Teatro
Contra el giro a la derecha y sus presiones

Despliegue policial ante el teatro berlinés Volksbühne durante una manifestación en contra de las medidas alemanas contra el coronavirus.
Despliegue policial ante el teatro berlinés Volksbühne durante una manifestación en contra de las medidas alemanas contra el coronavirus. | Foto (detalle): © picture alliance/Rolf Zöllner/SZ Photo

Desde que el partido de la derecha populista Alternativa para Alemania llegó a los Parlamentos del país, se intensificó sensiblemente la presión sobre el mundo teatral y cultural alemán. Pero las entidades han aprendido a enfrentarse a ataques derechistas, siendo claro ejemplo de ello sus alianzas solidarias.

De Anja Quickert

“No somos vuestro escenario”, puede leerse en una gran pancarta a modo de estandarte junto a la entrada principal. El teatro tiene cubierta con lona negra la inscripción “Volksbühne” (teatro popular), y también la legendaria “Rueda de los Bandidos”, que el escenógrafo Bert Neumann instaló en 1994 en la pradera de la Plaza Rosa Luxemburgo, justo delante del teatro. Encima de la entrada destaca en letras rojas el lema de la alianza solidaria que en octubre de 2018 congregó en las calles de Berlín a 240.000 personas para manifestarse contra el racismo: “Indivisible”.

“No somos vuestro escenario”: El teatro Volksbühne de Berlín tapó en febrero de 2020 su rótulo y la “Rueda de Los Bandidos” de la Plaza Rosa Luxemburgo con el propósito de distanciarse de las manifestaciones sobre el coronavirus que se estaban celebrando allí y en las que era cada vez más patente la presencia de fuerzas de extrema derecha.
“No somos vuestro escenario”: El teatro Volksbühne de Berlín tapó en febrero de 2020 su rótulo y la “Rueda de Los Bandidos” de la Plaza Rosa Luxemburgo con el propósito de distanciarse de las manifestaciones sobre el coronavirus que se estaban celebrando allí y en las que era cada vez más patente la presencia de fuerzas de extrema derecha. | Foto: © picture alliance/Christoph Soeder/dpa
Poniendo así en escena su propio edificio, el Volksbühne toma postura contra las denominadas “manifestaciones higiénicas” que, desde finales de marzo de 2020, convocaban en la Plaza Rosa Luxemburgo a formar un frente transversal contra el gobierno y los medios de comunicación. Si al principio se congregaban allí solamente activistas a título personal que veían conspiraciones mundiales tras las medidas regulatorias estatales en la crisis del corona virus, las reuniones empezaron rápidamente a atraer también a fuerzas políticas de extrema derecha de la Alternativa para Alemania (AfD) y el Partido Nacionaldemocrático (NPD), todos ellos en lucha contra el Estado desde la denominada crisis de los refugiados de 2015.

Desde 2016 –cuando el partido populista de derechas AfD consiguió presencia en cinco parlamentos regionales a la vez, para llegar luego al Parlamento Federal en 2017–, ha ido aumentando la presión sobre teatros, casas de la ópera y museos en toda Alemania. En las agrupaciones y los particulares derechistas participantes se aprecia tanta diversidad como en los medios a los que recurren. Multitud de correos electrónicos anónimos con mensajes de odio, así como amenazas de asesinato o de bomba contra artistas e instituciones culturales han creado en el panorama cultural nacional un clima de miedo generalizado y difícil de concretar. Algunos montajes públicos dirigidos específicamente contra el giro social a la derecha se han llegado a ver expuestos a asaltos violentos. Así, en octubre de 2016, la obra de Kevin Rittberger Peak White, también llamada Wirr sinkt das Volk, empezó desencadenando “solamente” protestas de la AfD delante del Teatro de Heidelberg. Pero al poco tiempo se perpetró un atentado con explosivos contra el Centro Cultural Lokomov de Chemnitz para impedir un proyecto teatral que iba a rememorar los asesinatos de la denominada Clandestinidad Nacionalsocialista (NSU).

Alianza solidaria, asesoramiento móvil

En septiembre de 2016 el teatro berlinés Maxim Gorki había sido ya objeto de una supuesta “intervención estética” del movimiento identitario de extrema derecha, acometida contra una sesión de radioeins und Freitag Salon que estaba emitiéndose en directo. En cuanto “representantes típicos de la élite dominante de izquierda liberal”, podía leerse en la nota de prensa de los derechistas, el presentador Jakob Augstein y la invitada del día, la teóloga evangélica Margot Käßmann, eran “portavoces narcisistas de una tendencia que nos convierte a los alemanes en minoría en nuestro propio país”.

En respuesta al ataque sufrido en el “refugio” del que tanto se hablaba en relación a este teatro, cuya plantilla acoge a muchas personas con antecedentes migratorios, el Maxim Gorki solicitó asesoramiento y mentoría a la asociación Asesoramiento Móvil contra la Extrema Derecha (MBR). Su ejemplo lo siguieron después muchos otros teatros, que decidieron asimismo aplicar un “derecho de admisión” comunicado públicamente. En virtud de dicha norma, el organizador de un evento se reserva la posibilidad de impedir el acceso a personas con orientación o militancia de extrema derecha. De este modo no solo resulta posible la actuación jurídica en caso de asaltos, sino que también, tal es la experiencia de la MBR, los alborotadores de extrema derecha hacen menos acto de presencia en actos que hayan hecho público su derecho de admisión.
 
En vista de cómo se intensificaba la amenaza derechista, el mundo cultural alemán se agrupó en una alianza solidaria inédita hasta la fecha: en nombre de más de 300 entidades artísticas y culturales, y en fecha de tanta carga simbólica como el 9 de noviembre de 2018, se comunicó públicamente en Düsseldorf, Hamburgo, Dresde y Berlín la “Declaración de la multitud”. En ella no solo se recordaba que hubo un tiempo en Alemania “en que ya se difamó el arte calificándolo de degenerado y se abusó de la cultura en toda su extensión para fines propagandísticos”, sino que también se asumía el compromiso de no ofrecer “ninguna tribuna […] a la propaganda nacionalista”.

Política (anti)cultural

Un instrumento al que recurre con frecuencia la política de partido de la AfD son las interpelaciones parlamentarias. La AfD carece todavía en gran medida de poder político en términos reales, pero logra efectos de cara a la opinión pública acometiendo contra la financiación de entidades culturales concretas. Procede así probablemente con el objetivo de lograr por lo menos presencia pública en los debates de política cultural y mostrarse en ellos como “movimiento” o “alternativa”. Así, en octubre de 2017, en el seno de la Comisión de Asuntos Culturales, la AfD de Berlín planteó una reclamación –considerada por muchos motivos arbitraria y sin motivación objetiva– en orden a recortar el presupuesto bianual 2018/2019 de tres grandes teatros a la vez: el Teatro Maxim Gorki, el Deutsches Theater y el Friedrichstadt-Palast. Berndt Schmidt, director artístico de este último, acababa de distanciarse frente al electorado xenófobo de la AfD en un mensaje interno de correo electrónico. Mientras sucedían estas luchas, el Friedrichstadt-Palast cerró sus puertas temporalmente a causa de mensajes de odio por correo electrónico y amenazas de muerte. Un aviso de bomba llevó al desalojo de 1.800 personas.

Berndt Schmidt, director artístico del Friedrichstadt-Palast
Berndt Schmidt, director artístico del Friedrichstadt-Palast, en la rueda de prensa sobre la “Declaración de la multitud de Berlín” en el año 2018. En estos momentos, han firmado ya la declaración unas 4.400 entidades culturales alemanas y austriacas. | Foto: © picture alliance/Christoph Soeder/dpa
Las actas en que se recogen las sesiones de la Comisión parlamentaria pueden consultarse íntegramente por Internet. Hay quien opina que algunos pasajes pueden leerse como una sátira de poca calidad. Por otra parte, la AfD no ceja tampoco en sus intentos de privatizaciones parciales de la actual escena artística y cultural. Aunque aquí suele argüir basándose en la rentabilidad de los teatros, el hecho es que con frecuencia se dirige contra entidades culturales que programan arte moderno y experimental o abogan en favor de una sociedad abierta. Así puede verse, por ejemplo, en el debate de junio de 2019 sobre el Centro Europeo de las Artes de Hellerau, en Dresde: la AfD proponía poner el inmueble en alquiler por la razón de que el arte ofrecido en él les parecía demasiado caro en vista de los escasos ingresos generados. Todo ello ocurría al año de haber asumido su cargo la nueva directora artística Carena Schlewitt, que anunció un cambio de orientación de la entidad. El Centro, además, llevaba años comprometido con la ayuda a los refugiados.

Al llegar la crisis del coronavirus, en cualquier caso, las cosas en el mundo teatral alemán estaban más tranquilas. “Los teatros y las entidades culturales están trabajando en una red autónoma y solidaria sobre cómo enfrentarse a ataques derechistas”, explica Karoline Zinßer, que dirige las oficinas en Berlín de “Die Vielen e. V.” (Asociación La Multitud). “Intercambiando experiencias, se han colocado en una posición activa que da forma a la situación, se han organizado y se han solidarizado. Eso los hace menos vulnerables.” Desde que se puso en marcha la campaña en noviembre de 2018, ascienden hoy a un total de 4.400 las entidades alemanas y austriacas que han suscrito la “Declaración de la multitud”.

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