Escritora
Yoko Tawada

Yoko Tawada
© Foto: Archivo personal/Cortesía Konkursbuch Verlag

​Yoko Tawada combina la libertad del extranjero con la capacidad de asombrase de lo que parece evidente al escribir en un idioma que ha aprendido y que ha hecho suyo.

De Vanesa Díaz

Se elogia con frecuencia la literatura japonesa por la sonoridad que acompaña la construcción de sus oraciones y por su atención al detalle. Es común encontrar en ella un amplio abanico de matices que dan belleza a las narraciones, algunas de ellas difíciles de traducir. En la obra de Yoko Tawada (1960), que abarca el teatro y el ensayo, la prosa y la poesía, se encuentran ecos de las tensiones propias de la sociedad japonesa, pues ella eligió la literatura —una forma de creación porosa y permeable— como medio de expresión. Así lo moderno y lo antiguo, la tradición y el avance, la soledad y la comunidad, la lengua materna y la lengua extranjera son tópicos frecuentes en su obra.

Tawada nació en el hogar de un librero japonés que importaba textos alemanes para su modesta librería ubicada en la región de Nakano, por lo que los libros estuvieron presentes en su vida desde temprana edad. En una entrevista, Tawada recuerda con cariño que uno de los primeros regalos que recibió de su madre fue un bello libro ilustrado. Con el paso del tiempo creció su interés por la cultura occidental, lo que la llevó a estudiar literatura rusa y, una vez obtenido su título, mudarse a Hamburgo, donde hizo una pasantía y luego cursó una maestría en literatura alemana contemporánea. Se doctoró en esta misma especialidad en la Universidad de Zúrich.

En la obra de Yoko Tawada se encuentran ecos de las tensiones propias de la sociedad japonesa, pues ella eligió la literatura —una forma de creación porosa y permeable— como medio de expresión.

Durante su pasantía en Hamburgo, un editor le pidió que escribiera una serie de poemas en japonés. A esta primera publicación siguió un libro también de poemas Nur da wo du bist da ist nichts, escrito originalmente en alemán y japonés. Esta escritura en dos idiomas ha sido recurrente en el trabajo de Tawada, no solo porque sus textos son bilingües, sino porque el bilingüismo y la lengua son tópicos sobre los que a menudo reflexiona en sus trabajos. Pareciera una paradoja que mientras mejor se conoce un idioma extranjero, más sorprende la propia lengua y que, a mayor distanciamiento con la lengua materna, más se reflexiona sobre su uso y más se agudizan los sentidos frente a ella.

Tawada combina la libertad del extranjero con la capacidad de asombrase de lo que parece evidente al escribir en un idioma que ha aprendido y que ha hecho suyo. En algunos de sus relatos (Wörter, die in der Asche schlafen) se hace evidente que encontrar la palabra adecuada es difícil y no solo porque el conocimiento de la lengua extranjera es limitado, sino porque las palabras ponen en circulación una serie de pensamientos y de relaciones que cambian con cada cultura y que constituyen lo específico —diríamos mágico— de cada lengua.
 

La lectura de Tawada es una experiencia de los sentidos, una invitación a concentrarse en los detalles que despiertan la capacidad de imaginar y a vivir la experiencia sensible de escuchar y oler. En su estilo destacan las oraciones cortas y precisas, sin estructuras complejas ni giros inesperados. Esta es, en suma, una escritura de la frontera entre Oriente-Occidente, japonés-alemán, donde las barreras son permeables y han de cruzarse una y otra vez mientras se cuenta una historia.

La obra de Tawada reúne más de una veintena de títulos publicados, entre los que se destacan El ojo desnudo (Das nackte Auge, 2004), Memoirs of a polar bear (Etüden im Schnee, 2014) y Ein Balkonplatz für flüchtige Abende (2016). Ha recibido numerosos premios, como el Premio Akutagawa, máxima distinción otorgada en la literatura japonesa; la Medalla Goethe, en reconocimiento a sus aportes a la lengua y cultura alemanas, y el National Book Award, en la categoría de poesía.

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