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Renta básica incondicional
¿Idea utópica o cambio necesario de paradigma?

La Asociación Suiza de la Renta Básica llevó la idea hasta un referéndum, pero el pueblo suizo votó en contra.
La Asociación Suiza de la Renta Básica llevó la idea hasta un referéndum, pero el pueblo suizo votó en contra. | Foto (Detail): Ennio Leanza © picture alliance / KEYSTONE

La idea de una renta básica incondicional le resulta atractiva a mucha gente. En cualquier caso, que se trate o no de un plan realizable y, sobre todo, cómo podría llevarse a cabo son temas sobre los que se lleva años discutiendo tanto entre personas legas como expertas. Ahora, una iniciativa desarrollada en Berlín busca respuestas nuevas, y con ello quizá podría reavivar la cuestión en Alemania.
 

De Lea Hampel

La primera vez que leyó el correo electrónico, Lisa Buchenauer pensó que era spam. Estaba en Leipzig, de vuelta a casa sentada en el tranvía, subió el cursor arriba y volvió a bajarlo, y no podía creérselo: había sido elegida para percibir una renta básica durante tres años. Tal fue la sorpresa de esta estudiante de doctorado, que envió un correo a una investigadora del Instituto Alemán de Análisis Económicos (DIW), colaboradora en el estudio “Proyecto piloto Renta Básica”, en el marco del cual iba a percibir el dinero Buchenauer. Quería que le confirmasen el mensaje. El contacto con el estudio, puesto en marcha por la asociación berlinesa “Mein Grundeinkommen” (Mi renta básica), había sido para ella pura casualidad. En este momento, desde julio de 2021 ingresan en la cuenta bancaria de Buchenauer 1.200 euros cada mes. El primer proyecto piloto alemán de renta básica está formado por tres estudios sucesivos. El primero, en marcha en este momento, empezó con 1.500 personas participantes: 120 de ellas, como Lisa Buchenauer, cobrarán mensualmente durante tres años. Los efectos se cotejarán con los de un grupo de comparación.

Una idea más antigua que la del Estado Social alemán

El economista Rigmar Osterkamp lleva años observando el tema de la renta básica incondicional. El economista Rigmar Osterkamp lleva años observando el tema de la renta básica incondicional. | © privat Tras la convocatoria de 2020 se ofrecieron para el estudio varios cientos de miles de personas. En aquel momento muchas de ellas se habían quedado sin ingresos por la pandemia, y su esperanza era recobrar seguridad para unos cuantos años. Y muchas no solo se ofrecieron para el estudio, sino que firmaron peticiones y escritos al Gobierno Federal solicitando la introducción de una renta básica. “Es una idea que siempre vuelve en oleadas”, afirma con cierto laconismo Rigmar Osterkamp. Es economista y se dedica desde hace años a la renta básica. Dentro del mismo largo plazo, observa cómo la idea vuelve a florecer por fases: como respuesta a la digitalización, como posibilidad para simplificar el subsidio de desempleo, como oportunidad de reducir la burocracia de la asistencia social.

La idea por sí misma viene de mucho antes que los problemas que hoy se pretende resolver con ella. Se considera como uno de sus partidarios al economista estadounidense Milton Friedman, y hay quienes incluso se remiten al estadista, escritor y humanista inglés del Renacimiento Thomas Moro.

¿La renta básica incondicional traería consigo felicidad o vagancia?

Sobre cómo se implementaría una renta básica están en discusión distintos modelos: empiezan por un pago a tanto alzado para todas las personas, pasan por la abolición de cualesquiera otras prestaciones públicas tales como las ayudas por descendientes, y terminan con el impuesto negativo sobre la renta, en el que solo cobra quien gane un importe mensual determinado. Argumentos clásicos que se manejan en favor de la idea son la desaparición de empleos por las nuevas tecnologías, los elevados costes administrativos de la asistencia social y una confianza menguante en el Estado. Los argumentos en contra también son de peso. Una renta básica para todas las personas haría saltar por los aires el presupuesto federal y esconde el peligro de un “efecto hamaca” social: las personas podrían dejar por completo de trabajar. A ello se le añaden muchas otras cuestiones pendientes. ¿Qué ayudas complementarias habrá para personas con necesidades particulares, para quienes sufran por ejemplo limitaciones corporales o para familias monoparentales? ¿Qué cambios habría que hacer en la noción de ciudadanía si existieran pagos incondicionales? ¿Debería la infancia percibir los mismos importes que las personas adultas y, si la respuesta es sí, hasta cuándo podrían decidir los padres qué se hace con el dinero? Y ¿qué sucedería si luego no queda nadie que quiera conducir autobuses o limpiar lavabos?

Michael Bohmeyer fundó la asociación "Mi Renta Básica". Michael Bohmeyer fundó la asociación "Mi Renta Básica". | Fabian Melber
Todas estas cuestiones las conoce bien asimismo Michael Bohmeyer. Este berlinés fundó hace ocho años la asociación berlinesa “Mein Grundeinkommen” y recaudó fondos mediante crowdfunding. Cada vez que los ingresos llegaban a 1.200 euros, el dinero se sorteaba entre participantes que se habían registrado. Se han llegado a financiar más de 1.000 rentas básicas con más de 200.000 donativos. A Bohmeyer le ha llegado a menudo de las personas perceptoras que la renta básica les ha eliminado tensiones y les ha cambiado la vida, una circunstancia que sin embargo se ha desdeñado muchas veces como “evidencia anecdótica” sin relevancia empírica. Por ese motivo la asociación puso en marcha también el “Proyecto piloto Renta Básica” entre cuyos participantes se encuentra Lisa Buchenauer. La investigación, con carácter independiente, corre a cargo del Instituto Alemán de Análisis Económico y de personal investigador de la Universidad de Colonia y de la Universidad de Economía de Viena. Para averiguar los efectos prácticos del importe mensual, Lisa Buchenauer y otras más de 1.000 personas integradas en un grupo de control responden a seis cuestionarios en tres años. Por otra parte, se aplican métodos complementarios para determinar cómo cambian su comportamiento las personas perceptoras y en qué estado personal se encuentran: por ejemplo, mediante muestras de pelo que permiten medir el nivel de estrés y mediante valoraciones de datos sobre movilidad. Bohmeyer y el personal investigador implicado esperan así poder demostrar empíricamente el efecto de una renta básica.
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Parece que la renta básica elimina el miedo existencial y mejora el trabajo.”

Michael Bohmeyer

Lo que Lisa Buchenauer sabe ya es que la renta básica le ha cambiado la vida. “Si se me hubiera estropeado la lavadora, eso hasta hace un año habría sido un problema. A una estudiante de doctorado no se le paga nada, no tiene posibilidad de ahorrar”, explica esta científica de la nutrición. Ahora se siente más segura; por primera vez tiene ahorros de reserva, y está feliz de no tener que preocuparse por la inflación actual. De todos modos, hasta que estos datos y otros sean incorporados en el estudio tiene aún que pasar tiempo. En el verano de 2022 se presentarán unos primeros resultados, estando previsto que esta parte del estudio finalice en 2024. Tras ello, el proyecto piloto seguirá su marcha; la asociación pretende experimentar con importes y tipos tributarios de distinta cuantía, observando para ello a grupos más numerosos con distinta composición.
Doktorandin Lisa Buchenauer Gracias a la renta básica, la estudiante de doctorado Lisa Buchenauer tiene por primera vez unos ahorros y se siente más segura. | © Sebastian Wiedling / UFZ El experimento berlinés tampoco es, ni mucho menos, el primero que se realiza en torno a la renta básica. Ha habido ya más de una docena de intentos, entre ellos uno célebre que se desarrolló en los EE. UU. en la década de 1970 y sobre cuyos resultados se ha llegado a realizar varias valoraciones a lo largo de los años. En la prensa ocupó muchos titulares sobre todo el experimento de Finlandia, donde, de 2016 a 2018, se dejó de restar de la ayuda a personas desempleadas lo que ganaran adicionalmente, simulando con ello unos ingresos de carácter incondicional. Y, en este momento, varios miles de personas en Kenia están recibiendo una manutención vital mínima a través de la organización estadounidense “Give Directly”, a la vez que también se les encuesta regularmente.
 

Consecuencias en índices de divorcio y en salud psíquica

Como científico, Osterkamp ve con escepticismo muchos de los experimentos realizados hasta la fecha. Las 122 personas participantes en el experimento berlinés le parecen una cifra “extraordinariamente baja”, aunque no duda de que se explica por el coste. En otros experimentos critica que la atención se centre en grupos equivocados, como puede ser en Finlandia el limitarse a personas desempleadas. “Solo me parecen buenos de verdad técnicamente dos de los experimentos hasta la fecha.” Los experimentos grandes de los EE. UU. de hace cuarenta años, afirma Osterkamp, tuvieron una ejecución muy sistemática, con seguimiento científico a cargo de varias universidades, y la muestra era grande. También le parece prometedor el experimento actual de Kenia, pues tiene la ventaja de que está planeado para un plazo largo e incluye a muchísimas personas participantes. Muchos estudios han arrojado también resultados realmente interesantes: en el estadounidense subió el índice de divorcios; en Finlandia a la gente le fue mejor psicológicamente. Los primeros resultados que arroje Berlín tardarán aún en llegar hasta el año que viene. Pero, según Bohmeyer: “En ningún proyecto piloto de RBI de ninguna parte del mundo ha habido indicios de que la RBI reduzca las horas de trabajo. Tampoco los esperamos en el nuestro”. Estos años pasados, añade, las personas que ganaban los sorteos dejaban ver “un gran cambio, pero nunca indolencia. Al contrario: la gente se vuelve más productiva. Hay quienes cambian de trabajo porque la RBI es un respaldo para poder buscar mejor un trabajo que les venga realmente bien. El efecto –prosigue Bohmeyer– es como si la renta básica eliminara la angustia por la existencia e hiciera que trabajar sea mejor”.
 
Si, pese a los numerosos experimentos y a estos resultados, ningún país ha introducido aún la renta básica, se debe para Osterkamp a un motivo sencillo: “Ningún experimento puede dar respuesta definitiva a la cuestión de qué cambios de comportamiento desencadenaría una renta básica”. Pues, por una parte, explica, el cambio de paradigma en caso de introducirse una renta básica sería tan grande, que es imposible simularlo mediante experimentos, que siempre están limitados temporalmente y a ciertos grupos. Cómo cambiarían los salarios, la motivación laboral y el clima social si también el vecino, la maestra y la limpiadora percibieran una renta básica es algo muy difícil de predecir científicamente. Lo mismo se desprende de cómo ve el experimento Lisa Buchenauer: “No se me va de la cabeza que esto terminará en algún momento, y por eso no he usado el dinero en mejorar mi nivel de vida”, refiere. Por otra parte, quienes están tanto a favor como en contra van a seleccionar de los estudios, también en los más convincentes, lo que se ajuste a su manera de pensar. Un ejemplo de ello es la subida del índice de divorcios en los experimentos estadounidenses. Para quienes están en contra, fue un argumento de que una renta básica genera “corrupción de las costumbres”. Las personas a favor vieron en ello algo positivo: como las mujeres ya no dependían económicamente de sus maridos, pudieron emanciparse y tomar las riendas de su vida.

Entonces, ¿resulta ocioso llevar a cabo experimentos y debatir sobre la renta básica? No piensa así Osterkamp. A largo de los años en que se ha dedicado al tema, se han hecho, opina, muchas cosas. El último gran paso han sido los planes de un “Bürgergeld” o dividendo ciudadano (un concepto, por lo demás, procedente del debate sobre la renta básica) con el que el actual Gobierno Federal alemán pretende reemplazar la prestación social básica para personas sin empleo (“Hartz IV”) y al que sería más sencillo acceder. “Es un paso en dirección a la renta básica aunque sin llamarla así”, opina Osterkamp. Si la renta básica podría resolver realmente a largo plazo problemas sociales y económicos es una cuestión que tampoco Lisa Buchenauer se siente capaz de resolver. No se ve a sí misma expresamente como defensora de la idea, ni siquiera tras un año percibiendo los pagos. “Según lo veo, lo que sí hace falta ya es una transformación radical en el sistema social.” E igual de necesaria, opina, sería más investigación científica sobre el tema. Algo a lo que ella misma contribuye en este mismo momento.

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