Negacionismo del cambio climático
Buen o mal tiempo, ¿a eso se reduce el clima?

Al fin y al cabo, si hace más calorcito, mejor, ¿no? Tormenta de arena en Australia.
Al fin y al cabo, si hace más calorcito, mejor, ¿no? Tormenta de arena en Australia. | Foto (detalle): © Adobe

Conclusiones alternativas y teorías conspirativas: el mundo del negacionismo del cambio climático.

De Stefan Schocher

Últimamente se habla mucho de bulos. También de la libertad de otros, que terminan imponiendo su santa voluntad. La autoimposición de resoluciones ajenas, el comunismo, las ideas fachas de “los de arriba”, mientras a “los de abajo” se nos amordaza y trata como a simples siervos. “No creerse nada, verificarlo todo” es el lema de wahrheiten.org (verdades.org). Según esta página web, casi todo es mentira: el dinero, el clima, el cáncer, la evolución, la República Federal de Alemania... En el menú de navegación de dicha página puedes optar por artículos como “La mentira de las vacunas”,  “La mentira del 9/11” y “La mentira del clima” que, según el subtítulo, sería “¿la mayor mentira del siglo?”.

El mundo de la gente que considera que el cambio climático se trata de una invención de alguna sociedad secreta y no de un hecho fáctico y ecológico es, sin duda, un mundo en que los hechos están de más o, a lo sumo, tan solo juegan un papel secundario. Pero, ante todo, se trata de un sector de la sociedad cada vez más organizado. Wahrheiten.org es solo una de las cientos de páginas web, blogs y comunidades online que lo sostienen. En los Estados Unidos, toda una serie de laboratorios de ideas de tinte conservador se afanan por rebatir descubrimientos científicos referentes al cambio climático, y la organización inglesa Organisation Global Warming Policy Foundation cuenta entre sus filas con numerosos miembros de la Cámara de los Lores del sector conservador. Así es como los argumentos de los negacionistas frente al cambio climático se abren paso hasta la primera línea política: representantes de la AfD llegaron a refutar repetidas veces el cambio climático ante el mismísimo parlamento alemán y, en Austria, es sobre todo el FPÖ el que cuestiona regularmente el tema. En septiembre de 2019, Norbert Hofer, el líder del FPÖ, se refirió al mandato de Greta Thunberg como de “dictadura con trencitas”, declaración que obtuvo gran elogio popular, por ejemplo, en el portal austríaco unzensuriert.at: por fin alguien tenía el valor de decir “lo que muchos piensan”.

¿Debate climático? ¿Qué debate?

Cuando Edgar Gärtner habla sobre Greta Thunberg, se refiere a ella como “una pobre muchachita” manipulada por sus padres y los políticos. Edgar Gärtner es escritor y orador, y forma parte del consejo asesor de EIKE, Instituto Europeo de Clima y Energía, una organización negacionista del cambio climático que, a pesar de lo que sugiere el nombre, no se trata de un instituto científico. La organización se considera a sí misma como una plataforma de gente y para la gente que rechaza la afirmación de que “el cambio climático es causa del ser humano”. En su página principal se dice incluso se trata de una “mentira para confundir a la población”. EIKE es una pieza activa y además dirigente de los negacionistas del cambio climático en Alemania; todos los años organiza un congreso que congrega a la escena y a los simpatizantes negacionistas.

No es común que una niña tenga tanta influencia y se le preste tanta atención, dice la geógrafa Sarah Kessler de Greta Thunberg. Que precisamente sea una chiquilla quien rompa con las convenciones y la jerarquía del discurso político, molesta a las más dispares ideologías.
No es común que una niña tenga tanta influencia y se le preste tanta atención, dice la geógrafa Sarah Kessler de Greta Thunberg. Que precisamente sea una chiquilla quien rompa con las convenciones y la jerarquía del discurso político, molesta a las más dispares ideologías. | Foto (detalle): © picture alliance / REUTERS
Edgar Gärtner mantiene la calma, cuando trae a colación las supuestas conexiones existentes entre “las grandes finanzas, la política y la industria”. Plantea su punto de vista: no existe un debate climático porque no se debate. Gärtner considera que el Grupo Intergubernamental de expertos sobre el Cambio Climático, IPCC, se trata de un mero instrumento para “uniformizar”, formado al principio por representantes gubernamentales que enseguida fueron destituidos, ya que son los grupos de presión los que realmente dirigen. Le falta tiempo para decir que cualquier tipo de debate fue bloqueado “desde muy arriba”, que el mundo de “las grandes finanzas” impidió el debate sobre el cambio climático, que un impulso suicida e inconsciente empuja a las personas a salir a la calle y que dentro de nada Europa será una colonia de China.

Edgar Gärtner no niega en ningún momento que el clima cambia, de hecho le complace: “La factura de la calefacción no será tan cara”. No le queda tan claro, a quién responsabilizar. Y le disgusta lo que, según su opinión, encubre la política climática: una política de presión dispuesta a aniquilar la industria automovilística alemana y un montón de puestos de trabajo.

En las redes sociales y los foros afines, se pasa como si tal cosa del argumento de la “política climática y el clientelismo” o de la “ecomafia”, que nos despluma como a gansos navideños, al de las grandes finanzas estadounidenses, el gran ganador de la política climática según, por ejemplo, el blog de derechas freiwelt.net. Der Klimaschwindel – wie die Ökomafia uns abzockt (El cambio climático. Cómo nos está desplumando la ecomafia) es el título de una obra de referencia del negacionismo del cambio climático. En dichos sitios web, además de encontrar afirmaciones de este tipo, a menudo se se tiñen de un tono antisemita, antidemocrático y anti-prensa.

Impulsados por la desconfianza

El negacionismo del cambio climático –muchos de ellos, antes que negacionistas, prefieren considerarse escépticos– reúne entre sus filas grupos muy dispares: desde círculos económicos e industriales, motivados en primera línea por su propio interés, pasando por laboratorios de ideas, círculos políticos neoliberales, neoderechistas o populistas de derecha, hasta quien simplemete se siente atraído por las teorías conspirativas. Hay quien niega el cambio climático y hay quien no se atreve a tanto, en cualquier caso rechazan la idea de que la causa sea humana o de que se trate de un problema sin solución. Hay quien pone en tela de juicio las estadísticas oficiales, hay quien solo pone en duda las medidas adoptadas. Sin embargo, todos se posicionan contra la política climática, ese es su denominador común.

Sarah Kessler investiga en la Universidad Ludwig Maximilian de Múnich por qué precisamente el cambio climático es un tema tan polarizado. Kessler detecta una especie de espiral ascendente de debates polarizados, a la que hace poco también se incorporó el cambio climático: primero fue la crisis griega, luego los refugiados y, por último, las emisiones de CO2. Ha comprobado que en dichos debates siempre hay dos frentes que apenas entran en contacto: por un lado, el discurso establecido en los programas de entrevistas de la televisión, en la prensa y en amplios sectores de la opinión pública y, por otro, el discurso presente principalmente en las redes sociales y en los foros afines. Sin embargo, una y otra vez sale a la luz un motivo común a los participantes de dichos foros: la certeza de que una élite política decide por la población y que, encima, actúa de modo inconsecuente. Además, según Kessler, siempre dentro de una temática de tal complejidad, que cualquier solución individual apenas sirve de nada; a más inri, cuando dicho problema apenas es visible o palpable. Es entonces cuando surge una profunda desconfianza y el miedo a la pérdida.

En la política, son sobre todo l*s representantes de la derecha quienes echan mano de los argumentos del negacionismo del cambio climático. En Alemania el quivalente al FPÖ austriaco es el bloque parlamentario de la AfD. Meuthern, su líder político, quizá no se considere a sí mismo negacionista pero sí escéptico. Su partido considera que la política de protección del medio ambiente eligió el “camino equivocado” y cuestiona en su programa, al menos parcialmente, las medidas tomadas por el IPCC. Para Alice Weidel, la presidenta del bloque parlamentario, cualquier tipo de debate que pudiese surgir al respecto se reduciría a política de presión, porque se trata de una organización ante todo política, carente de cualquier carácter científico.

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