“The Forest for the Trees”, Maren Ade, 2003
Estética de lo trivial

Fotograma de la película “The Forest for the Trees” (Maren Ade, 2003).
Melanie (Eva Löbau), la protagonista de “The Forest for the Trees” (Maren Ade, 2003) | © Maren Ade y Film Movement

Una escena de “The Forest for the Trees” que se espeja en otra de “Toni Erdmann” nos da varias claves para entender el estilo, la narrativa y los personajes del cine de Maren Ade.

De Miguel Muñoz Garnica

Una escena de Toni Erdmann (2016), el tercer largometraje de Maren Ade, resume su estilo a la perfección. La protagonista despide fríamente a su padre tras una visita de fin de semana. Ade nos sitúa en el trámite final del adiós, desde que salen del piso hasta que él entra al ascensor. Dura algo más de un minuto, pero pesa infinitamente más. Rodada cámara en mano y con cortes tajantes entre plano y contraplano, la escena explota la incomodidad que nos genera la exposición prolongada a esta situación. La protagonista salda la despedida con un “tschüss” y un abrazo igual de mecánicos, pero la tardanza del ascensor en llegar a su planta genera unos largos segundos de silencio. Padre e hija se escrutan entre sí sin apenas sostenerse la mirada e incapaces de encontrar palabras. A lo largo de este silencio, Ade nos revela dos cosas: que no sabemos nada de cómo pudo ser el afecto pretérito entre este padre y esta hija, y que ellos mismos parecen incapaces de rescatarlo, incapaces de relacionarse fuera de la convención social más socorrida: un “tschüss” y un abrazo seco.

Escenas de despedida en las películas “The Forest for the Trees” (2003) y “Toni Erdmann” (2016) Maren Ade
Escenas de despedida en las películas “The Forest for the Trees” (2003) y “Toni Erdmann” (2016) Maren Ade | © Maren Ade, Cameo y Film Movement

Despididas Simétricas

Esta escena encuentra su espejo en la apertura de The Forest for the Trees, la ópera prima de Ade. De nuevo, en poco más de un minuto, nos cuenta una despedida. Melanie (Eva Löbau) va a cambiar de ciudad para ejercer de profesora. Mientras termina de empacar, se despide de un hombre. Frente a frente, Ade nos los muestra en un prolongado plano lateral, tomado cámara en mano. Melanie le dedica un escueto “gracias por tu ayuda” y el plano se dilata para que, una vez más, emerja la incomodidad. Ambos, faltos de palabras, intercambian miradas esquivas. Finalmente, ella le da un abrazo que parece, más que nada, una forma de resolver la tensión. En esta escena, la descontextualización a la que nos somete Ade es más radical. Todo lo que sabemos (y sabremos) de la vida que Melanie deja atrás está aquí. Un trozo de habitación anodina, un tipo que parece un exnovio cordial.

Las claves de un estilo

Puestas frente a frente, las dos escenas nos dan algunas claves del cine de Maren Ade. Primero, la importancia del afecto fantasmal en sus imágenes: sus personajes, de identidades extraviadas en (y por) una sociedad áspera, parecen haber olvidado qué es eso de querer, y apenas tenemos pistas de cómo lo hicieron en su momento. Segundo, una narrativa de la incomodidad: su cámara siempre busca momentos similares a los citados, en apariencia insustanciales, en los que la exposición sostenida nos pone en una posición engorrosa. Nos obliga a descubrir por nosotros mismos esos afectos fantasmales, esos deseos de (re)conexión que sus personajes no llegan a expresar y que flotan en silencios incómodos. Y, tercero, una estética de la banalidad: Ade se abona a la cámara en mano, el corte abrupto, las composiciones descuidadas y las escenografías anodinas como los rellanos de portal. Incluso la imagen cruda de The Forest for the Trees, grabada con una minicámara digital, parece una declaración de intenciones. La confianza plena en que basta modular nuestra mirada ante lo más trivial para extraer verdades profundas sobre las relaciones humanas.

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