El Gängeviertel de Hamburgo
Espacios para el arte y para vivir

Gängeviertel Hamburg
Gängeviertel Hamburg | © Franziska Holz

En el Gängeviertel (i.e., barrio de los pasadizos), un sector histórico de la ciudad de Hamburgo, estaba planeado hacer sitio para edificaciones nuevas en el año 2009. Frente a ello, un colectivo de artistas reaccionó ocupando las casas. Exigían la conservación de la estructura arquitectónica histórica de los edificios y más espacios libres para los creadores culturales en el corazón de la ciudad.

En el ensanche de Hamburgo hay calles con nombres históricos como el “Bäckerbreitergang” (i.e., pasaje ancho de los panaderos) o el “Caffamacherreihe” (“ribera de los tejedores de caffa”) que traen aún recuerdos del pasado, de la dura labor y la estrechez de antaño, aunque sin embargo hoy la vista se dirige hacia arriba: edificios de oficinas elevan sus fachadas hacia el cielo, con la luz del sol reflejándose en el cristal. En medio de ellos se encuentran los doce edificios grises del Gängeviertel. 200 artistas ocuparon en agosto de 2009 estos últimos supervivientes del asedio sufrido por el histórico barrio obrero del ensanche de Hamburgo. La Ciudad había vendido el terreno, incluidos los edificios vacíos, a un inversor holandés cuya intención era echarlo casi todo abajo. Los artistas, en cambio, exigían que en esta zona urbana central se abriese un espacio para creadores culturales con locales asequibles para talleres y viviendas. Tras haberse dedicado gran atención al asunto en la opinión pública, la Ciudad terminó por recomprar la zona, en la que ahora está realizando obras de saneamiento.

Nueva vida urbana mediante espacios para el arte

“Es algo de un valor simbólico inconmensurable –explica el fotógrafo artístico Carsten Rabe–, pues hoy hasta los niños aprenden que todo está sujeto a la presión del aprovechamiento económico.” Como en tantas otras ciudades, en Hamburgo el credo urbanístico fue durante muchos años que el que más ofrece es el que se lleva la adjudicación. Y así el centro urbano se convirtió en un área anónima compuesta por edificios de oficinas y viviendas de alquiler para una clientela adinerada.

“Si querías estar solo y tranquilo en Hamburgo, te ibas al centro a partir de las nueve de la noche”: así describe Rabe lo que llegó a ser un lugar sin vida. Pero ahora viven aquí 200 artistas callejeros y conceptuales, fotógrafas, escultores y pintores. Para Carsten Rabe, un punto importante del proyecto era vincular entre sí vivienda y trabajo en el centro urbano, insuflar nueva vida al centro de Hamburgo. Rabe disfruta de un local en el “Kupferdiebehaus” (i.e., la casa de los ladrones de cobre), el único edificio del barrio que está ya saneado por completo. En él disponen de espacios de vivienda y taller unos 30 artistas. La madera del suelo huele a fresco, las paredes son blancas y lisas. La mayoría de los artistas, sin embargo, sigue viviendo aún en edificios dotados de estufas de carbón en los que se practicó una puesta a punto provisional. El saneamiento de todo el Gängeviertel se extenderá aún durante diez años y costará, según las previsiones, 20 millones de euros. Está planeado construir aquí 79 viviendas sociales y 21 unidades para actividades económicas.

Negociar el futuro de la convivencia en los centros urbanos

La opinión pública los recibió en principio con cierta sorna, pero los artistas habían tocado un punto crucial. Al exigir el “derecho a la ciudad” y la conservación de las estructuras arquitectónicas históricas, se atrajeron el apoyo de 150 arquitectos hamburgueses. En muchas televisiones y periódicos se informó sobre aquel pequeño barrio que era el último resto de un barrio obrero más grande en el que antaño se agolpaban los edificios formando entre ellos los estrechos pasadizos que dan nombre a las calles. Lo que hace pocos años eran todavía edificios vacíos ofrecen hoy, en palabras de Christine Ebeling, portavoz de prensa del Gängeviertel, una “estructura abierta para todos los ciudadanos”. Hay exposiciones, conciertos, cafés gestionados por voluntarios. Con sus graffiti, sus esculturas y sus fachadas de la Época de la Industrialización, el barrio despierta la curiosidad de la gente que pasa por allí, llegada hoy desde todas partes del mundo. “Nosotros también hemos estado ya en todo el mundo, desde Canadá a Corea”, explica Ebeling, que ha intercambiado información con proyectos similares de todo el mundo. El gran interés internacional en el Gängeviertel y su cooperativa muestra que existe un consenso entre muchas personas acerca de cómo debe ser en el futuro la vida y el trabajo en el centro de las ciudades. No se trata, refiere Ebeling, de castillos en el aire, sino de un contraproyecto viable que se opone a la política de los años 60 y 70 del siglo XX, que propugnaba el ideal de las ciudades dormitorio orbitando alrededor de sus focos de empleo.

Imposible sin ayudas públicas

Por ello, Ebeling se encuentra en comunicación permanente con la Ciudad de Hamburgo, que, en su calidad de propietaria, colabora con la iniciativa de los artistas en todas las fases de las obras. No es esta una forma de planificación urbanística con participación ciudadana que transcurra sin fricciones. A principios de 2015 la planificación quedó en suspenso cuando la iniciativa requirió que los arrendatarios quedasen obligados por contrato a participar en la cooperativa del Gängeviertel. Cláusulas de este tipo, sin embargo, son difícilmente practicables desde el punto de vista jurídico tratándose de viviendas de promoción pública. Las discusiones con la Ciudad van a centrar también en el futuro la mayor parte de la labor, sobre todo en lo relativo a cómo habrá de continuar después el fomento del Gängeviertel. “Con los alquileres y los eventos solamente no vamos a poder financiarnos”, declara Ebeling. La “Fabrique”, por ejemplo, con sus cinco plantas, una antigua fábrica de correas y hebillas, está previsto que funcione como centro cultural que precisaría una subvención anual de 240.000 euros. Sin ayuda económica difícilmente se podrá sostener un proyecto como este del Gängeviertel, gestionado principalmente por voluntarios. “En el futuro tendremos que luchar contra esas voces que dirán: la Ciudad os ha dado ya 20 millones, ¿y todavía queréis más?”

El fotógrafo Rabe considera el proyecto Gängeviertel un fenómeno a largo plazo cuyo espíritu podrá irradiar sobre generaciones venideras. Según refiere Rabe, él mismo residente en el Hamburger Westwerk, un edificio de viviendas en el centro de la ciudad alquilado a tal efecto en 1985 por un colectivo de artistas: “Llegará un día en que el Gängeviertel se habrá consolidado, su población irá envejeciendo, se formarán familias.” En ese momento, continúa, la generación siguiente tendrá que habilitarse nuevos espacios y desarrollar nuevos conceptos para que en la ciudad siga habiendo espacios en los que artistas y ciudadanos puedan desplegar sus ideas, en los que pueda surgir lo nuevo. Porque si no existen tales espacios, las ciudades van muriéndose por dentro.