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La lección de alemán
Festival de cine alemán (II)

Fotograma de “La lección de alemán ” de Christian Schwochow, 2019
Fotograma de “La lección de alemán ” de Christian Schwochow, 2019 | © Wild Bunch

El cineasta adapta la novela homónima de Siegfried Lenz, un clásico de la literatura alemana sobre los años del nazismo.
 

De Miguel Muñoz Garnica

Siggi, un veinteañero internado en un reformatorio recibe la tarea de escribir una redacción sobre las “alegrías del deber”. Aunque en un principio se percibe incapaz de completarla, consigue arrancar la escritura hilándola sobre la figura de su padre durante los años finales del nazismo: un jefe de policía local con un sentido del deber rayano en la psicopatía. Surge así una historia de crecimiento contada como un volcán de memorias, una interpretación de la niñez a partir de pensarla bajo el concepto del deber oscilatorio entre dos figuras paternales: el padre de Siggi y un pintor al que el primero debe vigilar para cumplir la prohibición de pintar que el régimen le ha impuesto. Siggi, en un principio compinchado con su padre para cumplir el mandato, se siente pronto atraído por el artista y su obra.

No hace falta contar mucho más para hacerse una idea de dónde radica uno de los puntos fuertes de la novela: una voz narrativa que no se limita a recorrer una trama, sino a darle una dimensión de crecimiento personal al hecho de construirla a base de fragmentos de recuerdo, de narrar para narrarse a uno mismo. Una adaptación cinematográfica iba a flaquear inevitablemente en este punto, habida cuenta de la dificultad de trasladar todos los matices de una voz narrativa en primera persona al medio, o de conseguir conferir a las imágenes cierta cualidad memorística.

Fotograma de „La lección de alemán“ de Christian Schwochow, 2020 Fotograma de „La lección de alemán“ de Christian Schwochow, 2020 | © Wild Bunch
Schwochow renuncia claramente a intentar siquiera traducir ambas cuestiones. No da cabida a un recurso esperable como la voz en off y confiere a las escenas una perspectiva emocional distante, objetivista, casi hanekiana. El cineasta busca su principal aliado en las localizaciones. La historia transcurre en un pueblo remoto del Norte alemán, un paisaje de marismas y dunas dominado por los ocres, verdes y azules desaturados. Schwochow tiende a equilibrar los acercamientos a sus personajes con grandes planos generales fijos que los inscriben en este entorno, acaso buscando una comunión con el arte prohibido que vertebra la trama: mirar al mundo más allá del drama, pero aun así desde el drama.

En este punto, la película también coincide con la sensibilidad del narrador del libro, que inserta evocaciones de imágenes mentales sublimes experimentadas durante aquellos años duros. Por ejemplo, la de su hermana balanceándose en un columpio, un motivo al que Schwochow dedica varios planos de un estilo algo academicista. Así, acoge la estructura analéptica del libro, pero en sus imágenes termina por pesar más la sensibilidad del presente que el ejercicio de la memoria. Eso y un marcado discurso sobre la historia alemana como un Saturno que devora a sus hijos, como evidenciará un desarrollo final en el que sus padres, el sanguíneo y el artístico, terminen por dar la espalda a Siggi.
 

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