Wolfgang Kohlhaase
Un guionista, dos Alemanias

Wolfgang Kohlhaase
Wolfgang Kohlhaase | Photo: © El Mundo

El Festival de Cine Alemán de Madrid presenta “Cuando soñábamos”, escrita por un hombre que es historia viva de la cinematografía germana. 

Pocos pueden disputarle a Wolfgang Kohlhaase (1931, Berlín) el mérito de ser historia viva de la cinematografía germana. Su presencia en el Festival de Cine Alemán, que celebró en 2015 su 17 edición, se debió a Als wir träumten (Cuando soñábamos), su tercera colaboración con el director Andreas Dresen. Ambos firman una película sobre lo que supuso para toda una generación la caída del muro, en la que prácticamente ni se mencionan los 155 km de hormigón que separaron Europa en dos durante casi 30 años. Lo verdaderamente importante, como siempre debe ser, son los personajes, primero niños, luego adolescentes atrapados en sus propias ansias de libertad.

Kohlhaase, guionista desde 1953 para la DEFA, la productora estatal de la RDA, trabajó las influencias del neorrealismo italiano para contar las pequeñas victorias y grandes miserias de la Alemania de posguerra en colaboración con directores como Gerhard Klein. Su talento tenía y aún tiene que ver con la capacidad de observación, la precisión en los diálogos y la construcción de historias mínimas que, pese a su aparente costumbrismo, reflejan los procesos históricos de un país dividido durante décadas, condenado a vivir dos visiones de la realidad como si de un espejo roto se tratara. Kohlhaase trabajó a un lado y otro del muro, sufrió problemas con la censura, y posteriormente ha colaborado con algunos de los grandes cineastas alemanes de las últimas décadas, véase Volker Schlöndorff (Die Stille nach dem Schuss/El silencio tras el disparo) o el propio Andreas Dresen (Sommer vorm Balkon/Verano en el balcón). La suya es una de esas largas trayectorias cuajadas de premios y reconocimientos, que vienen a corroborar lo que resulta evidente si uno escucha o lee sus palabras, escogidas con el infalible olfato de un hombre nacido para escribir.

Wolfgang Kohlhaase, es la tercera vez que colabora con Andreas Dresen, ¿qué comparten para volver a trabajar juntos, a pesar de la diferencia de edad?

A él le gustaban mis películas y a mí las suyas. Y, otra cosa también importante, a ambos nos disgustan las mismas películas. Ahórreme la necesidad de dar ejemplos.

“Cuando soñábamos” es una adaptación de la novela de Clemens Meyer. ¿Su trabajo como guionista es más complicado en estos casos, al tener que seguir un argumento ya marcado?

No, no es más complicado, es distinto. Historias basadas en una prosa potente no se pueden abreviar meramente y rodar tal cual. Una acción que se ve en la pantalla funciona de una manera distinta que un acontecimiento narrado en una página. Intervienen los actores. Generalmente, uno debe alejarse un poco del original para volver a encontrarse con él.

¿Está el guionista o el escritor condenado a amar a sus personajes, aunque no le gusten sus acciones?

Es una mezcla de aspectos morales y estéticos. Por supuesto hay que conocer profundamente, con todos sus puntos fuertes y débiles, a todas las figuras que uno inventa, y eso también significa amarlas como personajes de una historia. “Nada humano me es ajeno”, dice el escritor. Y las doncellas insensatas son más interesantes que las buenas. Montaigne dijo sobre el acto de escribir: “No enseño, cuento.”

Ha ejercido como director en sólo dos películas. ¿Por qué tan pocas en una carrera tan longeva? ¿Se sentía más cómodo como guionista o hay alguna otra razón?

Ha venido así. Trabajaba en un periódico, escribí algo de prosa y conocí a mi primer cineasta [Wolfgang Schleif]. Nos inventamos una película. Yo la anoté, él la escenificó. También estaba junto a él en el montaje. Pensábamos en música. De todas maneras, mi primera experiencia me enseñó que hacer una película es un trabajo social. Muchas profesiones bonitas tienen que ejercerse con éxito para que al final salga una buena película.

Ha recibido multitud de premios, entre ellos el Oso de Oro honorífico en 2010. ¿Le queda algún reto más por delante? ¿Seguirá escribiendo guiones?

Los premios son decisiones de juicio. No te los puedes ganar, sólo los recibes. Y los premios por supuesto animan, y el ánimo es imprescindible independientemente de la edad que tengas. Mientras el mundo me siga alegrando y fastidiando y extrañando, y mientras yo siga teniendo curiosidad por los humanos, creo que intentaré seguir escribiendo.

Usted es un testigo privilegiado de cómo ha evolucionado la producción cinematográfica en Alemania. ¿Cómo ve el estado actual del cine de su país?

Prefiero no evaluarlo. Hay poco dinero, el mercado es limitado y está complicado, pero hay jóvenes cineastas muy buenos, que no imitan otros modelos cinematográficos, sino que nos hablan de sus propias vidas.

¿Y qué piensa de la Alemania de hoy en día y su posición con respecto al resto de Europa?

Alemania está muy en el centro. Ese aspecto, entre otros, condujo a dos guerras horribles. Espero que seamos capaces de tratar los conflictos crecientes con una cordura conciliadora.

¿Existen acontecimientos o figuras alemanas actuales en los que usted piensa como guionista “esto puede ser material para una película”?

Lo pienso cada tanto y luego lo olvido. Uno necesita historias para reflejar la Historia a través del cine.