El “cohousing”
Juntos estamos menos solos

Alte Schule Karlshorst
Alte Schule Karlshorst | Foto (Ausschnitt): Eva Costa Cisnar

Hay personas que, sin mediar entre ellas ningún parentesco, deciden vivir en común compartiendo todo lo que tienen. Por ejemplo, la misma Franziska von Malsen, autora de este artículo sobre el denominado "cohousing", vive en un hogar compartido. Sin ser una invención reciente, sí es una práctica que está ganando hoy seguidores, también en Alemania.

Comparto casa con Salah y Louisa. Pero la gente solo empieza a prestar atención cuando añado que vivo en una mezcla de casa compartida y familia. "¿Qué?", me preguntan, y les aclaro que Salah, que va a cumplir 60 años, es el papá de Louisa. Los tres compartimos una vivienda de cuatro habitaciones en el distrito muniqués de Neuhausen. A la gente le extrañan aquí bastantes cosas: primero, que yo viva con un hombre que me dobla la edad. Y, en cuanto a Louisa, que pronto cumplirá los 28, que siga viviendo con su padre. Y, cómo no, que nuestro hogar no sea una mera vivienda compartida, ni una mera familia, sino algo situado entre ambas posibilidades.

El hecho es que la mayoría de las amistades y conocidos que tanto se extrañaban al principio sobre mi hogar han vivido muchos años en viviendas compartidas de estudiantes, o incluso lo siguen haciendo. También mi padre se quedó sorprendido cuando se enteró de que me mudaba a vivir con «otra» familia. Está claro que a muchas personas les sigue pareciendo raro compartir hogar con otros una vez terminada la época de estudiante. Sin embargo, con nuestra vivienda familiar compartida estamos siguiendo una tendencia para la que los daneses, ya en la década de 1960, inventaron la bonita denominación "cohousing". En términos estrictos, cohousing quiere decir no que se comparta una vivienda, sino una casa entera o una zona habitada. Pero, en sentido amplio, la palabra abarca tal diversidad de formas domésticas, que bien podemos ponerle esta etiqueta a nuestro hogar compartido.

Compartir gastos es uno más de los motivos para el cohousing, y no el más importante

La escasez de vivienda y el incremento de los alquileres son los motivos más patentes que llevan a formas domésticas alternativas, tanto más en una ciudad como la nuestra, Múnich, epicentro nacional de un mercado inmobiliario fuera de control. Yo nunca habría podido pagar una vivienda tan bonita como la nuestra, con su balcón y su parqué y situada donde está; habría tenido que firmar un nuevo contrato de alquiler que ahora no llevaría aún 15 años en vigor. [N.d.T.: La ley alemana establece un control sobre los precios del alquiler en contratos con 15 años de antigüedad.]

Sin embargo, las personas que comparten el hogar lo hacen esperando de ello algo más que reducir gastos de alquiler o de construcción. Quieren, por ejemplo, criar a los niños en común, o por lo menos ahorrarse complicaciones para buscar a alguien que los cuide, ya se encargue de ello el vecino o un grupo infantil organizado comunitariamente. Buscan también una vida sostenible, algunos incluso autoabastacerse en amplia medida, por ejemplo viviendo en una aldea ecológica. Otros tienen padres ancianos y quieren que vivan al lado, aunque tampoco les gustaría que fuera en la misma vivienda. O les vendría muy bien tener una abuelita suplente a la que traen la compra mientras se queda cuidando de los niños. "Vivienda intergeneracional", tal es el término clave al que suele recurrirse en estas circunstancias. Y, a diferencia de lo que pasaba en las comunas de la época hippie, la convivencia en la inmensa mayoría de los proyectos de cohousing está basada en la propiedad privada. Y en la libre voluntad de cada uno.

Trabajamos en contextos cada vez más flexibles, pero tenemos un anhelo de comunidad

A principios de 2014, el semanario Die Zeit situaba en un mapa de Alemania 148 de estas comunidades alternativas. De este modo, Alemania se convertía en el segundo país con más comunidades por habitante, por detrás de Dinamarca. Michael LaFond, fundador y director de la organización de utilidad pública id22 Institut für kreative Nachhaltigkeit in Berlin [Instituto para la Sostenibilidad Creativa en Berlín], estima por su parte que hoy, y siempre según la definición de "cohousing" que manejemos, están activos en torno a 1.000 proyectos, de ellos entre 200 y 300 sin salir de Berlín. Si se incluyera en la lista ciertas formas de cooperativismo doméstico, podría elevarse más el total de hogares comunitarios.

Vivimos y trabajamos de manera cada vez más individual y en contextos cada vez más flexibles, dispuestos en todo momento a dar el salto a otra ciudad o a otro país, sin vincularnos a ninguna entidad ni empresa para permanecer en ella largos años, incluso décadas, tal como era la costumbre entre nuestros abuelos y nuestros padres. Con cada nuevo empleo cambiamos de compañeros, a veces también de amigos. Y, sin embargo, o quizá precisamente por eso, integrarnos en una comunidad es algo que nos parece deseable a la hora de buscar casa.

Pese a este incremento continuo del número de personas interesadas en esta forma de hogar, son muchos los planes que fracasan incluso antes de haberse llegado a colocar la primera piedra.

Sucede así por varios motivos, según explica LaFond, que vive en un proyecto doméstico cooperativo junto al río Spree, en el distrito berlinés Mitte. Por una parte, afirma, en las ciudades no hay apenas inmuebles adecuados, o por lo menos no en las cercanías del centro urbano. "A lo que luego se añade que, sencillamente, las pequeñas comunidades ideales no actúan tan rápido ni tienen tanta potencia económica como los inversores privados." Otro problema, prosigue, radica en la transmisión de los conocimientos prácticos para llevar a cabo el proyecto: arquitectura, materiales de construcción, formas de financiación alternativa, posibilidades de recibir ayudas... Hasta la fecha, los conocimientos pertinentes para hacer realidad un proyecto de cohousing solo habían sido capaces de adquirirlos personas aisladas y con mucho esfuerzo, por lo que cada nuevo grupo tenía que empezar de cero.

Años buscando e intentándolo, pero esta familia sigue viviendo sola

Es algo que sabe bien Kerstin Kassel-Cati. Junto con su marido, esta madre de dos hijos lleva invertidos ya en la idea mucho tiempo y mucha energía a sus 50 años de edad. Ambos dedicaron largos años a planear con dos docenas de interesados un proyecto de cohousing emplazado cerca de Grafrath, localidad vecina de Múnich. Ya habían encontrado el posible inmueble donde desarrollar la idea del grupo, que incluía todos los ingredientes usuales indispensables del cohousing: viviendas intergeneracionales, autogestión, edificios construidos con materiales ecológicos, salas comunitarias, casa de invitados, etc. Pero hoy, seis años después de la primera reunión de planificación del grupo, la familia Kassel-Cati sigue viviendo igual, es decir: solos en una casa unifamiliar.

Primero hubo dificultades en la adquisición de la finca. Además, los habitantes de la localidad se pronunciaron escuetamente en contra del plan en una resolución ciudadana. Cuando ya habían encontrado otra posible finca, una parte de los antiguos interesados se lo pensó mejor: no les gustaba la autopista nacional que quedaba cerca. Finalmente, los Kassel-Cati volvieron a emprender la búsqueda de personas afines, esta vez en colaboración con dos familias amigas. Hubo muchos interesados, pero al final pocos se implicaron realmente, menos de los necesarios para hacer frente a los gastos de construcción y compra. "Sencillamente, teníamos ideas y expectativas demasiado diferentes", refiere Kassel-Cati. Y añade además que fue un proceso doloroso, pero que conserva aún la esperanza de poder incorporarse junto con su marido a algún proyecto que ya sea realidad cuando los niños se hayan ido de casa.