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España colonial
Una memoria en suspenso

Jóvenes reclutas en el Batallón Instrucción de Reclutas (B.I.R.) de Sidi Ifni, 1963-64.
Jóvenes reclutas en el Batallón Instrucción de Reclutas (B.I.R.) de Sidi Ifni, 1963-64. | © Foto (detalle): César Malet (AFB)

Los proyectos de creación e investigación que luchan contra la amnesia colonial en España se multiplican, pero tienen poca visibilidad y encuentran en la falta de voluntad política un muro muy difícil de franquear.

De Andrés Antebi, Pablo González y Alberto López Bargados

La memoria es ingrata en España. Los vencedores de la Guerra Civil (1936-1939) impusieron su hegemonía cultural sobre la lectura del pasado, difundiendo los mitos de una colonización altruista de América o el Testamento de Isabel la Católica, que alentaba a las tropas cristianas a continuar en el norte de África la misión redentora iniciada en plena Edad Media con la Reconquista de Al-Andalus. La transición democrática, temerosa de crispar en exceso los ánimos del llamado “franquismo sociológico”, apenas intentó elaborar otra memoria oficial que no fuese la de la superación moral y política del régimen anterior. Para complicar las cosas, al Ley de Amnistía, aprobada en 1977 en medio de grandes tensiones políticas, promovió el olvido como única estrategia eficaz para la reconciliación de los españoles. ¿Cómo extrañarse, pues, de la mirada acrítica e indiferente con la que se aborda, en la España contemporánea, el exterminio y expolio de los pueblos indígenas del Nuevo Mundo o la modesta experiencia colonial africana, inconclusa todavía hoy a tenor de expedientes como el del Sáhara Occidental? Si buena parte de los estados europeos someten a revisión, con más o menos convicción, su pasado colonial y las múltiples herencias que aquél legó, el español continúa sumergido en una amnesia de la que no parece querer salir.

el arte como promotora de la memoria

Sin embargo, son numerosas las iniciativas que a lo largo de las últimas décadas han tratado de luchar contra el olvido. No es tanto un problema de proyectos y esfuerzos, individuales y colectivos, como de visibilidad. El campo académico fue escenario de las primeras acciones de sensibilización sobre el pesado legado colonial al menos desde la década de 1980. Y ya entrados en el siglo XXI, algunos proyectos surgidos del ámbito de investigación de las artes dieron un nuevo impulso a un debate que, bien es cierto, ganaba visibilidad en otras metrópolis europeas. Tal vez el primero de ellos fueran los archivos del OVNI (Observatorio del Vídeo No Identificado), una idea dirigida en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona por el malogrado Toni Serra (alias Abu Ali), que en 2006 organizó un festival audiovisual pionero bajo el título El sueño colonial, al que le seguirían otras iniciativas afines en años posteriores.

Iniciativas forman redes

La muestra del OVNI fue la punta de lanza de un conjunto de proyectos que empezaron a menudear desde entonces. En 2010, el Centro de Arte Reina Sofía de Madrid organizó Principio Potosí, una exposición colectiva que reunía a multitud de artistas nacionales e internacionales unidos por la preocupación común de reformular, en línea con la corriente decolonial, los lugares comunes que asocian la emergencia del capitalismo a la Revolución Industrial de Gran Bretaña, remontando el momento fundacional al siglo XVI dC., cuando se puso de manifiesto la voluntad extractiva de la colonización española en yacimientos como las célebres minas de plata del Potosí (Bolivia). Tal vez la rica experiencia acumulada con Principio Potosí, así como la visibilidad global alcanzada por los debates en torno a la colonialidad, llevó al MNCARS a organizar en 2012, el Grupo Península, y a asociarse con la Red Conceptualismos desde el Sur. Ambos equipos participarán en numerosas actividades del museo en los años siguientes, convirtiendo al Centro de Arte Reina Sofía en la institución española de referencia en la organización de debates en torno a la colonialidad, bien es verdad que focalizado en la experiencia de América Latina que contrasta con Barcelona, donde la moderna experiencia colonial en África parece recibir mayor interés.

Perú, Ikunde, Ifni

En la capital catalana, en efecto, que dispuso de importantes vínculos comerciales con Guinea Ecuatorial durante el período colonial, las controversias sobre el papel de la burguesía catalana en el imperio colonial español y su huella en el urbanismo de la ciudad proliferaron a partir de 2015. Prueba de ello son las diversas intervenciones de la artista Daniela Ortiz -la última de ellas en la Virreina Centre de la Imatge, organizada en 2019 bajo el provocador título Esta tierra jamás será fértil por haber parido colonos- o las exposiciones organizadas en en transcurso del proyecto Barcelona, metròpoli colonial por el equipo del Observatori de la Vida Quotidiana (OVQ) en el Museu Etnològic i de Cultures del Món, dedicadas respectivamente al centro de aclimatación zoológica abierto por el Ayuntamiento de Barcelona en la Guinea continental (Ikunde, 2016) y a la experiencia de los soldados de reemplazo catalanes que fueron enviados al enclave colonial de Ifni a cumplir su servicio militar (Ifni: la mili africana de los catalanes, 2018).
A esas actividades se han añadido otras en los últimos años, caracterizados por la multiplicación de iniciativas y por una cierta descentralización: las intervenciones de Inés Plasencia en la Tabakalera de Donostia (The day after. Imagen y memoria de la España colonial, 2016) o de Juan Valbuena (Ojos que no ven, corazón que no siente, 2016) o, más recientemente, la retrospectiva dedicada a Ariella Azoulay en la Fundació Tàpies de Barcelona (Errata, 2019), son una buena muestra de esa creciente pluralidad de voces.
No faltan proyectos y experiencias, sino voluntad política para darles un protagonismo que contribuya a revisar una memoria en exceso autocomplaciente y desde un enfoque crítico abra debates fundamentales, aun inexistentes en España, como la restitución de los objetos acumulados durante el expolio colonial.

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