En memoria de Ulrich Beck
Un pensador poco convencional

Ulrich Beck
Ulrich Beck | Foto (Ausschnitt): © private Fotosammlung von Ulrich Beck

Poseía un “olfato extraordinario para el futuro” y describió como nadie más los efectos secundarios no deseados del progreso. el 1 de enero de 2015 murió el gran sociólogo alemán Ulrich Beck.

Famoso se volvió Ulrich Beck con su libro La sociedad del riesgo, que apareció en 1986 inmediatamente antes de la catástrofe de Chernóbil. Pero su “olfato extraordinario para el futuro”, que le fue reconocido por esta razón, no se hizo presente únicamente en este libro, sino que marcó su obra completa. Prácticamente no hubo otro sociólogo que describiera con tal clarividencia que la Modernidad, que se había abierto paso a principios de la década de 1970 llena de esperanza en las riquísimas promesas tecnológicas del futuro, sería rebasada por los indeseados efectos secundarios justamente de ese mismo progreso.

Pero Beck no era un pesimista habitual, fue un científico que le oponía al presente el espejo de su desarrollo cada vez más crítico. A pesar de todas las crisis y de todas las catástrofes recientes como Fukushima, la caída del mercado en 2008 o el terrorismo que va en aumento desde hace 30 años, conservó la fe en la fuerza emancipadora de la Ilustración y en la capacidad de aprender de la humanidad. Por eso presentó sus tesis, críticas y llamamientos frente a la opinión pública, más allá de la esfera académica, sobre todo porque él, como muchos teóricos sociales de su generación, consideraba a la sociedad civil como el actor decisivo que generaría los cambios duraderos.

Ulrich Beck nació en 1944 en Stolp, una pequeña localidad en Pomerania que hoy pertenece a Polonia. Creció en Alemania Occidental, estudió Sociología, Filosofía y Psicología en la Universidad Ludwig Maximilian de Múnich, donde años después, tras sus primeras cátedras en Münster y Bamberg, impartió clases de Sociología durante décadas, hasta el fin de su vida. Al mismo tiempo, fue profesor invitado en la London School of Economics y en París, y fue distinguido con muchos otros puestos, honores y premios internacionales.

Debates sociológicos en todo el mundo

Pero Ulrich Beck no se hizo famoso sólo por sus análisis de la sociedad de riesgo, que al final concibió como “sociedad del riesgo global”, debido a los peligros atómicos y climáticos que rebasan las fronteras. Además, con su teoría sobre la “segunda Modernidad” suscitó debates sociológicos sobre las consecuencias dañinas a las que se expone la sociedad actual con sus grandes procesos industriales. La Modernidad, y esa era su tesis principal, se ocupa cada vez más de resolver –sino es que se encuentra ya francamente agobiada por éstas– las consecuencias de las infraestructuras creadas por ella misma, sean de tipo técnico, científico, financiero o político. Se ha vuelto “reflexiva” no sólo en sentido cognitivo, sino dramático, es decir, se ve confrontada consigo misma y con sus aspectos adversos.

Un mundo mixto cosmopolita con dinámica propia

Con un celo casi misionario, Beck le pedía no sólo a su comunidad científica sino también al gran público que reconociera y aceptara la realidad que se había tornado “cosmopolita” también ahí donde menos se le suponía tradicionalmente: es decir, en el interior de los propios Estados nacionales: aquí, en las familias, en los mundos de los migrantes y la integración, en las empresas, en las estructuras jurídicas, pero sobre todo en las grandes ciudades, tan extraordinariamente diversas y multiculturales, donde ha surgido un mundo mixto cosmopolita con una dinámica propia.

Europa como respuesta modelo

Con un gran compromiso público Ulrich Beck intercedió por el desarrollo y la reactivación de Europa y de la Unión Europea. Desde su perspectiva, Europa es la primera respuesta modelo en la historia del mundo a la sociedad trasnacional. Sobre todo desde la crisis financiera y de endeudamiento estatal, que Europa sigue sin poder resolver, Becker no cesó de brindarle a la conciencia europea su poderosa voz retórica y su ayuda argumentativa, ni tampoco cesó de criticar vehementemente la política con la que el gobierno alemán enfrentó la crisis. La dominación de los endeudados países de Europa del sur a través de las estrictas medidas de ahorro y de austeridad dictadas desde Berlín las descalificó como “tácticas de domesticación”, que al final dividirían a Europa, en vez de unirla.

Pero Beck no habría sido este pensador poco convencional tan celebrado si no hubiera tenido también para ofrecer un pensamiento tan ambiguo como consolador, cuyo contenido teórico desplegó en su último libro, que se quedó en una primera versión sin pulir. Este pensamiento se encuentra comprimido en el concepto de la “catástrofe emancipadora”: lo que los Estados, los cosmopolitas políticos y la economía no han logrado, es decir, ayudar a las personas en todo el mundo a asumir una reacción responsable y una solidaridad compartida, eso probablemente lo logrará la (prevención de la) catástrofe climática.

Su gran obra hizo de Ulrich Beck uno de los sociólogos más citados y mejor conocidos. El 1 de enero de 2015 murió a consecuencia de un infarto al miocardio.