El control sobre el cuerpo
Cómo los medios visten la política

Angela Merkel. Armin Linnartz@wikipedia.org, CC BY-SA 3.0 de; Dilma Rousseff. José Cruz/Agência Brasil CC BY 3.0; Michelle Bachelet. CC BY-SA 3.0 cl; Comando Michelle Bachelet; Cristina Fernández de Kirchner. Presidencia de la Nación Argentina. CC BY 2.0
Angela Merkel. Armin Linnartz@wikipedia.org, CC BY-SA 3.0 de; Dilma Rousseff. José Cruz/Agência Brasil CC BY 3.0; Michelle Bachelet. CC BY-SA 3.0 cl; Comando Michelle Bachelet; Cristina Fernández de Kirchner. Presidencia de la Nación Argentina. CC BY 2.0

En la era de internet y de la imagen, las relaciones entre cuerpo y política son cada vez más estrechas. Las apariencias de los jefes de gobierno, sobre todo si se trata de mujeres, se transforma rápidamente en un asunto de orden nacional, que refleja cuestiones que definen la vida en sociedad.

Uno de los asuntos más comentados en las redes sociales sobre la toma de mando de Dilma Rousseff el 1 de enero de 2015 no tiene nada que ver con política. En este caso, lo que más discutieron los internautas, entre elogios y burlas, fue el vestido con bordados escogido por la presidenta brasileña para la ceremonia en la que asumió su segundo mandato.

La prensa escrita nacional también dedicó algunas líneas al tema. En el artículo “El look de Dilma durante la toma de mando divide las opiniones de los estilistas famosos”, de la edición del 5 de enero del periódico Folha de S. Paulo, el estilista de Minas Gerais Ronaldo Fraga –siguiendo los comentarios de sus colegas sobre color, tela escogida y corte del traje– sostiene lo siguiente: “Sinceramente, el modo cómo lleva las medidas y el look son prueba del momento sórdido de inversión de valores que vivimos en el país. Ella tendrá problemas mucho más serios que resolver, que van más allá de su elección de la vestimenta.”

El control del cuerpo

Para algunos, la futilidad y la malentención, el torbellino de comentarios alrededor del vestido de la presidenta trae a la luz una antigua relación entre el cuerpo y la política. “En cierto sentido, la política siempre fue un lugar de espectáculo físico, de su apoteosis o ruina, del mismo modo como casi siempre fueron vistos los espectáculos deportivos”, explica Denise Bernuzzi de Sant’ Anna, profesora del departamento de Historia de la Pontificia Universidad Católica de São Paulo y autora de libros como Políticas del cuerpo (de la editorial Estação Liberdade).

“En las artes del gobierno, desde el inicio de la era moderna en el siglo diecisiete, se tiene cierta habilidad que debe ser aprendida: para gobernar, es preciso saber cómo mostrar el cuerpo o qué vestir en cada situación, cuáles son los gestos a exhibir y cuáles deben ser reservados, cuantificados o modificados. El control sobre el cuerpo indica que el gobierno sabe cómo controlar una ciudad o una nación.”

La cuestión de género

En el episodio del vestido de la presidenta brasileña hay otro ingrediente que entra en juego y condimenta la discusión: la cuestión de género. “Los cargos políticos son considerados vitrinas importantes de las intenciones y de los límites de cada gobernante, pero cuando se trata de una mujer, la atención es aún mayor”, observa Sant’ Anna. En efecto, en América del Sur, por ejemplo, basta nombrar a la actual presidenta de Argentina, Cristina Kircher, que viene siendo tachada casi siempre por un estilo “cursi” e “inadecuado” en función a su ropa y maquillaje, mientras que la presidenta de Chile, Michelle Bachelet, reclamó en una entrevista que por ser mujer era “la gorda malvestida”, mientras que los hombres más corpulentos son catalogados como “fuertes”. Ni siquiera la poderosa canciller alemana Angela Merkel se libra de la discusión pública sobre su manera de vestir.

El cuerpo en los medios

Lígia Lana, profesora de la Escuela de Comunicación de la Universidad Federal de Río, está de acuerdo con este punto. Como especialista en cuestiones de género y de los medios, la estudiosa considera que eso ocurre porque la ocupación del espacio público por la mujer aún es muy reciente desde el punto de vista histórico. “A lo largo de los siglos, la mujer siempre estuvo asociada al espacio doméstico y las únicas representantes femeninas que circulaban por el espacio público eran las prostitutas, que estaban íntimamente asociadas al cuerpo”, dice. “A partir del siglo diecisiete, con el inicio de la modernidad, comienzan a aparecer profesionales, como por ejemplo las vendedoras, mientras que las mujeres burguesas empiezan a frecuentar galerías comerciales y salones de té. Recién a inicios del siglo veinte las mujeres consiguen el derecho al voto y, de este modo, pueden ser elegidas para ejercer cargos públicos.”

Otro punto que hay que tomar en cuenta es que el guardarropa femenino ofrece una gama mayor de posibilidades en relación a la indumentaria masculina. “Las mujeres pueden usar un vestido con varios complementos, modelos y colores, pantalones, ternos, con cinturones o sin ellos, además de muchos accesorios y zapatos de varios colores con tacos de diversos tamaños. Así, para ellas, la posibilidad de ‘errar’ es mayor que la de ser consideradas bien vestidas. Por tanto, si ellas aciertan en el punto de vista de quien las ve, es como si comprobaran, mucho más que los hombres, que son en efecto refinadas e inteligentes. Lo contrario también funciona”, sostiene Sant’ Anna.

El terriorio de atención y problemas

Sin embargo, eso no significa que los hombres sean inmunes a las críticas en relación a su apariencia física. “Los gobernantes gordos o excesivamente delgados, mal arreglados o muy elegantes, ya aparecían como blanco de comentarios en las revistas satíricas brasileñas de comienzos del siglo veinte, por ejemplo, e incluso un poco antes”, cuenta Sant’ Anna. “Es decir, el cuerpo de los gobernantes es desde hace mucho un territorio de atención y de discusión, tanto si se trata de un hombre como de una mujer.”

En ese sentido, la periodista Luci Molina, co-autora de la Guia de estilo para candidatos ao poder e para quem já chegou lá (Guía de estilo para candidatos al poder y para quien ya llegó allí de la editorial Senac), nos recuerda sobre un caso reciente de la política brasileña: “Cuando Luiz Inácio Lula da Silva fue candidato presidencial en las elecciones de 2002, no solo cambió su discurso, sino principalmente su apariencia. De las camisetas con eslógans de lucha proletaria pasó a usar terno y corbata. El pelo y la barba tuvieron un trato especial, pues él quería transmitir un mensaje de hombre de estado.”

La performance de la imagen

Mientras que la preocupación de los políticos por su apariencia no es reciente, parece que ha ido aumentando en los últimos tiempos. “El siglo pasado fue un momento importante en ese sentido, pues con el advenimiento de la publicidad, el cine, la televisión y más recientemente con el internet, la imagen del cuerpo ganó una importancia inusitada”, dice Sant’ Anna.

“Los actuales gobiernos tienen mucho más oportunidad de analizar su propia ‘performance de la imagen’ que los gobiernos en el pasado. Ellos se pueden ver seguido en la televisión, por ejemplo, y de este modo conseguir ‘trabajar’ en la propia imagen con una velocidad y una informalidad muy distintas a los rigores a los cuales eran sometidos los antiguos príncipes”, concluye.