar temas que tienen que ver con la nación y el poder, con la política?

En el momento del viaje, hace más de veinte años, hubo un cambio de 180 grados en mi obra. Con la llegada a Londres empecé a pensar en un desplazamiento no sólo físico sino también mental. ¿Qué sucedía con el alejamiento de un lugar conocido y con la experiencia de uno nuevo? En ese instante empecé a pensarme desde otro contexto, desde otro lenguaje, como inmigrante. Esto me llevo a reflexionar sobre qué significaba la sociedad donde yo vivía en relación a la que dejaba. Fue así como empezaron a aparecer en mi obra símbolos patrios, limites geográficos y el nacionalismo. La lejanía me permitió examinar lo que ya no me pertenecía directamente.

Tus obras son consideradas como arte político pero a diferencia de otros artistas de tu generación que comparten esta etiqueta, tú no solo reflexionas sobre un tema. Cada una de tus obras involucran a la comunidad. Es decir, pasan a la acción. ¿Cómo ha sido esta experiencia?

Relacionarme con el otro es algo intrínseco a mi práctica artística. No creo que pueda ser de otra forma. Todas mis preocupaciones surgen de la consciencia de ser alguien que habita en una sociedad. Si estoy trabajando sobre el sida, es imposible que no involucre a la gente que esta sufriendo la enfermedad. Si llego al Chocó, en la zona del Pacífico colombiano, no puedo aterrizar como si estuviera solo, tengo que involucrarme con la gente que me rodea. Nada es más enriquecedor que ese contacto. Esto implica muchos retos. Tengo que establecer relaciones de confianza que requieren mucho tiempo. En estas obras en específico, donde involucro un contexto ajeno al mío, es el otro quien dicta las pautas.

¿Cuando decidiste regresar a Colombia?

Hace cinco años. Una vez se fue fortaleciendo mi relación con el Chocó surgió la necesidad de abandonar esa selva que es Londres y reemplazarla por la otra selva.

Cuéntanos un poco más sobre el trabajo que realizas en el Pacífico colombiano.

Mi llegada fue circunstancial. Me pidieron que escribiera un artículo para una revista en la que también tenía que tomar algunas fotos. Allí empezó ese enamoramiento. Desde el primer instante supe que ningún otro lugar me daría lo que el Chocó me ofrecía. Me di cuenta que era parte de esa naturaleza.

¿Cómo inició el trabajo con la Fundación “Mas Arte Más Acción”?

En Nuquí, en la costa pacífica, no había una casa de cultura entonces, así que propusimos un trabajo muy informal. A ese primer intento, que duró dos años, lo llamamos la “Casa ChocoLate”. La idea fue reunir a las cantadoras tradicionales y a los viejos que con sus tambores guardaban el conocimiento de la música tradicional. Convocamos a los más jóvenes que no sentían mucho interés por estos temas, y logramos llegar a un acuerdo: todo lo que los jóvenes aprendían, recibía a través de ellos un toque contemporáneo y moderno. Así teníamos por ejemplo al hombre más viejo del pueblo enseñándoles con tambor a tres adolescentes que solo querían rapear. “Más Arte Más Acción” nació un poco después, cuando estructuramos todas estas iniciativas. Este trabajo ya va a cumplir diez años.

¿Como funciona toda la gestión de recursos?

A través de becas. Es un trabajo que implica mucho tiempo y mucho esfuerzo.

Como artista, tú trabajas con muchos medios: pasas fácilmente de un documental a la fotografía, a una instalación de escultura o al video. ¿Cómo explicas esta diversidad de lenguajes dentro de tu trayectoria?

Yo a veces me pregunto lo mismo. Me autocritico y me doy cuenta que toda mi trayectoria está llena de saltos. A veces siento que mi lenguaje plástico es tan versátil que podría pensarse que una obra es de un artista y otra de otro. Pienso que mis inquietudes no se concentran en la técnica o la materia misma. En ese sentido, una vez que la idea toma forma, ella misma me da la solución plástica. Quizá es por eso que nunca me he casado con un medio. Obviamente hay una preocupación por la estética, pero lo que guía la obra siempre es la temática que quiero comunicar.

¿Ves desligado el trabajo colectivo de “Más Arte Más Acción” con lo que haces como artista individual?

Yo lo fusiono continuamente, es decir, “Más Arte Más Acción” lo veo como una obra más. La fotografía, el video y la fundación tienen un cuerpo distinto, involucra otro tipo de gente y allí se ve la versatilidad misma de mi trabajo. “Más Arte Más Acción” es esa proyección donde puedo hablar sobre temas que siempre me han interesado: conflicto, violencia, y poder, pero también sobre el trabajo colectivo con la comunidad.