La “Lección de alemán” de Siegfried Lenz
En qué consiste ser persona

El escritor Siegfried Lenz
El escritor Siegfried Lenz | Foto (recorte): © Ingrid von Kruse

Todo un clásico de la literatura contemporánea: la “Lección de alemán” de Siegfried Lenz ofrece modelos de comportamiento humano bajo una dictadura y sigue siendo hasta hoy una lectura favorita en el ámbito escolar.
 

Cuando Siegfried Lenz murió en 2014, el total de ejemplares de obras suyas editados en todo el mundo estaba estimado en más de 30 millones. Su obra completa incluye 14 novelas, 120 relatos, numerosas narraciones breves, piezas dramáticas radiofónicas y obras teatrales. Se las ha traducido al menos a 35 idiomas. Muchos de sus cuentos, sobre todo las peregrinas historias de la Prusia Oriental que aparecen en la colección Qué tierno era Suleyken, son lecturas utilizadas en el ámbito escolar. Con la Deutschstunde (Lección de alemán) consiguió en 1968 una de las novelas de la literatura contemporánea alemana que han atraído más atención internacional. Su actualidad se demuestra también en la incesante publicación de traducciones, como, por ejemplo, la nueva traducción de Ernesto Calabuig al español (Impedimenta) y al catalán de Joan Ferrarons (Club Editor), que aparecerán en el otoño de 2016.

La novela sigue hoy utilizándose como lectura en el grado superior del bachillerato alemán. La etiqueta “lectura escolar”, sin embargo, restringe siempre en cierta manera el valor de las obras. El autor leído en los centros escolares, el autor considerado “de valor pedagógico”, es un autor al que muchas veces no volveremos a acercarnos con curiosidad. Se trata de una lectura obligatoria, y allí donde termina el placer de la lectura empieza lo frontalmente opuesto: un trabajo de clase sobre un clásico; se le pone nota y hay que razonar la contestación a preguntas como: ¿qué relación mantienen los hermanos Klaas y Siggi Jepsen? ¿Qué termina desencadenando su resistencia contra sus padres y contra la dictadura? ¿De dónde extrae el pintor Nansen las fuerzas para resistir?; profundiza en el papel específico del arte en la dictadura. Y otra que nunca puede faltar: ¿En qué relación se encuentran la narración interna y la narración marco?; al exponerlo profundiza en el concepto “asimilación del pasado”.

Lo recordado y lo presente

El hecho es que la narración marco de la Lección de alemán, cuya acción se desarrolla en 1954, empieza con una redacción de este tipo que han mandado en la clase de alemán. Siggi Jepsen, ingresado a sus 20 años en un reformatorio para jóvenes delincuentes, no está en condiciones de escribir sobre el tema que le han ordenado: “Las alegrías del deber”. Ante la multitud de recuerdos que le evoca el asunto, no sabe por dónde empezar y entrega el cuaderno en blanco. A continuación se decreta su aislamiento hasta que tenga terminado un trabajo de castigo con idéntico tema. Pero entonces empiezan a fluir los recuerdos. Una vez empezado el trabajo, Siggi no podrá parar hasta haberlo contado todo. La retrospectiva nos lleva a 1943, cuando el muchacho tenía nueve años. Acompañaba a su padre, el policía Jens Ole Jepsen, a visitar a un amigo de la juventud, el pintor Max Ludwig Nansen. El policía tenía que notificar a Nansen la prohibición de pintar ordenada por los nazis. Durante las semanas y meses siguientes, demostrará ser un vigilante implacable de la prohibición, e incluso intentará usar de chivato a su hijo.

Pero Siggi, por el contrario, sintió simpatía por el artista, el cual ignoró la prohibición: “Voy a seguir pintando. Voy a pintar cuadros invisibles. Tendrán tanta luz, que no podréis ver nada en ellos.” El niño ayudó a esconder cuadros de Nansen, distanciándose así cada vez más de una familia fría y anquilosada en rígidos principios. En la conclusión de la novela, la acción principal y la narración marco se entrecruzan a los casi diez años de terminada la guerra: Siggi ha conseguido terminar su trabajo de castigo y por su buena conducta puede abandonar anticipadamente el internamiento.

Imágenes de gran plasticidad y virtuosismo con el idioma

Pocos libros salen indemnes de la prueba de la lectura escolar; en el mejor de los casos, no dejan más que el recuerdo de un ejercicio obligatorio poco emocionante. Los mejores, sin embargo, nos dejan un recuerdo que nunca se borrará del todo. Muy probablemente, las imágenes de la Lección de alamán se grabarán en los jóvenes lectores con más fuerza que el análisis de las constelaciones de personajes exigido para la redacción o que las preguntas acerca de la intachabilidad moral en las dictaduras. Así sucede con esos árboles de Frisia del Norte torcidos por las tormentas, o con los aguaceros, o con las casas agazapadas detrás de los setos, todo lo cual describe Lenz con un idioma lleno de virtuosismo y vigor.

Cuando la novela se publicó en 1968, acertó a explicar la sensación vital de la juventud que se rebelaba contra la generación de la guerra. Querían saldar cuentas con las mentiras en que habían vivido padres y abuelos, con el modo en que estos sepultaban, disfrazaban y callaban su culpa. “Estoy aquí ocupando el puesto de mi viejo, el policía de Rugbüll” son las palabras que Lenz pone en boca del joven internado.

Historia alemana sin politizar

Un punto se le ha venido reprochando a la novela desde su aparición: da una visión idílica del nacionalsocialismo; reduce la dictadura totalitaria mostrando un solo aspecto de la misma más bien inofensivo: no aparece ni una sola vez la palabra “judío”. Además, hace algunos años se reveló que el artista Emil Nolde, modelo de Lenz para el pintor Nansen, no había sido ni mucho menos un antinazi convencido, con lo cual empezó a tambalearse también la imagen del férreo resistente tal como lo describe la novela. En cualquier caso, tales debates siguen marcados por ceñirse demasiado a los acontecimientos reales.

Una vez desaparecida la última generación implicada directamente en la guerra, se hace posible contemplar también esta obra desde una perspectiva histórica más distante. Precisamente al no centrar Lenz su narración en las agresiones bélicas ni en el Holocausto, se puede leer la novela como una obra enmarcada en un contexto histórico concreto, sí, pero también como un modelo general de comportamiento bajo una dictadura. Lenz narra acontecimientos de la historia alemana, pero sin intención política; antes bien, se pregunta –como sucede en todas las grandes novelas– en qué consiste ser persona, por qué no acertamos a hacer el bien, sino que nos volvemos culpables, ocurra ello en Rugbüll o en cualquier otra parte.
 

En 2016 se ha publicado una novela inédita hasta la fecha, que Siegfried Lenz escribió en 1951: Der Überläufer (i.e., El desertor). Se desconocía casi por completo la existencia de esta obra, cuyo manuscrito, reelaborado varias veces, se encontró en los papeles póstumos del autor. La novela se desarrolla también durante la Segunda Guerra Mundial y en los años de la postguerra. Cuenta en ella las complicaciones de la guerra en Europa oriental y la historia de un soldado alemán que se pasa al Ejército Rojo y vive cargando con la culpa de haber matado a su suegro.