Cooperación entre museos
Repensar el legado colonial

Puertas históricas de un palacio real africano en el Museo Quai Branly en París, una de las piezas a restituir.
Puertas históricas de un palacio real africano en el Museo Quai Branly en París, una de las piezas a restituir. | Foto (detalle): Michel Euler © picture alliance / AP Photo

La restitución de artefactos y bienes culturales de la era colonial a los países africanos de origen se debate desde hace tiempo en diversos foros. No obstante, parece confirmarse que dichos debates no generan resultados concretos. ¿Se percibe algún tipo de progreso? ¿Qué queda por hacer para zanjar el tema de forma satisfactoria para todos los implicados?

De Thomas Laely

Han pasado casi exactamente dos años desde que se abrió el debate sobre qué iba a  suceder con los artefactos etnográficos y científicos almacenados en los museos europeos que apenas se exhiben. Un debate incentivado (¿o fue la causa detonante?) por el conocido como “Discurso de Uagadugú”, pronunciado por el presidente francés Emmanuel Macron a finales de 2017 en la universidad de la capital de Burkina Faso y altamente publicitado, aunque solo causó efecto en el ámbito de los expertos interesados, formado por los trabajador*s de los museos y museólog*s, así como por comerciantes de arte y gente dedicada a la política cultural. Un año después, se publicó un informe al respecto comisionado por Macron y elaborado por el economista y escritor senegalés Felwine Sarr y la historiadora francoalemana Bénédicte Savoy, titulado Rapport sur la restitution du patrimoine culturel africain. Vers une nouvelle éthique relationelle (Restitución del patrimonio cultural africano. Hacia una nueva ética relacional), publicado simultáneamente en inglés como The Restitution of African Cultural Heritage. Toward a New Relational Ethics).

la Repercusión del informe Savoy-Sarr

¿Y qué se ha conseguido durante estos dos últimos años? Este debate, sostenido con una virulencia cada vez mayor, ha llevado de cabeza a los museos etnológicos, a pesar de que muchos de ellos se esfuerzan desde la década de los noventa por renovarse y, bajo el auspicio de una “nueva museología”, tratan de implicar al público y establecer lazos de cooperación con las comunidades y l*s expert*s de los países de donde proceden las colecciones.

El tema de la sociedad postcolonial y la necesidad reivindicativa de descolonizar ámbitos vitales muy diferenciados sigue en debate desde entonces. Se cuestiona no solo la función, sino la justificación de que sea necesaria la existencia de museos con colecciones etnológicas, las actividades que ofrecen y su organización en general. Por citar un ejemplo de la radicalidad de estos cambios y de la nueva autopercepción que suscita, mencionar que mientras los museos etnológicos de habla alemana hace seis años aún discutían de forma controvertida en qué medida debían de hacer accesibles sus colecciones y publicarlas en línea, hoy en día la digitalización y la consulta libre y gratuita de fondos es una postura muy común. No obstante, parece no haber consenso en cuanto a la rapidez y las condiciones inherentes al proceso: ¿no habría primero que corregir los errores y las omisiones en los bancos de datos (por ejemplo, con la ayuda de expertos que investiguen la proveniencia de los objetos de arte) o quizá sería más rápido y efectivo abrir las colecciones al público tal y cómo están?

se trata de algo Más que una restitución

Todavía queda mucho por hacer. Lo cierto es que la regularización del manejo de las colecciones y encontrar la mejor forma de “descolonizar” sus fondos mantendrá ocupados a los museos etnológicos durante muchas décadas, a pesar de que las demandas de restitución de artefactos sean y sigan siendo muy esporádicas, según estadísticas museísticas. También se ha señalado hasta la saciedad que no solo se trata de restituir los artefactos en sí o de cuestionar el mejor lugar para su conservación. Lo que haría falta sería reconocer que los países, estados y comunidades de origen tienen derecho a participar de forma más activa en el destino de dichos artefactos y en cómo y dónde deberían ser conservados. En realidad, su voto debería ser decisivo. Cuando se habla de reconocimiento, derecho de propiedad, de posesión y de disposición, no basta con hablar de una copropiedad múltiple o mancomuna, ni con facilitar la circulación de los artefactos o mencionar el  “legado cultural compartido”. Participar y responsabilizarse en común acuerdo, en vez de dividir las colecciones, sería un mejor comienzo, el enfoque adecuado.

Edificio del Museo de Etnografía de Zúrich, ubicado en el Antiguo Jardín Botánico
Edificio del Museo de Etnografía de Zúrich, ubicado en el Antiguo Jardín Botánico | Foto (detalle): Roland Fischer © CC BY-SA 3.0
Sin embargo, nos enfrentamos a un imposible, mientras no se igualen las condiciones de equipamiento, de recursos y de acceso a las colecciones de ambas partes. Ya se barajan distintas soluciones, la más sencilla consistiría en que, una vez que los países de origen recuperasen los derechos de propiedad, los museos europeos tendrían que pagar un alquiler que contribuyese a mejorar las estructuras y la competencia de sus proveedores. A tal efecto, se debería evitar un proceso meramente bilateral, no hay que volverse loco buscando soluciones para el mismo problema. Más deseable sería que las partes africana y europea implicadas encontrasen una solución de mutuo acuerdo. Sería la mejor forma de, por un lado, implicar a las organizaciones multilaterales africanas correspondientes (en particular, el International Council of African Museums, AFRICOM, revitalizado en 2019, pero también la Ecole du Patrimoine Africain (EPA), en Porto Novo, Benín, y el Centre for Heritage Development (CHDA), en Mombasa, Kenia) y, por otro, de definir directrices e ideas acordes con los Principios de Washington sobre Arte Confiscado por los Nazis, firmado en 1998.

Lo cierto es que la regularización del manejo de las colecciones y encontrar la mejor forma de “descolonizar” sus fondos mantendrá ocupados a los museos etnológicos durante muchas décadas.

Deberíamos quitarnos de la cabeza la idea simplista de que restitución significa mover un objeto del cajón debidamente rotulado de un museo a su lugar de ‘origen’. Que a menudo no exista una asignación clara de lugares y objetos, no solo significa tampoco que una restitución, por lo general, sea un proceso complejo. Existen miles de soluciones y todas son posibles, si se está dispuesto a negociar y existe diálogo.

“Descolonizar” con un propósito

Para no caer en un tópico vacío, debemos llenar de contenido el precepto de “descolonizar” las colecciones de los museos. Cada proceso de descolonización significa abrirse a un nuevo socio y cooperar con él. Además de discutir restituciones materiales, es necesario estar dispuesto a contraer obligaciones mutuas en base a dicha cooperación. Los museos europeos son quienes se deben comprometer en primer lugar, deben de dejar clara su disposición de cambiar las cosas y de contribuir a la descolonización, incluso mediante claros actos simbólicos. Si lo hacen, se encontrarán con museos africanos que han cambiado su forma de trabajar y sus directrices de manera radical en los últimos años. En muchos casos, nada tienen que ver con la imagen, que aún prevalece, de las anticuadas instalaciones de la época colonial, entre tanto, obsoletas.
 
Los países de origen –en este caso, africanos– no pueden eludir tampoco su propia responsabilidad bajo ningún concepto. Deben de contribuir de forma significativa a la infraestructura cultural, demanda que ya vienen haciendo justamente distintas agrupaciones africanas desde hace tiempo. En general, es necesario conceder un espacio considerablemente mayor a las opiniones y perspectivas africanas para evitar que la restitución se convierta en un debate europeo unilateral. Solo entonces se verificará que las exigencias de restitución no están a la orden del día. En muchos casos, los países y museos africanos responsables tratan estas iniciativas con mucha cautela, pues frecuentemente provocan complejos conflictos sociales internos. En Ghana o Uganda, por ejemplo, las demandas de restitución presentadas por unidades políticas y reinos subordinados recaen sobre los museos nacionales de dichos países como una amenaza.

Las ventajas de una colaboración duradera

Teniendo en cuenta lo mucho que ha evolucionado la escena museística africana, una asociación y colaboración duraderas solo podría reportar beneficio a las instituciones europeas. Es esencial para todas las partes implicadas que en futuros debates sobre el manejo y la propiedad de las colecciones etnológicas prime la idea de trabajar de una nueva forma (ya se llame “pos-etnológica” o “postcolonial”) que ayude a reorientar los museos, de ofrecer mayor transparencia a cualquier grupo externo interesado y de ofrecer una estructura más abierta y accesible que pueda asumir funciones sociales más amplias. Y no solo se trata de ordenar y reacondicionar. Lo que realmente se precisa es un nuevo tipo de museo con unas estructuras, formas de funcionamiento y orientación temática totalmente renovadas. Semejante museo sería capaz de encontrar una nueva forma de trabajar en igualdad de condiciones, por ejemplo, con África. Pero para ello se requiere una estrecha cooperación, intercambio y transferencia de conocimiento en ambas direcciones.

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