“Progreso en el valle de los despistados”, Florian Kunert
Tras el silencio de las ruinas
En este documental experimental, el director entrecruza la historia industrial de la RDA con la de un grupo de refugiados sirios.
De Miguel Muñoz Garnica
Sobre la fachada con ventanas de un edificio de viviendas abandonado, en plena noche, vemos proyectadas fotografías del grupo de jóvenes sirios que protagoniza Progreso en el valle de los despistados. Tras varios planos similares, cambia la proyección: vemos ahora sobre la fachada imágenes de archivo de un viejo vídeo gubernamental. Kunert corta al contenido de ese archivo, una grabación de los años setenta sobre un joven sirio recién llegado a la RDA. La voz en off del joven, empleado en una fábrica de maquinaria agrícola llamada Fortschritt (Progreso), relata sus esperanzas de futuro: aprender alemán, trabajar codo con codo con sus compañeros, y volver a su país con los nuevos conocimientos adquiridos. En el material de archivo, el joven desfila en un tractor de la fábrica por las calles de la ciudad, entre aplausos y vítores de los lugareños. Es entonces cuando Kunert introduce otro corte definitorio, una elipsis temporal de medio siglo. La cámara se sitúa en el fondo de un pasillo ruinoso, el interior del mismo edificio que veíamos en los planos mencionados al principio. Por el fondo del encuadre, los tabiques caen: otra máquina, esta vez una demoledora, está echando abajo la construcción. Mientras, un antiguo trabajador de Fortschritt recorre las estancias desvencijadas.