Diseño
Imaginar futuros para romper la inercia

Así como el diseño esboza nuevos escenarios, las sociedades también pueden proyectar y celebrar caminos que rompan con la inercia de un futuro probable y con sistemas de opresión y de amenaza a las democracias.

De Isabella Brandalise

En física, se entiende que la inercia es la tendencia al mantenimiento del estado de las cosas, ya sea en reposo o en movimiento uniforme. En contextos de crisis democrática, la inercia constituye una resistencia al cambio, reforzada por una aparente ausencia de alternativas y acompañada de una dificultad de imaginación. Este contexto opera a favor de los sistemas dominantes y de dominación, que suelen presentarse como la única opción posible. ¿Y qué tiene que ver esto con el diseño y con la imaginación de futuros?

Para el diseño, una práctica esencialmente propositiva y conectada con los procesos de transformación social, podría verse a la inercia como un concepto inherentemente opuesto. No obstante, si no expanden la capacidad de imaginar futuros más allá de lo probable, los proyectos de diseño se ciñen a visiones estrechas sobre el mañana y perpetúan los paradigmas del presente. Las transformaciones son ilusorias, pues siguen operando dentro de las estructuras establecidas a través una determinada visión (antigua) de futuro. En otras palabras, seguimos en la inercia.

Los futuros probables, plausibles y posibles

Más precisamente, el diseño “idea cursos de acción orientados a transformar situaciones existentes en situaciones preferibles”, según la descripción de Herbert Simon en su libro Las ciencias de lo artificial, publicado en 1969. El análisis de qué efectos esperamos con base en un determinado curso de acción –qué situación o qué futuro estamos proponiendo– es el punto de partida fundamental de un proyecto de diseño. Esto implica también una reflexión sobre el actual contexto y acerca de qué conservar, valorar y proteger. Si pensamos en el futuro como un cono de posibilidades que deriva del presente, tal como lo hizo Joseph Voros en su diagrama de “tipos de futuros”, propuesto en 2003, el futuro probable sería el más estrecho de todos. Es aquel que se presenta cuando las tendencias previstas se plasman o cuando los pronósticos relacionados con las tecnologías emergentes se concretan, por ejemplo. Es el futuro que suele estar en el imaginario de la gente, poblado de imágenes de robots, coches voladores y smart cities. Es decir, es un futuro único e inercial, que perpetúa la ilusión de pocas opciones disponibles y que probablemente ya ha sido imaginado por un grupo limitado de personas a quienes les interesa mantener los modelos dominantes.
 
 © Isabella Brandalise


El desafío entonces consiste en imprimirle una mayor elasticidad a nuestra imaginación y expandir el espectro de posibilidades de futuros, proyectando artefactos, servicios, tecnologías y sistemas que habiten en esos escenarios. Siguiendo con el cono de futuros, podríamos pensar en un nuevo cono, el de los futuros plausibles, aquellos que son fruto de acontecimientos que poseen la capacidad de alterar de modo más drástico el curso de la historia, tales como una guerra, una catástrofe climática o, quién sabe, incluso una pandemia. Más amplio aún sería el cono de los futuros posibles, aquellos que son a menudo impensables, pese a ubicarse dentro del campo de lo que es físicamente posible que suceda (aun cuando sea improbable en muchos casos). Un futuro en el cual no existe el hambre en el mundo constituiría un ejemplo de futuro posible, toda vez que contamos con la cantidad suficiente de alimentos como para distribuirlos entre toda la población mundial, aunque esto no parezca algo que se concretará a corto plazo.

Futuros preferibles y maleables

Por último, si volvemos a la definición de diseño relacionada con la creación de situaciones preferibles, de nada sirve ampliar nuestra capacidad de imaginar si la misma no viene acompañada de una discusión acerca de qué futuros son de efectivamente deseables como sistemas democráticos y de vida en común en el planeta. En el diagrama de Voros, el cono de futuros preferibles no ocupa una posición fija. Puede estar en distintas áreas, de acuerdo con la circunstancia, especialmente según quién esté imaginando. Y más aún: imaginar futuros preferibles –¿para quién? ¿por qué?– tiene sentido como un ejercicio colectivo y plural, pensando en mundos en los cuales quepamos todos nosotros.

Entendiendo las limitaciones de este diagrama, el ejercicio de los conos de futuros nos invita a proyectar y celebrar caminos que rompan con la inercia de un futuro probable, que perpetúa los sistemas de opresión y amenaza a nuestras democracias. Utilizo la perspectiva del diseño como práctica expandida, que opera en distintos contextos ante los desafíos sociales contemporáneos, pero este razonamiento vale para cualquier actividad creativa y de proyecto. La clave reside precisamente en la apertura de posibilidades, en la ampliación del espectro de futuros imaginables y de alternativas a la crisis democrática. La generación de múltiples y diversas alternativas es importante, no solamente porque posee potencial como para recuperar nuestra capacidad de imaginar, sino también y fundamentalmente porque enriquece las posibilidades de acción del presente y califica a la discusión referente a los escenarios de futuros preferibles. Y constituye en definitiva un llamado a la imaginación para romper la inercia.

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