Armin Köhler

Armin Köhler (1952–2014)
Armin Köhler (1952–2014) | Foto (Ausschnitt): Donaueschinger Musiktage

El musicólogo y periodista radiofónico Armin Köhler estaba considerado un visionario de la total ausencia de prejuicios en cuanto a la creatividad. Confirió un carácter inconfundible a las Jornadas Musicales de Donaueschingen, que dirigió desde 1992, y con su labor fue un impulsor de importantes nuevos caminos en el mundo musical internacional.

Un festival contra el “anquilosamiento de la actividad cultural”, organizado con la intención de dar campo libre a “estratos profundos de las intenciones artísticas contemporáneas”: nunca fueron modestas las expectativas de Armin Köhler respecto a las Jornadas Musicales de Donaueschingen. Köhler había estudiado trombón y musicología y trabajado en Leipzig y Dresde como lector editorial; cuando en 1990, inmediatamente después de la reunificación nacional, asistió por encargo de la Televisión de Sajonia a este Festival de larga tradición celebrado en el sudoeste alemán, nadie podía prever que iba a convertirse en su propio festival durante un periodo de más de veinte años y en qué medida llegaría a ser así.

Pero ya en 1992 Armin Köhler, en ese momento jefe de la sección de Nueva Música en la Radio del Sudoeste Alemán (SWF) en Baden-Baden, se hacía responsable de su primera edición anual del festival de Donaueschingen. De su predecesor, Josef Häusler, heredó las estructuras que se habían ido formando en el evento: los conciertos de la orquesta sinfónica de la SWF (convertida luego en SWR) de Baden-Baden y Friburgo, los actos con música vocal y de cámara, la idea de ser un festival de estrenos que durante un largo fin de semana de octubre ofrecía casi exclusivamente obras de encargo compuestas para la ocasión e interpretadas por primera vez.

Y el nuevo director insufló al festival nueva vida, la propia vida del mismo Köhler, que haría posibles unas 400 nuevas piezas musicales, eso sin contar las actuaciones en el marco de la serie de conciertos Ars Nova. Mantuvo estrecha relación personal, a menudo durante largos años, con los compositores de todos los países: el húngaro György Ligeti o el francés Pierre Boulez, la coreana Younghi Pagh-Paan, los alemanes Helmut Lachenmann y Dieter Schnebel, el esloveno Vinko Globokar, y asimismo con las generaciones siguientes: Wolfgang Rihm, Martin Smolka, Mark Andre, Jennifer Walshe, Francois Sarhan, Simon Steen-Andersen… La enumeración podría seguir y seguir.

Las Jornadas Musicales de Donaueschingen y no solo eso

Para muchos de estos compositores, Armin Köhler no era un organizador, sino alguien que cooperaba con ellos, a lo largo de un productivo intercambio de impresiones, muchas veces muy prolongado, acerca de los proyectos en que estaban trabajando. Y lo mismo puede decirse de los numerosos intérpretes y grupos con los que colaboró. Si Armin Köhler descubrió tempranamente tantos talentos y los fomentó, hay que agradecérselo a su curiosidad irrefrenable: no había festival de nuevos talentos al que no se acercara. Y ello aparte de los dos que creó él mismo para Donaueschingen: el taller para estudiantes “Next Generation” y el festival “Upgrade”, previsto para 2015.

Hubo también otro aspecto en el que Armin Köhler amplió las estructuras ya constituidas de las Jornadas Musicales: estableció nuevos formatos en espacios nuevos, utilizó para conciertos el parque del Palacio, la Biblioteca de la Corte, la Fábrica de Cerveza o los Establos del Príncipe, se atrevió desde muy pronto a traspasar las fronteras de otras artes y estilos y logró imponer un género como el de la instalación sonora, que al principio provocaba aún tantas risas. Y demostró también espíritu luchador en el campo de la política cultural cuando en 1996, año en que el festival celebraba su 75 aniversario, se logró evitar que las Jornadas anuales quedaran reducidas a un evento bianual.

Las Jornadas Musicales de Donaueschingen de 2014, que su director artístico, por razón de enfermedad, solo pudo seguir por la radio, llevaban por título la simple palabra “und” [“y”], algo que en principio había irritado a mucha gente. “Y” sirve para denominar un nexo de unión, en este caso entre distintas artes y en cuanto a los mismos artistas participantes, cuyos trabajos musicales se veían completados minuciosamente con otras modalidades artísticas. Armin Köhler había decidido que la labor de su vida sería actuar como uno de estos nexos de unión; un “y” conjuntivo entre compositores e intérpretes, entre quienes hacen la música y el público.

La historia de la música, una tarea universal

Dicha labor incluía también colaborar en las más diversas entidades y órganos consultivos –durante muchos años uno de ellos fue el Consejo de Cuestiones Musicales del Goethe-Institut– y, por supuesto, su actividad de periodista radiofónico, lo cual llevaba aparejada la intención no solo de participar en la creación de la historia musical reciente, sino también de levantar acta de ella y explicarla. Armin Köhler ideó así la Historia hablada de la música del siglo XX, una serie de 120 emisiones radiofónicas en la que los teóricos más diversos se encargaban de clasificar sistemáticamente la temática de la época que estaba ya terminando. Unos años después, él mismo completaría esta recapitulación añadiendo su punto de vista personal. Erlebte Geschichte [“Historia vivida”] se llamó el proyecto, en el que Köhler, recién comenzada la década del 2000, preguntaba a todos los grandes compositores por sus recuerdos y sus perspectivas.

“Recordar significa para mí que se encuentren en un mismo lugar el pasado, el presente y el futuro”, decía Armin Köhler en la emisión inaugural de esta serie que produjimos los dos juntos. Hoy no solo recuerdo innumerables situaciones vividas en el estudio, en los pasillos de la redacción o de camino a tantos ensayos, conciertos y festivales en las que siempre corrían por la atmósfera, ideas, planes y reflexiones –sobre el pasado, el futuro y el presente– con una densidad específica muy concentrada, sino que, sobre todo, recuerdo la intensidad de aquellos pensamientos. Rara vez habré estado con una persona tan capaz de entusiasmarse, ni con nadie tan capaz de traducir casi siempre ese entusiasmo en hechos sin transigir en nada. La acción propia, las fuerzas propias parecían ilimitadas y se extendían por todos los ámbitos en caso de duda. Nunca había en Armin Köhler salidas de tono ni sentimientos de superioridad, sino elevadas esperanzas puestas en la persona que tuviera enfrente, que era alguien que le importaba y de quien a menudo extraía posibilidades insospechadas.

Los ideales no solían ser tema de conversación de Armin Köhler; quizá quería aquí evitar acercarse con las palabras al terreno de la ideología. Pero tenía ideales: eran los motores de su actuación, que él consideraba una actuación en pro de la sociedad, del ser humano, de los asuntos comunes. Gran fortuna la de quien tuvo ocasión de acompañarlo en ese camino. Y difícil cubrir el vacío que su muerte significa para la Nueva Música y el mundo de la cultura.