Cambio climático
Vidas de activistas
Para frenar el calentamiento del planeta, hay activistas que dedican su tiempo a la lucha por el clima y al movimiento alternativo. ¿Qué consecuencias tiene esto para su vida?
De Victoria Berni
Francia está inmersa en una disputa ideológica acerca de la protección del medio ambiente. En una parte se encuentra la ecología liberal, que propugna su “green washing” y forma parte de un modelo económico destructivo; en la otra, la ecología radical, que pretende revolucionar todo nuestro modo de vivir. Busca hacerse escuchar mediante acciones de desobediencia civil, manifestaciones, peticiones a autoridades y procedimientos judiciales.
Tras este compromiso se encuentran personas, algunas de las cuales dedican todo su tiempo a la lucha por el clima y al movimiento alternativo. Su implicación personal transforma sus relaciones, sus sueños, su camino en la vida. ¿Qué cambio de rumbo han experimentado en sus vidas las y los activistas? Y ¿cómo logran aguantar el maratón del compromiso?
Cuatro activistas hablan sobre su trayectoria en el campo combativo.
El pesar: una sanación personal y colectiva
“Me siento triste todos los días al ver este paisaje destruido”, dice Juliette, que hoy ha vuelto a vivir donde se crió. “Me acuerdo de la diversidad biológica que llegué a conocer de niña y que ha dejado de existir. ¿Qué otra cosa puedo transmitir a mi propia hija si no es la voluntad férrea de defender este paraje?”Para Juliette, sin embargo, su activismo no solo significa tristeza y renuncia, sino que también le ha servido para desarrollar empatía: “Luchar significaba abrir mi corazón. El compromiso es la alegría de ir más allá de lo que se nos ha ordenado. Abrirse al sufrimiento ajeno y aceptar que su dolor sea también el mío. Vivir con otras personas historias de agresiones sexuales o de amenazas de deportación. La ira está ahí todo el día. La pregunta es: ¿dónde la pongo para que no me arrastre?”
Nabelle cuenta de la cultura de la sanación en Extinction Rebellion: “Intentamos llevar conjuntamente las cargas, hablamos de nuestros sentimientos y miedos antes o después de una acción”. Sendo, al contrario, practica el activismo. Escribe, hace “slam”, baila y habla sobre ecologismo y temas sociales: “El arte no reduce la violencia de la realidad, pero le da otra apariencia. Para mí es importante no dejar que la injusticia me abrume. Antes, me rebelaba lleno de tristeza, y eso me costaba mucha energía. Pero decidí que no quería ya una reacción, sino acción, llevar a cabo algo que fuese realizable a largo plazo”.
La colectividad: una nueva base de la relación interpersonal
Marie-Alexandra explica que ha encontrado un nuevo círculo de amistades: “Mi entorno más próximo está compuesto casi solamente por activistas que se plantean las mismas preguntas. Mucha de nuestra gente se ve a sí misma al margen de la sociedad”.Juliette ha encontrado una nueva familia en el mundo activista: “Vivo en una comuna con gente de distintas culturas, y conjuntamente intentamos volver a dar espacio en nuestra vida a la espiritualidad. Hemos celebrado una Janucá revolucionaria, festividades celtas y el solsticio de invierno. Eso echa por tierra mi herencia cultural. Mis visitas a sitios queer han cambiado mi forma de ver la familia. Nos hemos decidido por educar a mi hija en común con otras personas adultas”.
Surge una pregunta: cómo influye la pandemia en estas relaciones y en el maratón que están corriendo tantas y tantos activistas. Desde Bélgica, Lola tendrá algo que decirnos al respecto en la próxima entrada.
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