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Una labor bibliotecaria acorde con los tiempos
Se trata de personas, no de objetos

El futuro de la biblioteca
El futuro de la biblioteca | © raumlaborberlin por encargo de Kulturprojekte Berlin

Las bibliotecas engendran futuro, aunque el suyo sea incierto. Primera entrega de la serie “Las bibliotecas del futuro”.

Hasta no hace mucho tiermpo, el libro se consideraba como una puerta al mundo. Quien quisiera atravesarla, fuera cual fuese el camino que escogiera pasaba por la biblioteca. El lugar donde se reunía el saber, se revelaba y se ponía a disposición del público. Hoy en día, sin embargo, en la era de Google y Wikipedia, cuando miles de millones de libros y revistas están disponibles en formato digital, parece que todo el saber del mundo está a tan solo un par de clics de distancia de nuestro smartphon, del portatil o de la tablet. ¿Todavía son necesarias las bibliotecas y los bibliotecarios? ¿O es de esperar que se sumen a larga lista de servicios y profesiones de los que pronto se dirá que fueron borrados de la faz de la tierra debido a la irrupción de la digitalización? El debate está en plena marcha y fluctúa entre una retórica de la decadencia y el afán de progreso y, además, rehuye la respuesta simple. Los avances y desafíos que se plantean son demasiado variopintos y complejos y, hasta cierto punto, contradictorios.

La biblioteca única no existe

A primera vista puede parecer que la situación de las bibliotecas no es nada mala: pese a la omnipresencia de los medios digitales, los alemanes usan las bibliotecas universitarias y públicas con más frecuencia que nunca. En Alemania, alrededor de doscientos veinte millones de visitantes las convierten anualmente en una de las instituciones culturales más populares del país, por delante de los museos, los cines y los estadios de la Bundesliga. Además, la variedad de las aproximadamente diez mil bibliotecas científicas y generales sigue siendo enorme. Si en las bibliotecas académicas y de investigación, en las que se aprecia una gran concurrencia, lo importante es la apropiación y la producción de saber, en muchas bibliotecas públicas y municipales se advierte que el valor radica en ofrecer una visita de calidad y un lugar de encuentro. Se arrinconan las antiguas instalaciones funcionales de préstamo y surgen cómodos espacios donde sentarse a leer y, en muchos casos, también cafeterías donde pasar el rato; la oferta se completa con lecturas y un amplio programa de actividades.

¿Modelo descatalogado o simplemente pendiente de sanear?

Según los sociólogos, el resurgimiento de las bibliotecas se debe a su función de“tercer lugar” no comercial (Ray Oldenburg), más allá de la vivienda y el trabajo, y al deseo de desengancharse por un momento del mundo globalizado y conectado. Para algunos usuarios se tratan de lugares de retiro, a otros les brinda la posibilidad de participar en la vida cultural y pública sin que importe su estatus social o sus ingresos. Las bibliotecas públicas se consideran un factor democrático justamente por ser espacios no comerciales abiertos a toda la población. Hasta aquí la teoría, la realidad política y económica a la que se enfrentan muchas bibliotecas habla un idioma distinto, cargado de crisis. Y esto sería así aunque no hubiese irrumpido la digitalización. De hecho, las bibliotecas empezaron a vaciarse mucho antes de que internet se convirtiera en el medio de las masas. El abandono paulatino de las cajas de ahorro públicas dictaminó el plan de ahorro al que sometió a las bibliotecas. Se recortaron los presupuestos para hacer nuevas adquisiciones y el equipamiento bibliotecario y se redujo el personal y el horario de apertura. En los últimos años, muchas bibliotecas se han visto obligadas a fusionarse e incluso a cerrar. Por eso, la inauguración de una serie de bibliotecas formidables en las grandes ciudades alemanas no debería de llamar a engaño, mientras muchas de sus hermanas de provincia se deterioran en silencio. No sorprende, pues, que se tenga la impresión de que las bibliotecas dejaron atrás su época de esplendor. Entonces, ¿son un modelo descatalogado o simplemente pendiente de sanear? ¿Hay quien lo pueda diferenciar?

promover y preservar

Sin embargo, el rendimiento que se exige a las bibliotecas no ha disminuído por ello. Al contrario, las tareas se amplían y diversifican. Desde hace mucho tiempo, el sistema de préstamo incluye, además de libros, medios electrónicos, música, juegos y películas, aunque, en una época en la que todo se puede tener online en cualquier lugar y en cualquier momento, las bibliotecas ya no pueden justificar su existencia aduciendo el suministro de información. Cada vez resulta más importante poder transmitir a las personas, independientemente de su edad o de su origen social, herramientas que ayuden a abordar de modo competente la marea de información disponible. Y en realidad las bibliotecas están predestinadas para eso. Pero necesitan los correspondientes recursos materiales y económicos, así como cambiar el modo en que se conciben a sí mismas. En lugar de cumplir las funciones clásicas como, por ejemplo, la tarea de catalogación, las bibliotecas se ocupan y preocupan ahora con y por el trato con el usuario. “En las bibliotecas lo que importa es la gente, no el material”, dice la especialista estadounidense Rebekkah Smith Aldrich. Se trata de personas, no de objetos. En el fondo, es una obviedad, pero para muchos defensores del gremio supone un cambio de mentalidad. A su vez, los escépticos temen que, aunque el cambio es necesario, algo se perderá, por ejemplo, la importancia de la palabra impresa, del libro. Se escuchan reproches de arbitrariedad, de quererlo convertir en un “evento”.

Frente a un entorno vertiginosamente cambiante, no es tarea fácil para las bibliotecas desarrollar estrategias espaciales, mediáticas y pedagógicas acordes a la época y a la vez no tirar por la borda aquello que constituye su éxito, ser el depósito del saber y de la herencia cultural, ser una institución educativa y un lugar de encuentro, ser idea y espacio físico a la vez: las bibliotecas siempre han sido muchas cosas al mismo tiempo y, según sus objetivos y el público al que se dirigen, muy diferentes entre sí. Ante todo son un lugar de sorpresa. Eso escribió Michael Knoche, hasta 2016 director de la Herzogin Anna Amalia Bibliothek de Weimar, en su libro Die Idee der Bibliothek und ihre Zukunft (La idea de biblioteca y su futuro). Se refería a que los usuarios e usuarias pueden toparse con temas y contenidos que no estaban buscando. Y esto sucede, además, "más allá de los ya arraigados algoritmos de búsqueda y los caminos trillados" que Internet tiene preparados para nosotros. Con todo derecho las bibliotecas pueden describirse como los buscadores de la época pregoogle, pero siempre fueron más que eso, más que herramientas.

Las bibliotecas engendran futuro

Según los expertos, ante un mundo en pleno cambio y un saber que crece de modo exponencial, las bibliotecas son más importantes que nunca para la cohesión de la sociedad, debido a su capacidad de encontrar respuestas a los nuevos desafíos. En otras palabras: si no hubiera bibliotecas, habría que inventarlas. Pero en tal caso, probablemente las bibliotecas serían diferentes a los espacios resultantes que la actual generación de bibliotecarios ha heredado. ¿Cómo deben transformarse la estructura, la arquitectura y el diseño de las bibliotecas si el foco ya no está puesto en el catálogo sino en los usuarios? ¿Cómo han de ser sus aportes a la participación democrática y a la competencia mediática en tiempos de desigualdad creciente, noticias falsas y manipulación digital? ¿Qué pueden hacer las bibliotecas para atraer a capas de la población alejadas de la cultura? ¿Y qué papel cumplirán en el futuro los bibliotecarios y las bibliotecarias?

Preguntas y más preguntas. Tomadas en conjunto dan la imagen de un gremio y un bien público en proceso de cambio. No hay recetas o respuestas sencillas para el interrogante de cómo harán las bibliotecas para estar a la altura de las expectativas depositadas en ellas. Y así, su futuro se decidirá, por una parte, según la capacidad que tenga cada institución para, a la vez que sigue en pleno funcionamiento, reinterpretar su papel en la sociedad; por otra, en el valor que las bibliotecas tengan para nosotros en cuanto sociedad.
 
Desde su fundación en 2009, la Next Library® Conference se ha convertido en uno de los congresos más importantes de bibliotecas públicas. En septiembre de 2018 se realizará por primera vez en Berlín. El Goethe-Institut aprovecha la ocasión para hacer una documentación sobre el futuro de la biblioteca en una serie titulada "Desafíos, tendencias y ejemplos de éxito".

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