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Arte robado colonial
Colecciones controvertidas

Wissenschaftler Ndzodo Awono zeigt im Schaumagazin des Überseemuseums Bremen eine Pfeife aus Kamerun
Wissenschaftler Ndzodo Awono zeigt im Schaumagazin des Überseemuseums Bremen eine Pfeife aus Kamerun | Foto (Detail): Carmen Jaspersen © picture alliance

¿Cómo deben los museos alemanes manejar las enormes cantidades de objetos de la época colonial? El debate gira principalmente en torno a la restitución. Pero hay algo mucho más importante.

De Ulrike Prinz

“Las ciencias naturales coleccionaban y los museos etnográficos se hinchaban como hipopótamos embarazados”, se lee en uno de los libros del explorador alemán de África Leo Frobenius (1873–1938). “Pero en ese entonces nadie tenía idea de todas las cosas inusuales que se estaban embolsando, y todavía hoy seguimos sin saberlo.”
 
El colonialismo les allegó grandes cantidades de objetos a los depósitos de los museos europeos. Un ejemplo: de los 25.300 objetos procedentes de Namibia, Camerún y Oceanía que posee el Museo Linden, en Stuttgart, 91 por ciento fue adquirido entre 1884 y 1920. En primer lugar de la lista de quienes se hicieron de estos objetos estaban miembros del ejército, todos ellos legos que tomaban lo que les placía. A los europeos, sigue contando Frobenius, de por sí lo único que les interesaba en cuanto a la repartición de África, era el poder económico y político: “Hubiera sido imposible que tuvieran menos sentido por la cultura de África.”
 
Los dilatados acervos de la era colonial se han convertido en un problema. Hoy nos enfrentamos a la incómoda pregunta: ¿Quién tiene derecho a los artefactos que unos consideran objetos de arte y otros, productos culturales? ¿Quién tiene derecho a poseerlos? Pero, todavía más importante: ¿quién tiene derecho a expresar una interpretación científica sobre ellos?
 
Este debate se encendió recientemente, debido a un informe de la historiadora del arte Bénédicte Savoy y del economista senegalés Felwine Sarr: The Restitution of African Cultural Heritage. Toward a New Relational Ethics (La restitución del legado cultural africano. Hacia una nueva ética de las relaciones). Este ensayo, publicado en noviembre de 2018, estremeció al mundo de los museos. Desde entonces prácticamente no ha pasado una semana sin que aparezca en la prensa algún artículo o toma de posición sobre el arte robado y la restitución. El presidente de Francia, Emmanuel Macron, declaró que el arte africano ya no debía seguir siendo prisionero de los museos europeos y que debía ser restituido.
 
Por el contrario, en Alemania, durante mucho tiempo se guardó silencio al respecto. No obstante, debido a la inminente inauguración del Foro Humboldt en el otoño de 2019, era urgente que se diera una reacción oficial. ¿Pues cómo sería posible exhibir en pleno centro de Berlín objetos de todos los países del mundo: “embolsados”, obtenidos por trueque, comprados o robados? ¿Y precisamente en el reconstruido Palacio de Berlín, la suntuosa residencia de los reyes prusianos y los emperadores alemanes, de Guillermo II, bajo cuya regencia se perpetró el genocidio de los herero y los nama? Un “defecto de nacimiento” del Foro Humboldt, cuyos dirigentes ahora tienen dificultades para manejar este tipo de simbolismo. El 13 de marzo de 2019 las ministras federales Monika Grütters (CDU) y Michelle Müntefering (SPD) se posicionaron junto con las y los ministros de cultura de los estados federados y las autoridades municipales y presentaron sus “Primeras directrices” para manejar colecciones provenientes de contextos coloniales.

Los tesoros del Museo Etnológico en Berlin-Dahlem se mudan al nuevo Foro Humboldt Los tesoros del Museo Etnológico en Berlin-Dahlem se mudan al nuevo Foro Humboldt | Foto (detalle): Thilo Rückeis © picture alliance
En este documento prometieron un “manejo honesto, creíble y sensible” de los acervos, sustentado “por el diálogo entre pares, la comunicación y la reconciliación con las sociedades afectadas por el colonialismo”. La superación y elaboración de la historia colonial alemana, se afirmó, es “parte de nuestra cultura de la memoria social compartida”.
 
Igualmente se le debe buscar una respuesta a la pregunta de qué es realmente lo que está almacenado en los depósitos de los museos. El documento con los lineamientos les exige a las instituciones que documenten, inventaríen y digitalicen sus acervos de la manera más detallada posible. También expresa que no es únicamente tarea de quienes pertenecen a las sociedades de origen el buscar las piezas que podrían ser restituidas. Por el contrario, las y los políticos dedicados a la cultura les exigen a los museos que busquen tales objetos de manera “autónoma y proactiva”. El conocimiento y la pericia de las personas de los países de origen de los objetos deben ser considerados como fuentes importantes.

La biografía de los objetos

Pero mientras que en los suplementos culturales alemanes todavía se estaban dando espectaculares disputas acerca de los aspectos éticos y jurídicos de la restitución, hacía mucho que en los museos etnológicos había comenzado el trabajo de la investigación sobre la procedencia y el intercambio con las sociedades que produjeron los objetos siglos atrás.
 
La investigación sobre la proveniencia ha constituido siempre parte del trabajo etnológico de los museos, aunque rara vez las preguntas por el origen de los objetos y las circunstancias en que éstos fueron adquiridos fueron tema de exposiciones y, menos aún, base para su restitución. Ahora, su tarea es arrojar luz sobre el oscuro capítulo de la historia colonial alemana. Y nada resulta más adecuado para ello que los propios objetos. Ellos encarnan y condensan las historias, planos de significado y perspectivas más diversas.
 
Científicas y científicos del Museo Linden y de la Universidad de Tübingen participaron en el proyecto de investigación interdisciplinario “Legado difícil”, para averiguar cómo podría funcionar esto. Uno de sus objetivos era desarrollar un enfoque sistemático con carácter modelo para museos etnológicos. De abril de 2016 a marzo de 2018 peinaron acuciosamente sus acervos. En un primer paso se sirvieron de tres perfiles de colecciones (Namibia, Camerún y Ocenía), para averiguar qué tan alta era la proporción de objetos de la era colonial.
 
El resultado fueron las cifras mencionadas al principio del artículo. Ni siquiera diez por ciento de los más de 25 mil objetos contenidos en las colecciones llegaron a Alemania antes de 1884 o después de 1920. Dicho de otra manera: 91 por ciento de los objetos tienen un trasfondo colonial. Una cifra aterradora que confirma lo afirmado en el informe de Sarr y Savoy, según el cual la proporción colonial de las colecciones de los museos va de 60 a 90 por ciento.
 
Sin embargo, los colaboradores del proyecto trabajaron particularmente en entender los caminos tomados por las colecciones u objetos independientes. Las investigaciones mostraron que miembros de las “tropas de protección” coloniales, es decir, los escuadrones militares encargados de mantener el orden en las regiones colonizadas, aportaron más de una tercera parte de los bienes culturales. 21 por ciento fue llevado a Alemania por personas que habían trabajado en las colonias por razones económicas. Y otro 18 por ciento, por empleados de la administración local.
 
Pero, por lo general, resulta difícil contextualizar históricamente las colecciones y clarificar la posesión. Hay muchas lagunas en la información que se conserva y el volumen de los objetos es demasiado grande como para poder resolver la cuestión en poco tiempo.

¿Dónde está África?

Un vistazo a los tempranos libros de inventario del Museo Linden muestra informaciones sistemáticas sobre los coleccionistas, fechas, lugares y adscripciones “étnicas”. Sin embargo, nada se dice sobre los autores, es decir, sobre las personas que produjeron, usaron y comerciaron con estos objetos. Estos contextos requieren mucho esfuerzo para ser reconstruidos. La exposición muestra que el inventariado, que parece ser un proceso de documentación neutral y objetivo, en realidad es un proceso que selecciona, borra y construye, y que con su clasificación étnica produce la ilusión de que África es un espacio apolítico o ahistórico.
 
En el Museo Linden no se quiso perpetuar la perspectiva unilateral y colonial sobre África, por lo que se fundó un nuevo consejo conformado por ciudadanos y ciudadanas de Stuttgart de origen africano. Provenían de Camerún, Congo, Mozambique y Nigeria, todos ellos países que constituían puntos esenciales regionales para las colecciones de Stuttgart. La nueva exposición permanente “¿Dónde está África?” le apuesta a la polifonía y a la participación. Los objetos y sus historias se despliegan en una gran variedad de narraciones paralelas. Plantean importantes preguntas no sólo sobre el pasado, sino también sobre nuestra actual convivencia social.
 
En el Museo de Ultramar de Bremen tres doctorandos y doctorandas de la Universidad de Hamburgo están estudiando también los rastros coloniales de los objetos de las colecciones. La investigación museística sobre los objetos y la investigación histórica sobre la proveniencia se ven aquí complementadas por el método por excelencia de la etnología: la investigación de campo, que no deberá poner la atención únicamente sobre los coleccionistas, como en la investigación clásica de la proveniencia, sino en los autores y autoras de los objetos.

¿Historias conjuntas de los objetos?

Bénédicte Savoy compara la investigación sobre la proveniencia con la revelación de un secreto familiar, durante la cual debe estar presente la mayor cantidad posible de miembros de la familia. Es un símil adecuado, porque realmente aquí hay mucho que revelar para todos los involucrados, pero también mucho por descubrir. Si se logra aclarar la proveniencia y restituir los objetos, el intercambio de experiencias y de conocimientos constituirá una herramienta central.
 
También en el Museo Etnológico de los Museos Estatales de Berlín se realizó de 2012 a 2015 un proyecto piloto cooperativo e interdisciplinario dedicado a la investigación de objetos particularmente delicados: los que llegaron al museo en calidad de “botín de guerra” provenientes de lo que en ese entonces era África Oriental Alemana. Los aproximadamente 10 mil objetos fueron robados durante la rebelión Maji Maji, una guerra entre el ejército alemán y la población de la actual Tanzania, de 1905 a 1907, y en cuyo transcurso las tropas alemanas asesinaron aproximadamente a 300 mil nativos mediante la estrategia de “tierra quemada”.
 
Para su proyecto, los berlineses invitaron al director del National Museum & House of Culture en Dar es-Salam, Achilles Bufure, y a su colega Balthazar Nyamusya, curador des Maji Maji Memorial Museum en Songea, para que trabajaran en los depósitos del Museo Etnológico.

La investigación sobre la proveniencia es como la revelación de un secreto familiar, durante la cual debe estar presente la mayor cantidad posible de miembros de la familia.

Bénédicte Savoy

En un principio, el trabajo se concentró en los bienes robados. Y resultó que las historias relacionadas con los objetos eran sumamente complejas. No todos fueron robados durante la guerra. “Así, había, por ejemplo, regalos oficiales de visitantes. Otros procedían del Congo. Llegaron al país en manos de caravanas tanzanas y de ahí fueron entregados a los alemanes por mediadores locales”, explica la directora del proyecto, Paola Ivanov. Además, hubo también conexiones comerciales. “El cuenco de Hassan bin Omari es un buen ejemplo de ello”, completa Achilles Bufure en una entrevista para el Tagesspiegel. “Está hecha de un material llamado ‘plata alemana’, pero es de suponerse que haya sido fabricado en India. Y en el cuenco están grabados versos protectores del Corán, en árabe. Tanzania era un global player. La demanda estimuló que se estableciera un mercado con todas las de la ley, explica Kirstin Weber-Sinn, investigadora sobre la proveniencia: “Entre otras causas, para poder satisfacer la demanda de los museos europeos.” No todo se elaboraba para las prácticas rituales, también se producía mucho para los mercados transnacionales.

¿Cómo manejar los objetos?

Entonces, la investigación sobre la proveniencia pone de manifiesto que no fue robado todo lo que se colectó en ese lapso que da pie a sospechas; ésta tampoco resuelve, por sí sola, la pregunta por la restitución. Si se observa más detenidamente, surge una historia heterogénea y con imbricaciones. Precisamente por eso, el debate no debería restringirse a la reglamentación de la restitución, objetan las historiadoras Habermas y Ulrike Lindner en el semanario Die Zeit. Por un lado, “porque no existe una solicitud de restitución para la mayoría de los dos millones de objetos almacenados en museos alemanes”. Pero, sobre todo, porque una restitución por reflejo fomentaría “el olvido colonial”. Así, se estaría desperdiciando una importante oportunidad para superar y elaborar la historia.
 
Entretanto hay un gran consenso acerca del hecho de que la restitución de objetos robados es un paso importante para abordar el pasado traumático. “Con frecuencia, es una política simbólica”, opina Michael Kraus, conservador e investigador en la Universidad de Göttingen. “Ésta debe ser bienvenida, si ayuda a que sanen las heridas.” Pero esta política simbólica también puede ser usada para desviar la atención de lo que es más importante. “La creación de colecciones científicas fue parte del acontecer colonial; las colecciones no deben sustraerse a su responsabilidad en la elaboración y superación del colonialismo. Pero tampoco se deben olvidar el robo de tierras, el trabajo forzado y otras formas del terror. El debate en torno al lugar adecuado para conservar los objetos debe ser sólo un aspecto en el marco de una superación y elaboración más amplias del acontecer colonial y sus repercusiones.”

Una empresa arriesgada: incluir a las sociedades que dieron origen a los objetos, significa renunciar al poder de la interpretación.

En la declaración de Heidelberg, las directoras y directores de colecciones etnológicas en el ámbito germanoparlantes pusieron en claro que los bienes pertenecientes a colecciones que hayan sido adquiridos de manera ilegítima, lo mismo que los objetos que poseen un alto valor para las sociedades de origen, serán, por supuesto, restituidos. Además, se comprometen a compartir el conocimiento conservado, siempre que sea posible, con los autores de los objetos y sus descendientes, así como a dar acceso público a las investigaciones en curso sobre los acervos de las colecciones.
 
No obstante, resulta insuficiente una investigación sobre la proveniencia que sea una mera repetición de los pasos de la adquisición y de la apropiación de las cosas por parte de los europeos, como la que favorece Savoy y que fue retomada por los ministros de cultura sin grandes cambios, argumenta Larissa Förster, investigadora sobre la proveniencia. Este enfoque es eurocentrista, critica. Por el contrario, lo que se necesita es una investigación con información etnológica en colaboración con los expertos de las regiones de origen de las colecciones. “Se trata de un nuevo paradigma: de la producción conjunta –de común acuerdo pero posiblemente muy controversial– de conocimiento acerca de estas colecciones.”
 
Igualmente eurocentrista es la suposición de que los objetos etnográficos se produjeron siempre en las sociedades de origen con el fin de ser conservados para el futuro. O también la subdivisión en codiciados “objetos de arte” que hay que restituir lo más rápidamente posible, y en inútiles “armatostes cotidianos”; esta subdivisión habla de una clara falta de conocimientos en el área. Por lo menos para los etnólogos, un simple soplador para el fuego puede revelar más sobre la cultura de origen que una elaborada máscara.

Conocimiento compartido – Enriquecimiento mutuo

Fuera del tan sensible campo del pasado colonial alemán también se está apostando cada vez más a una investigación colaborativa. Pues cada vez más sociedades autoras de los objetos dependen del intercambio y de los conocimientos sobre las colecciones, sea porque su propio conocimiento se perdió o porque han desarrollado un nuevo interés en la propia historia.
 
“En general, tratamos de incluir las perspectivas y las voces de las comunidades de origen, pero esto no siempre resulta fácil”, dice Claudia Augustat, comisaria en el Museo del Mundo, en Viena. “Porque para los proyectos de cooperación de este tipo no existe ni personal ni un presupuesto propio. Por eso, apuesto por la colaboración con colegas que trabajan desde hace mucho con grupos específicos.” En el caso de los sateré-mawé de las tierras bajas del Amazones, se trata del etnólogo muniqués Wolfgang Kapfhammer, quien colabora de manera continua desde 2012 con el Museo del Mundo en un proyecto colaborativo. Obadias Batista Garcia y Ranulfo de Oliveira, representantes de las sociedades de origen, participaron como comisarios invitados en la exposición Más allá de Brasil, en el año de 2013, y también en el desarrollo de la colección que se exhibió. Fue una experiencia importante para ambas partes.

¿Qué opinas del poder de interpretación?

“Se trata de un cambio de paradigmas”, dice Kapfhammer. “Los museos de las metrópolis entregan la autoría a las sociedades de origen de la periferia. Esto representa un cambio de poder fundamental, una empresa arriesgada. Porque el comisariado occidental tendrá que soportar que la sociedad de origen posiblemente llegue a conclusiones distintas.” Y esto, de ninguna manera, es trivial. “Entré los sateré existe un objeto ritual especial, que según todas las investigaciones museísticas es una macana ceremonial de Guayana. Pero, en la cosmovisión de los sateré, esa clasificación resulta del todo irrelevante. Su historia sobre este objeto gira en torno a la etnología política y la espiritualidad”, explica Kapfhammer.
 
En ese sentido, la investigación colaborativa y postcolonial sobre la procedencia también debe considerarse un proceso que deberá conducir poco a poco a ceder el poder de interpretación eurocentrista, como también se exige en los “Primeros lineamientos” de las y los ministros de cultura. Pero ceder ese poder cuando la sociedad de origen llega a resultados diferentes, es otra cosa. Por el momento todavía se les está apostando a los equipos, a la curaduría colaborativa.

Situación insatisfactoria

En enero de 2019 entró en vigor en el Centro Alemán para la Pérdida de Bienes Culturales un nuevo lineamiento de financiamiento para la evaluación de “contextos coloniales”. Además, dirigido por Larissa Förster, se creó el nuevo departamento especializado “Bienes culturales y colecciones de contextos culturales”.
 
Éste es un inicio importante, pero la situación actual es todo menos satisfactoria. Se requieren fondos y personal para la documentación, digitalización y colaboración con las sociedades de origen, así como para la repatriación, restitución y otras formas de acuerdo respetuoso. No obstante, hasta ahora investigadores e investigadoras sobre la proveniencia altamente especializados pasan penosamente de un proyecto a otro. Los museos deben llenar cada vez complejas solicitudes, y en el tiempo autorizado de dos a tres años resulta imposible manejar las grandes cantidades de compendios y colecciones. Se requiere urgentemente un proceso constante de investigación y de intercambio.
 
Todavía está por verse si a los buenos consejos de los “Primeros lineamentos” les siguen hechos concretos, que hagan posible una investigación sobre la proveniencia que sea amplia y colaborativa. Esto sería un primer paso, al que tiene que seguirle un análisis social sobre el pasado colonial.
 
Este artículo se publicó primero en Spektrum.de

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