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El trabajo sostenible
Aportar de manera solidaria y ecológica

Extinción de biodiversidad, cambio climático, contaminación medioambiental, pandemias, pobreza creciente, acumulación de riquezas… También el mundo laboral tiene parte de culpa en estas situaciones. Esa es la razón de que cada vez más personas busquen cómo contribuir en armonía con los valores de la solidaridad y la ecología, en pocas palabras: cómo el trabajo puede ser sostenible.
 

De Victoria Berni

¿Hasta qué punto el mundo laboral es corresponsable en catástrofes medioambientales y desigualdades sociales?

La sociedad occidental de hoy se distingue por su consumo desmesurado y una orientación al gigantismo en instalaciones industriales e infraestructuras. La herencia colonial y la economía libre de mercado globalizada y capitalista hacen posibles en algunas empresas un productivismo que supera todos los estándares socio-ecológicos, y ello con costes extremadamente reducidos.

Paulatinamente, cada vez más personas toman conciencia de la responsabilidad del trabajo en la crisis medioambiental y social. Profesiones en el área de la ingeniería reciben descalificaciones y abandono por parte de jóvenes con los estudios recién terminados. Incluso a los campos de actividad asociados con la transformación ecológica -energía eólica industrial, biocombustibles y biogás, gestión de residuos– se les reprocha hoy que son green washing: una maniobra de distracción consistente en que la imagen corporativa tenga un aspecto más verde, mientras se escamotean sus prácticas nocivas para el medio ambiente.
  • Victor Foto: © Victor Janjic
    Victor
    Después de estudiar ciencias de la comunicación, Víctor acaba trabajando en el marketing de clubes nocturnos, donde el alcohol fluye a raudales y la riqueza se exhibe con facilidad. Mientras se pierde en la superficialidad de las fiestas de la espuma en enormes clubes de playa, lee el libro "Pourquoi tout va s'effondrer" de Julien Wosnitza, entonces activista de Sea Shepherd. Víctor decide unirse a él en el "Kraken", el velero de la asociación Wings of the Ocean, para concienciar sobre la contaminación por plásticos en el océano.
  • Orianne Foto: © Orianne
    Orianne
    Orianne ya ha dejado el competitivo mundo de la moda cuando decide convertirse en trabajadora social. Otra decepción. Enfadada por la falta de atención y la hipocresía de las empresas, autoridades y asociaciones del sector, deja las instituciones para implicarse en una iniciativa de formación continua feminista. Hoy dirige talleres de educación sexual en institutos y defiende los valores de respeto, escucha, benevolencia, empatía y consentimiento.
  • Clémentine Foto: © Clémentine Volbart
    Clémentine
    Como ingeniera agrónoma de una gran empresa láctea, el principal trabajo de Clémentine es elaborar los planes semanales de abastecimiento de leche para las distintas fábricas de la empresa con el fin de optimizar los costes de producción y transporte. Un día, le encargan que rompa la huelga de los trabajadores de una fábrica. Lo deja y decide iluminar fotográficamente la profesión de agricultor. Su socio, antiguo diseñador de aviones y coches, quiere pasarse a los métodos de construcción ecológicos y aprende a construir con madera. Traducción realizada con la versión gratuita del traductor www.DeepL.com/Translator
La pandemia de coronavirus ha sacado a la luz lo absurdo del mundo laboral: muchas profesiones que toman parte activa en daños sociales y medioambientales disfrutan un prestigio económico y social elevado, mientras que no gozan de reconocimiento otras que contribuyen al bien común. El confinamiento ha hecho visibles trabajos-basura, oficios carentes de sentido y de utilidad, que no sirven más que para mantener una ocupación. Al mismo tiempo, de repente se pasó a honrar a profesiones dedicadas a los cuidados. Entre ellas está la asistencia a otras personas en las áreas limpieza doméstica, salud, aspectos sociales y educación. Son oficios que suelen estar desprestigiados económica y socialmente y que se encuentran principalmente a cargo de mujeres.

¿Qué es el trabajo sostenible?

Hoy existen iniciativas medioambientales y sociales que están poniendo a prueba distintas posibilidades de contribuir al bien común. En la marisma de Poitou, una región pantanosa de Francia, una cooperativa abrió en 2007 un taller de yurtas y un cámping ecológico: La Frênaie. La iniciativa salía del deseo de desarrollar un espacio habitable saludable, ecológico, autoedificado y asequible, pero a la vez también se pretendía crear un lugar para educar sobre temas medioambientales en un entorno de gran biodiversidad amenazado y merecedor de protección. No manda un jefe ni una jefa, sino que el mando, los conocimientos y las herramientas de trabajo son asuntos compartidos. En la Saboya, una pequeña granja llamada l’Étoile Verte cultiva desde 2008 plantas medicinales y espirulina. La espirulina es una cianobacteria con un valor nutritivo extraordinario. La granja vende localmente, funciona con una jerarquía plana como La Frênaie y presta resistencia al modelo capitalista de expansión.

Si se piensa en que el trabajo significa emplear para algo el tiempo, el cuerpo y la mente, estas iniciativas ofrecen todo un yacimiento de ideas sobre el tema del trabajo sostenible. Por sostenibilidad se entiende, en términos totalmente generales, las condiciones que posibiliten a las personas asegurar su perduración. En la tarea se trata, evidentemente, de respetar los límites del planeta, pero también de que esa perduración sea posible respetándose la dignidad humana. La sostenibilidad, por tanto, tiene que incluir un componente social. En último término, significa una democracia ecológica que no tolere ninguna opresión sistémica en razón de clase, género ni raza.

¿Qué actuaciones necesarias trae consigo el auge del trabajo sostenible?


En Marsella, antiguas empleadas/os de McDonald's a quienes se había despedido tras prolongadas luchas laborales se incautaron de su restaurante para convertirlo en un lugar solidario que fomenta la agricultura urbana y la alimentación saludable y lucha contra la pobreza: Après M. El objetivo de la antigua plantilla, del vecindario y los comercios del barrio y de todas las personas comprometidas con Après M es gestionar un “restaurante social de comida rápida” a través de una asociación de utilidad pública. Porque la gente allí no cobra. La pobreza es una realidad para millones de personas con trabajos voluntarios que con su trabajo se esfuerzan por el bien común. Y esa es la realidad de tantas y tantos activistas que dedican su vida a lucha por la justicia ecológica y social defendiendo al con ello nuestras conquistas sociales y nuestro medio ambiente.

Por ello parece necesario organizar la manutención vital colectiva, para que cualquier persona esté en condiciones de aportar algo a nuestra sociedad de manera justa, significativa y digna. En cuanto a vías de solución, se puede considerar introducir una renta básica incondicional, remunerar el trabajo voluntario creando muchas plazas en la administración pública, revalorizar significativamente las profesiones con la denominada “relevancia sistémica” e instaurar una organización plana de las condiciones vitales en el nivel local. 

Tras sus estudios universitarios de Ciencias de la Comunicación, Victor va a parar al marketing del ocio nocturno, donde corren ríos de alcohol y se exhibe la riqueza de buena gana. Perdido en la superficialidad de fiestas de la espuma en clubs de playa gigantescos, lee el libro Pourquoi tout va s’effondrer de Julien Wosnitza, en aquella época activista en Sea Shepherd. Victor se decide a acompañarlo en el “Kraken”, el velero de la asociación Wings of the Ocean para informar sobre la contaminación del océano con plásticos.

Clémentine, ingeniera agrónoma en un gran grupo empresarial lácteo, se dedica básicamente a hacer los planes semanales para abastecer de leche las distintas plantas del grupo, con el objetivo de optimizar costes de producción y transporte. Un día recibe el encargo de terminar con la huelga de la plantilla en una fábrica. Se despide y decide ilustrar fotográficamente la profesión agropecuaria. Su compañero, antiguo diseñador de aviones y automóviles, quiere cambiarse a los métodos de construcción ecológicos y está aprendiendo a construir en madera.

Orianne había abandonado ya un mundo tan extremadamente competitivo como el de la moda cuando decide hacerse trabajadora social. Una nueva decepción. Enfurecida por lo insuficiente de la asistencia y por la santurronería de empresas, autoridades y asociaciones que trabajan en el área, abandona las instituciones y se implica en una iniciativa feminista para la formación continua. Hoy dirige talleres de educación sexual en institutos de bachillerato y aboga por los valores respeto, escucha, benevolencia, empatía y entendimiento.

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