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Erika Mann
Una fe terca en la democracia y la libertad

Erika Mann alrededor de 1950.
Erika Mann alrededor de 1950. | Foto (detalle): © picture alliance/akg-image

Fue mucho más que la hija del famoso hogar (de artistas): Erika Mann trabajó como corresponsal de guerra, montó una compañía de cabaret y dio conferencias políticas en las que defendió la libertad y la democracia.

De Romy König

Cabaret desde el exilio

Más que nada, ella quería hacer teatro, viajar, escribir. Pero entonces los nacionalsocialistas subieron al poder en Alemania... y Erika Mann empezó su propia lucha contra la ideología nazi. Nacida en Múnich en 1905, la primogénita del famoso escritor alemán Thomas Mann y su esposa Katia al principio se inclinó por la actuación, antes de empezar a escribir textos de folletín, como columnas para el periódico Tempo, libros de viajes y, después, libros infantiles. Así financió, entre otras cosas, un viaje por el mundo en 1927-1928. El ascenso del nacionalsocialismo despertó su conciencia política: a inicios de 1933 fundó, junto con su hermano Klaus, la compañía de cabaret Die Pfeffermühle (Los Pimenteros), pero dos meses después los orillaron al exilio. A partir de entonces presentó su programa político con canciones, declamaciones y sketches en otros países europeos, al principio sobre todo en Suiza, luego también en Bélgica y Holanda. Hizo tres giras por Checoslovaquia, y sus presentaciones casi siempre se agotaban. Años después, Klaus Mann reconocería el importante papel que tuvo su hermana en la compañía. Ella no solo escribió la mayoría de los textos, sino que también era "maestra de ceremonias, directora, organizadora": "Erika cantaba, actuaba, inspiraba, en resumen: era el alma del proyecto", dejó sentado Klaus en su autobiografía.. Erika Mann con su hermano Klaus en 1930. Erika Mann con su hermano Klaus en 1930. | Foto (detalle): © picture alliance/akg-image

Difusora política

Erika Mann difundió su compromiso político en el exilio —en 1936 emigró a Estados Unidos—: cuando se percató de que el cabaret no le hablaba al público estadounidense, empezó a trabajar de conferencista —lo que ahí llaman lecturer—, viajando por el país para dar discursos políticos. En paralelo siguió escribiendo, publicó libros sobre el trabajo cultural alemán en el exilio y tomos con testimonios sobre la vida durante el fascismo. También se dedicó a la difusión política como corresponsal de guerra para distintos medios. No solo se dirigió a los alemanes en transmisiones radiofónicas, sino que también acompañó a las fuerzas estadounidenses al Norte de África, a Bélgica y a Francia, y estuvo presente cuando los aliados desembarcaron en la costa de Normandía el 6 de junio de 1944, el Día D.

Fe en la verdad y en la tolerancia

El inicio de la Guerra Fría terminó con su trabajo como difusora política, pero su obra sigue siendo actual. "El único principio que albergo", anotó en 1943, "es mi fe terca en algunos ideales morales fundamentales: la verdad, el honor, la decencia, la libertad, la tolerancia". Ahora sigue surgiendo de ahí una fuerza inspiradora, opina Irmela von der Lühe, la biógrafa de Erika Mann y profesora de literatura en Berlín, con motivo de una exhibición curada por ella en octubre de 2020 en Fráncfort del Meno. "Erika Mann tenía una comprensión de la política y de la actividad periodística que no dependía de la ideología ni de la utopía, sino de la fe en una sociedad democrática que se puede derrumbar cuando no se la defiende". Esa postura es lo que la hace parecer más actual y significativa que nunca, y lo que hace tan valioso que se trabaje con ella justo ahora. Erika Mann y sus padres en 1950. Un poco después, en 1952, Erika y sus padres se mudaron de vuelta a Suiza desde Estados Unidos, donde Thomas Mann murió tres años después. Erika Mann y sus padres en 1950. Un poco después, en 1952, Erika y sus padres se mudaron de vuelta a Suiza desde Estados Unidos, donde Thomas Mann murió tres años después. | Foto (detalle): © picture-alliance/IMAGNO/Austrian Archives/Anonym

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