La “uberización” del trabajo
¿traen consigo más precariedad los modelos de negocio digitales?

servicio de entregas
Foto (Ausschnitt): © frimufilms - fr.freepik.com

La enorme demanda de los servicios denominados “uberizados” durante los confinamientos debidos a la pandemia de Covid-19 atrajo más atención pública sobre sectores económicos de esta clase, basados en el uso de plataformas en línea. ¿En qué radica la precarización laboral resultante de este modelo de negocio y a quiénes afecta?
 

De Aurélie Le Floch

El 19 de abril de 2022, los Juzgados de París condenaron al servicio de entregas Deliveroo al pago de una multa de 375.000 euros por “trabajo negro”. El desencadenante del proceso había sido el estatuto del personal de reparto, que trabaja para Deliveroo en calidad de pequeñas/os empresarios/as: el tribunal estableció que entre la empresa británica y sus mensajeros/as se daba una relación de subordinación, ya que las condiciones laborales se asemejaban a las de personal empleado (horarios fijos, uso de uniformes, empleo de códigos lingüísticos prefijados, etc.), pero siempre, a diferencia de aquel, sin beneficiarse de la seguridad social correspondiente. Disponiendo que su personal de mensajería trabajase de esta forma, Deliveroo, según se afirmaba, se había ahorrado en los años 2015 y 2017 unos 6,4 millones de euros en aportaciones a la seguridad social. (Fuente: lemonde.fr, 9 de marzo 2022)
Tras este proceso judicial tan cargado de significado simbólico, encontramos lo que los medios de comunicación e investigadores/as denominan “uberización del trabajo”, término que quedó recogido en 2017 en el diccionario francés Le Petit Larousse. En la definición se lee: “El modelo de negocio de una empresa o un campo de actividad económica se ve amenazado por la llegada de un nuevo agente que ofrece los mismos servicios a precios inferiores, siendo estos servicios prestados por cuenta propia en vez de por personal empleado y, en la mayoría de los casos, mediante reservas a través de plataformas en Internet”.

Desempleo masivo y precarización del trabajo

En un contexto de desempleo masivo, es más fácil que las personas accedan a asumir condiciones laborales duras o, incluso, malas. El trabajo no voluntario a tiempo parcial y los contratos temporales se van volviendo parte de la normalidad. El interés de las empresas al proceder así se centra en poder adaptar en la mayor medida posible el total de horas y los salarios a lo que ellas o –en el caso de las plataformas– su clientela necesitan, lo cual redunda en perjuicio de quienes trabajan bajo esas condiciones y viven en una flexibilidad permanente y en la inseguridad.
Las plataformas en línea ahondaron más esta tendencia: normalmente recurren a prestatarios/as de servicios que trabajan para ellas con el estatuto de pequeño empresariado, lo cual significa para las personas afectadas más autonomía y más responsabilidad y, a la vez, dependencia de las plataformas en línea que actúan como intermediarias. Una situación contradictoria, en la que quienes prestan servicios desarrollan un trabajo aparentemente autónomo, por lo que no perciben la seguridad social a la que tiene derecho el personal laboral. Para servicios estandarizados, además, tales como entrega de mercancías o limpieza de instalaciones, las plataformas tienen a su disposición a gran número de ofertantes, que de ese modo entran en una relación de competencia mutua: el encargo se adjudica a quien responda con más rapidez a la solicitud de las/los clientes.

Con diferentes versiones

Aparte de estas observaciones, el modelo se utiliza con variantes distintas: “La situación de las pequeñas/os empresarias/os es diferente según se trate de una actividad complementaria o a tiempo completo”, refiere Marie-Anne Dujarier, Profesora de Sociología en la Universidad Paris Cité. De hecho, quienes utilizan las plataformas en línea muestran perfiles de lo más distinto: oficios técnicos manuales u otras personas que ya tienen empleo fijo, estudiantes, pensionistas, madres y amas de casa, personas en busca de colocación fija o en proceso de reaprendizaje profesional…
Lulu dans ma rue
Una vida laboral cotidiana bajo la lupa: El Hadi informa

"Tengo 25 años. Llevo 5 años trabajando como mozo de mudanzas a través de Lulu dans ma rue. Obtenemos los trabajos a través de una app que reenvía el anuncio directamente a Lulus (proveedores de servicios) cuyo perfil coincide con la solicitud. La mayor parte del tiempo trabajo en equipo con otros Lulus, a veces solo. Cuando nos interesa un trabajo, nos ponemos en contacto con el cliente para discutir el proceso y el tiempo. Una vez realizado el servicio, enviamos a los clientes una factura. Recibo alrededor del 60% de la cantidad que cobro. Lulu se queda con una comisión del 21% y el 23% restante es para Urssaf. Mi salario mensual oscila entre los 800 y los 1.400 euros, dependiendo de la demanda; el negocio es mejor en verano. Me gusta el contacto con los clientes, la flexibilidad del horario de trabajo y que puedo decidir mi propia rutina diaria. Si quiero tener unas vacaciones, no acepto ningún pedido. Antes era cartero, pero prefiero hacer mudanzas. Sin embargo, los ingresos fluctuantes son una desventaja, preferiría un trabajo permanente. | © Lulu dans ma rue
Para quienes actúan como pequeño empresariado simultaneando con su actividad a tiempo completo, los ingresos de su trabajo por cuenta propia no resultan tan importantes.
Otra parte de quienes trabajan por cuenta propia ha elegido voluntariamente ese estatuto. Así ocurre, por ejemplo, con parte del personal técnico que ofrece sus servicios a través de la empresa Lulu dans ma rue. Este centro solidario para la prestación de servicios, formado por una plataforma en Internet y quioscos repartidos por la capital francesa, pone en contacto al vecindario del respectivo barrio parisino con particulares que realizan distintos servicios (labores técnicas manuales, ayuda en problemas digitales, cuidado de animales domésticos, etc.). Una parte de las personas ofertantes (entre el 30 y el 40 %) sigue un proceso introductorio y obtiene asesoramiento profesional y sobre legislación social. “Lulu dans ma rue permite a quienes trabajan por cuenta propia hacerse una cartera de clientes y evitar el trabajo en negro”, afirma Charles-Édouard Vincent, fundador de Lulu dans ma rue. “Mucha gente prefiere este estatuto flexible como pequeño empresariado y la posibilidad de aceptar solo determinadas encargos, mejor que el marco rígido de una relación laboral. Intentamos que nuestra filosofía empresarial esté accesible para la mayor cantidad posible de gente.” Trabajar en el marco de Lulu dans ma rue puede ayudar a estas personas a reconstruirse una actividad profesional.

¿Se está imponiendo el trabajo “uberizado”?

¿Se observa la misma tendencia también fuera de Francia y de las situaciones mencionadas antes, puede hablarse de una “uberización” mundial del mundo laboral? “Como socióloga, empleo ese término únicamente cuando se trata en concreto de apps que intermedian en el alquiler de coches para el transporte de personas”, declara Marie-Anne Dujarier. “Los modelos socioeconómicos de estos mercados públicos son muy diferentes según cada sector. Lo único que tienen en común empresas como Le Bon Coin, Uber, Foule Factory, TaskRabbit, Deliveroo, Netflix o Airbnb radica en que utilizan herramientas digitales para poner en contacto a las personas ofertantes (o prestatarias de servicios) y a su clientela. Sin embargo, los modelos de negocio, la clase de interacción social y las problemáticas jurídicas se diferencian mucho entre sí según la clase de tareas y el equipamiento preciso para llevarlas a cabo.”
Según ello, en sentido estricto la “uberización” afecta únicamente a quienes conducen automóviles de alquiler para el transporte de personas y utilizan para su tarea determinadas apps, es decir, un 0,1 % de la población trabajadora de Francia. Pero si dejamos eso de lado: “No es tanto que estos mercados públicos sean responsables de la precariedad, sino que se benefician de ella, y el hecho de que las personas que no cuentan con un salario fijo aceptan condiciones laborales y vitales peores es tan antiguo como el capitalismo basado en el salario”. A lo cual debe añadirse que, en Francia, el 90 % de la población trabajadora está formado por personal empleado o funcionario. “Por lo tanto –afirma Marie-Anne Dujarier–, difícilmente podría hablarse de una uberización de la sociedad.”

¿Un “efecto arrastre” de corta duración?

Es ante todo entre los estratos poblacionales que están ya desfavorecidos donde puede dejar sentir efectos negativos eso que en sentido genérico se entiende por “uberización”. Tal es el diagnóstico de Guillaume Almeras, que está a cargo del área nacional Trabajo y Economía Solidaria de la Secours Catholique, la organización de Cáritas de la Iglesia Católica francesa: “La configuración del mundo laboral de hoy afecta ante todo a las personas que de por sí más protección necesitan, las personas a las que ayudamos en su vida cotidiana. Quienes disponen de recursos morales e intelectuales tienen menos problemas. Pero, aun así, ¿cómo construirse un futuro estando en una relación laboral uberizada, con horarios de trabajo imposibles, largos trayectos diarios al trabajo que no se pagan, si los bancos solamente prestan dinero a quien se encuentra en situación financiera estable? Esta forma de trabajo contribuye a hacer más profundas la desigualdad y la fragmentación social en grupos protegidos y desprotegidos. Con la privatización económica como telón de fondo, se ve cuestionado nuestro contrato social, para perjuicio de la gente más débil”.
Otra cuestión más es si este modelo tendrá continuidad, pues no parece que su capacidad de resistencia esté comprobada. “Las y los ofertantes de servicios ganan bastante poco, las empresas regularmente tienen pérdidas y el Estado paga subvenciones cuantiosas al tiempo que caen los ingresos tributarios. En último término, los precios más asequibles benefician únicamente a las y los consumidores, suponiéndose siempre que no se escandalicen por las condiciones laborales de quienes prestan los servicios”, tal es la conclusión de Marie-Anne Dujarier.
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Una jornada vista en detalle: así lo cuenta El Hadi
“Tengo 25 años. Llevo 5 años trabajando como auxiliar de mudanzas a través de Lulu dans ma rue. Los encargos los conseguimos a través de una app que envía los anuncios directamente a Lulus (prestatarias/os de servicios) cuyo perfil se corresponda con lo solicitado. Casi siempre trabajo en equipo con otros Lulus, a veces también solo. Cuando un encargo nos interesa, nos ponemos en contacto con las/los clientes para hablar sobre cómo se va a hacer y el horario. En cuanto se ha prestado ya el servicio, enviamos a las/los clientes una factura. Yo me llevo en torno al 60 % del total que he facturado. Lulu recibe una comisión del 21 % y el 23 % restante va a la Urssaf (recaudación de la Seguridad Social). Mi salario al mes, según la demanda que haya, va de 800 a 1.400 euros; el negocio mejora en verano. Me gusta el contacto con las/los clientes, la flexibilidad de horarios y el ser yo mismo quien decide mi jornada. Si quiero vacaciones, basta simplemente con no aceptar encargos. Antes fui repartidor, pero me gusta más hacer mudanzas. La variación en los ingresos es, de cualquier manera, una desventaja; preferiría un trabajo fijo.
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Reparto a casa: la “Ley Rider” española es la primera de su tipo en Europa

Aprobada en 2021, la “Ley Rider” ha revolucionado el Derecho laboral español, al obligar a los servicios en línea de entregas a dar un puesto fijo a sus conductoras/es, de modo que disfruten de seguro social. Al año de aprobada la Ley, ha habido repartidoras/es que aceptaron el puesto fijo, mientras en otros casos abandonaron el mercado español o pasaron a trabajar para empresas subcontratistas, un método de escapar a la normativa. Pese a todo ello, la “Ley Rider” ha logrado que varios millares de personas hayan conseguido empleo fijo. Por lo demás, es seguro que también ha contribuido a estimular un movimiento semejante en Francia y otros países europeos.
 

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