Discriminación en la escuela
Mejores notas sin velo

No todos son iguales: en las escuelas a menudo se discrimina a los niños de origen inmigrante
No todos son iguales: en las escuelas a menudo se discrimina a los niños de origen inmigrante | Foto (detalle): © Gorilla/Fotolia

Todos los niños deben tener las mismas oportunidades en la educación. Eso suena muy bien. Pero de hecho muchos niños de origen inmigrante sufren discriminación. Algunas iniciativas cívicas en Berlín quieren cambiar esta situación.

En realidad en esa escuela casi no había problemas. Hasta que la hija de Amina Nisic, después de terminar el nivel medio, quiso cambiarse al bachillerato preuniversitario. “En la evaluación general, los profesores rechazaron de plano esa posibilidad. Dijeron que no había modo de que mi hija lo lograra”, cuenta Nisic. Pero eso no era obvio. Con su muy buen promedio de 1,4, la estudiante de décimo grado era la primera de su promoción. No era la primera vez que Amina Nisic veía que su hija debía enfrentar obstáculos de ese tipo. Desde cuarto grado la muchacha usa velo, fue su firme voluntad.

Cuando le ponen a su hija piedras en el camino, la madre, de cuarenta y dos años, interviene. Como los profesores de la escuela anterior le habían recomendado que, para obtener mejores notas, la hija se quitara el velo, buscó otra en el mismo distrito. Nisic habló con la profesora de la nueva escuela, después de que esta presentara a la chica a sus compañeros diciendo: “Miren, ahí viene una chica toda envuelta en un condón”. La profesora se disculpó, dijo que había sido “sólo una broma”. Pero cuando se planteó el cambio al bachillerato, los profesores no dieron el brazo a torcer. Sólo después de obtener una cita en la inspección regional del distrito berlinés de Neukölln y de hablar con el jefe de la sección, Nisic logró que su hija recibiera la recomendación para el bachillerato. Pero ya era muy tarde para postularse en las diferentes escuelas. “Escandaloso”, dice Nisic.

Se trata sobre todo de discriminación institucional

Ellen Kollender conoce muchas historias de ese tipo. La politóloga investiga en la Universidad Helmut Schmidt, de Hamburgo, sobre racismo y discriminación en las escuelas de Berlín. Los padres de origen inmigrante le han informado múltiples veces sobre discriminación en las escuelas. “No siempre se trata de expresiones o acciones directas por parte de los docentes”, dice, “sino que a menudo hay discriminación institucional”. Sobran los ejemplos: la falta de traductores en las reuniones de padres, la composición de las asociaciones de padres, donde siempre hay mayoría de académicos de origen alemán, la prohibición de hablar turco en el patio o experiencias como las de Amina Nisic. El aspecto “no alemán” también cumple un papel importante, lo que muestra hasta qué punto se sigue equiparando el ser alemán con determinadas características visuales.

Pero las cosas también pueden se diferentes. Emine Elçi lo sabe. Es hija de un inmigrante kurdo y nació a comienzos de los años setenta en Berlín Fue uno de los primeros hijos de los llamados “trabajadores invitados”. “Yo casi no hablaba alemán, pero los maestros me ayudaron mucho”, dice. “Eso te fortalece para la vida.” Hoy Elçi tiene cinco hijos y oye una y otra vez historias de alumnos y alumnas de su círculo de amigos y conocidos, a los que “por su origen o estatus social los maestros estigmatizan como futuros beneficiarios del subsidio de desempleo”. No es raro oír que las muchachas que usan velo terminan indefectiblemente de amas de casa.

Intercambio entre los padres

Elçi conoce bien las dificultades que existen en el barrio berlinés de Neukölln. Después de calificarse en el proyecto Madres del Barrio, durante muchos años ayudó a personas que no hablaban alemán o no conocían el sistema administrativo de la ciudad. Más tarde trabajó de intérprete, dio clases de apoyo y comenzó a hacer visitas guiadas por el barrio, también para erradicar prejuicios y clichés. “No importa dónde vaya, al principio el velo siempre lleva a confusiones, y estas confusiones también son algo cotidiano en un barrio de inmigrantes como Neukölln. Además, en las escuelas los docentes tienen determinadas expectativas que los padres de países no europeos a menudo no saben cómo abordar”, dice Elçi. “Como nadie les explica que ahí el docente no es la única instancia muchos padres se asombran cuando reciben una invitación para una reunión o cuando ven que tienen derecho de participar en la toma de decisiones”. En esos casos es útil el intercambio, por ejemplo, en los Cafés de Padres, que ahora organizan muchas escuelas. “Pueden evitarse muchas dificultades, si se invierte tempranamente, por ejemplo a través del apoyo en el idioma para alumnos y alumnas con dificultades o a través de docentes y trabajadores sociales de origen inmigrante.”

Muchas iniciativas, como la Asociación de Padres Turcos de Berlin-Brandenburg o la Unión Yekmal de Padres de Kurdistán, luchan desde hace tiempo por mejorar las oportunidades educativas de los alumnos de origen inmigrante. Sin embargo, Ellen Kollender enfatiza que los padres no pueden –y tampoco habría que pedírselo– enfrentarse por sí solos a los prejuicios y la discriminación. Los políticos y la escuela también deben comprometerse.

Entretanto, cada vez hay más experiencias positivas, por ejemplo, las prácticas interculturales en la formación docente de algunos estados de Alemania. O abordajes diferentes, que apuestan a un desarrollo de la inclusión en los jardines de infantes y en las escuelas, por ejemplo la iniciativa Fachstelle Kinderwelten [Centro Especializado Mundos Infantiles], de Berlín. Emine Elçi espera que haya más avances. “La escuela no es más que paredes y ladrillos y per se no puede hacer nada mal”, dice. Lo determinante es qué hace el sistema educativo. De todos modos, la hija de Amina Nisic sólo puede esperar que la situación mejore para los alumnos que vienen después. Ella, por su parte, tendrá que aceptar que su cambio al bachillerato no resultó y que deberá asistir a una escuela de menores oportunidades académicas.