„The Capacity for Adequate Anger“, Vika Kirchenbauer
Antes del mirar

Fotograma de “The Capacity for Adequate Anger” de Vika Kirchenbauer, 2022
Fotograma de “The Capacity for Adequate Anger” de Vika Kirchenbauer, 2022 | © Vika Kirchenbauer

El festival Punto de Vista presenta en España esta autorreflexión que la artista realizó a la par que preparaba su primera exposición en solitario.

De Miguel Muñoz Garnica

A mitad de metraje, el texto en voice over señala la motivación de la película que estamos viendo: la ansiedad que le produce a la autora volver a su pueblo diez años después. Se entrevé una relación complicada con un padre amenazante. Al comienzo del corto, Kirchenbauer recorre un recuerdo más remoto. Aún estando en la escuela de cine, su abuela le pregunta si su objetivo es trabajar para la televisión. Cuando su nieta le explica que su labor se parecería más bien a lo que se suele ver en un museo, la abuela –que jamás ha pisado un museo– asiente sin más.

Unir los puntos

Si queremos, poder unir los dos puntos, los dos perfiles de familiares enunciados de pasada, para componer una trayectoria vital que va de los orígenes humildes a una entrada en el elitismo del mundo del arte. El aparejar ambos términos –elitismo y arte– es precisamente el punto que sostiene aquí Kirchenbauer en una película que es en esencia una autorreflexión crítica: como ella misma dirá, su voluntad de hablar de cuestiones de clase como artista solo se ha materializado cuando ha obtenido un cierto ascenso social, condición sine qua non para ser escuchada.

Fotograma de “The Capacity for Adequate Anger” de Vika Kirchenbauer, 2022
Fotograma de “The Capacity for Adequate Anger” de Vika Kirchenbauer, 2022 | © Vika Kirchenbauer

No-imagen

La autora acude a la necesidad de la distancia para salvar esa brecha. La necesidad de mirar las cosas desde una perspectiva externa aun desde la inmersión en ellas –la capacidad para la ira adecuada que da título a la obra–. Ahora bien, todo esto queda en un plano más bien teórico en una película que se muestra huidiza con su propio potencial cinematográfico. No se trata solo de que tienda a negarnos la narración –esa vida personal de la autora que apenas se atisba pero se adivina su enorme peso–; las imágenes –siempre tomas abiertamente parciales, fragmentarias, de los cuerpos, paisajes u objetos–; el movimiento –la película se compone únicamente de fotos fijas–; o la duración –esas fotos fijas son vistas fugaces intercaladas entre pantallas negras–. Sobre todo, tiende a negarnos la posibilidad de la mirada, un elemento cinematográfico mucho más esencial.

Y no nos faltarían cosas a las que mirar. Las vistas fugaces que nos ofrece Kirchenbauer beben de fotografías tomadas en su viaje de vuelta a casa, dibujos de su infancia, carátulas de cedés, fotos familiares, cromos de baloncesto, e incluso fragmentos reencuadrados de un anime Pero todas aparecen como en un estado embrionario, como si la forma de mirarlas estuviera por decidir. Porque The Capacity for Adequate Anger es en sí misma un embrión de mirada, la duda hecha (no-) imagen. Un ejercicio previo a la primera exposición individual de la artista en un museo que consigue –y no es poco– un imaginario de una mirada personal cuestionándose a sí misma.

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