Imágenes de la memoria
Un elefante en el fregadero

Foto: Archivo Torreón

En la serie “Imágenes de la memoria”, lugares con un significado especial son recordados por diversos autores. El crítico e historiador del arte Eduardo Veras recuerda al Torreón, un lugar legendario en Porto Alegre durante más de una década.

El Torreón fue, a lo largo de quince años, uno de los espacios más acogedores y más abiertos en el campo de las artes visuales en Porto Alegre. Se tocaba la campanilla, junto a la entrada lateral de un viejo caserón de principios del siglo XX, y alguien lanzaba desde lo alto, tres pisos más arriba, una llave atada a la punta de un cordón. No era aún un performance actuación, sólo la manera más rápida y divertida de acceder al sitio.

Diseñado y administrado por dos artistas, Elida Tessler y Jailton Moreira, el Torreón servía de taller a ella y de aula a él, aunque ella también eventualmente daba clases allí, y él diseñaba algún trabajo, o no sólo él, sino toda una multitud de alumnos. También había conversaciones, debates, proyecciones de películas, biblioteca, un círculo de origami, lanzamientos de libros, fiestas, performances. Y sobre todo, o por encima de todo, la pequeña torre de observación que daba nombre al lugar.

La sala había perdido su función original y, contrariando su vocación arquitectónica, con tres ventanas en arco en cada una de las paredes y un fregadero sin agua en uno de los rincones se volvía hacia adentro, acogiendo exposiciones de arte, renovadas cada dos o tres meses. Estas intervenciones, o al menos las mejores entre ellas, eran aquellas que funcionaban justamente como respuestas al cubo ya no blanco: los trabajos se referían al lugar o surgían de él.

Con el paso del tiempo y según el artista –algunos de ellos muy jóvenes y en el inicio de su carrera, otros de reputada trayectoria nacional o incluso internacional– las respuestas se volvieron más y más osadas: hubo quien quitó el techo, otro quien quitó el recubrimiento el piso, alguno excavó por las paredes, otro reprodujo el espacio dentro del espacio mismo. Casi al final, un artista se limitó a abrir las doce ventanas: “Para que las ideas circulen mejor”.

Las intervenciones que se sucedieron en esa torre, entre 1993 y 2008, se convirtieron en una referencia para la creación en arte contemporáneo, no sólo en Porto Alegre sino en el marco general del país. Había siempre expectativa, y con suerte, sorpresa, deleite, respecto a lo que se encontraría allí.

Un día yo conversaba con Jailton, cuando mi hijo mayor, Pedro, que solía acompañarme en esas visitas al Torreón, vino a decirnos:

- Tuve una idea allá arriba.

Y Jailton:

- ¿Cuántos años tienes?

- Ocho.

- Huuum ... Pero entonces tendrás que esperar hasta los 18. ¿Qué quieres hacer?

Y Pedro comenzó toda una explicación asombrosa. Jailton interrumpió:

- Estoy cansado del artista haciendo discursos. Te voy a dar papel y tú haces un proyecto.

Tomó entonces un rollo de papel aluminio de más de un metro de ancho, cortó una hoja grande, la extendió en el suelo y le dio al niño una caja con lápices, marcadores, tiza y otros materiales. Pedro permaneció un tiempo recostado sobre la hoja, dibujando sin parar, hasta que vino a presentar el esbozo de una especie de laberinto que recorría todo el pequeño espacio. Al final, dentro del fregadero, el visitante se encontraba con un elefante.

La intervención de Pedro nunca se realizó, pero esa provocación que él percibió –¿cómo es posible responder sensiblemente a un espacio?– sigue acompañando la imaginación de muchos de aquellos que tuvimos la suerte de asistir al Torreón.
 

Eduardo Veras (Porto Alegre, 1965) es crítico e historiador del arte. Profesor del Instituto de Artes de la Universidad Federal de Rio Grande do Sul (UFRGS), es activo en el Programa de Postgrado en Artes y al Bachillerato en Historia del Arte. Es doctor (2012) y maestro (2006) en Artes Visuales también por la UFRGS. Actualmente busca artistas en desplazamiento y trabaja como curador independiente.