A principios de los años sesenta Hanns-Josef Ortheil emprende junto con su padre un viaje hacia el Berlín divido de la posguerra. Es un viaje de regreso a los lugares en los que vivieron su padre y su madre como joven pareja durante la Segunda Guerra Mundial. Paciente y fascinado escucha lo que su padre le cuenta de la vida en aquel entonces. De manera instintiva comprende la importancia que Berlín tenía para su pequeña familia y que aún tiene para él. Día con día, tomando notas y escribiendo, busca ansiosamente el joven de apenas doce años una conexión con este mundo. En verano de 1964 viaja el entonces de doce años Hanns-Josef Ortheil con su padre hacia Berlín. Pocos años después de la construcción del muro y un año después de la visita de Kennedy a Berlín, la estancia en Berlín pone frente a los ojos de padre e hijo la actualidad de la Guerra Fría, mientras se vuelve al mismo tiempo un viaje en al tiempo del pasado de la Segunda Guerra Mundial. En octubre de 1939 los padres recién casados se habían mudado desde un pequeño lugar en Westerwald a la entonces capital del Reich, en donde el padre trabajó como asesor de medición y en donde perdió a su primer hijo durante los ataques aéreos. Día con día padre e hijo exploran las huellas de este tiempo, visitan el viejo piso familiar, se encuentran con conocidos y amigos, y leen las libretas de las cuentas de la casa llevadas por la madre durante los años de la guerra. Sobre sus impresiones apunta el joven de doce años en a su manera inolvidable diario de viaje, en el que de manera dramática relata acerca de compenetración con el pasado en su propia existencia joven.
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