Educación en el museo
El museo como paraíso infantil

Un niño juega en el “Escondite” del Minischirn del museo Schirn, de Frankfurt. Los niños a partir de tres años pueden disfrutar de un recorrido lúdico y didáctico, mientras sus padres miran las exposiciones.
Un niño juega en el “Escondite” del Minischirn del museo Schirn, de Frankfurt. Los niños a partir de tres años pueden disfrutar de un recorrido lúdico y didáctico, mientras sus padres miran las exposiciones. | Foto (detalle): ©picture alliance /dpa / Schirn Kunsthalle Frankfurt / Norbert Miguletz

Los museos tratan de captar a los niños y jóvenes como futura clientela. Pero, ¿cómo transmitir el arte de modo apropiado para los niños?

Acercar a los niños tempranamente: ese el gran objetivo de los pedagogos y de quienes trabajan en los museos. La idea es que también para los pequeños el museo sea un lugar donde sumergirse en el mundo colorido y fantástico del arte. Pero esto no se da de modo espontáneo y naturalmente no basta con que los padres lleven una y otra vez a sus hijos a las exposiciones. Por ejemplo, no es raro que mientras el padre y la madre escuchan con interés al guía, los niños ignoren por completo las explicaciones sobre el impresionismo o el expresionismo y se entretengan con el piso de madera, en el que pueden deslizarse estupendamente. También la regla básica de la mayoría de los museos –"solo mirar, no tocar"– es difícil de comprender para los más chicos.

Un museo para niños

Para que los niños se acerquen a los museos es necesario que las ofertas culturales estén pensadas para ellos. Esta es la especialidad de quienes se han formado en educación en el museo y que ahora ayudan a muchas instituciones alemanas a diseñar un programa infantil que despierte las ganas de participar del arte. Así, ofrecen visitas guiadas para niños, eventos especiales, noches de arte infantil o parcours guiados. Un abanico de ofertas, que logra convencer a muchos padres.

El museo Albertinum de Dresden colgó más bajo los cuadros para los niños. El museo Albertinum de Dresden colgó más bajo los cuadros para los niños. | Foto (detalle): © picture alliance / dpa / dpa-Zentralbild / Monika Skolimowska El museo Albertinum de Dresden colgó más bajo los cuadros para los niños. El museo Albertinum de Dresden colgó más bajo los cuadros para los niños. | Foto (detalle): © picture alliance / dpa / dpa-Zentralbild / Monika Skolimowska El museo Albertinum de Dresden colgó más bajo los cuadros para los niños. El museo Albertinum de Dresden colgó más bajo los cuadros para los niños. | Foto (detalle): © picture alliance / dpa / dpa-Zentralbild / Monika Skolimowska El museo Schirn Kunsthalle de Frankfurt desarrolló un concepto hasta ahora único en Alemania: con el “Minischirn” creó un parcours lúdico y didáctico para niños de jardín de infante y escuela primaria. La construcción, que recuerda a un árbol gigantesco, está separada de las salas de exposición del museo. Allí los niños pueden descubrir diferentes espacios, experimentar, explorar y crear ellos mimos colores, formas y estructuras. Está permitido tocar, construir y desarmar, lo mismo que mirar, pensar y oír. En el Minischirn se tiene en cuenta la necesidad de movimiento que tienen los niños: pueden descargar sus energías y tener sus primeras experiencias artísticas. "Para nosotros era importante la idea de combinar la elevada necesidad de movimiento con una experiencia lúdica basada en el uso de capacidades estéticas", explica la directora del departamento de educación y difusión del museo, Chantal Eschenfelder..

El objetivo y la tarea didáctica del museo consisten en transmitir a la mayor cantidad de visitantes contenidos artísticos, dice Eschenfelder. Para eso es importante saber qué temas les interesan a los niños de cada edad y qué capacidades cognitivas y motoras dominan.

“Transmitir el arte significa traducir los temas al registro lingüístico de cada grupo.” Esto no resulta fácil en todos los casos, pues sólo excepcionalmente el arte está concebido para los niños. Pero Eschenfelder está convencida de que, si las cosas salen bien incluso los temas difíciles pueden traducirse mediante analogías o alguna actividad práctica. Sin embargo, hay casos límite en los que la propuesta pedagógica debe apartarse del original.

Algunos contenidos puede sencillamente omitirse

Mientras en el cine hay restricciones de edad para proteger a niños y jóvenes de contenidos inadecuados –norma conocida en alemán como Freiwillige Selbstkontrolle der Filmwirtschaft (FSK) (Autorregulación Voluntaria de la Industria del Cine)–, en los museos no hay nada semejante. Tampoco hay regulaciones nacionales que limiten a los museos en su modo de difusión del arte. Sin embargo, muchos padres seguramente no querrían que sus hijos vieran determinados contenidos artísticos: piénsese por ejemplo en obras del arte abyecto que trabajan con el asco, la pornografía o con objetos que pueden desencadenar fobias. Para evitar la protesta de visitantes cuyo pudor podría verse herido, en casos extremos las boleterías de los museos ponen carteles que señalan esa obras eventualmente perturbadoras; pero la mayoría de las veces no hay más información que esa.

Esto se debe a que para los museos resulta difícil establecer una reglamentación, pues a menudo los padres tienen ideas muy diferentes sobre qué quieren ver con sus hijos, explica Chantal Eschenfelder. “La dificultad consiste en la definición del límite, es decir, ¿dónde comienza la censura inadmisible?, ¿dónde un tratamiento inmoral? Por eso no apostamos a establecer una norma esquemática del tipo 'Esta muestra es apropiada para niños a partir de seis u ocho años', sino que apostamos a la comunicación y la transmisión mediante formatos específicos y apropiados para cada edad.”

Cuando el Schirn organiza en sus muestras guías especiales o talleres para niños, si resulta necesario, los contenidos problemáticos simplemente se omiten. Pero como muchos padres llevan a sus hijos a las muestras por fuera de la visita guiada, los curadores se comportan de modo pragmático: Eschenfelder recuerda una exposición de 2012, en la que se mostraban esculturas y cuadros del artista pop estadounidense Jeff Koons. Las obras más provocadoras se separaron mediante un tabique. Así, los padres podían decidir si les permitían o no a sus niños echar un vistazo detrás de la separación.