Ciclo de cine La Patriota

Dir. Alexander Kluge, 121 min., 1979

La profesora de historia Gabi Teichert cava un hoyo: "Puede que se esté cavando un refugio para la tercera guerra mundial o puede que cave tras la historia alemana." Cava más y más profundo. En sus investigaciones, se ocupa de bombardeos, el día del partido del SPD, la historia del cuerpo humano. Investiga el vínculo entre una historia de amor y la historia, etc. Todo esto lo lleva a cabo de verdad. Ella ensaya herramientas. Se sabe cómo se da forma a un coche, pero ¿cómo se da forma a la Historia? A. Kluge pasa revista a la historia alemana. Un "collage" humorístico en el que también hay espacio para el sueño y la imaginación.

Gabi Teichert, maestra de historia, natural de Hesse, se había puesto ya en camino, con la pala al hombro, en un episodio de DEUTSCHLAND IM HERBST; ahora, se nos dice más exactamente qué es lo que busca ella propiamente. Empieza a excavar de nuevo, pero esta vez más profundamente, para llegar por fin a las raíces de la historia alemana. Está harta de ofrecer eternamente a sus escolares, fiel al plan de enseñanza, los sucesos históricos alemanes por orden cronológico desde las cruzadas hasta Stalingrado. "La historia alemana fue tan movida que no se puede comunicar en un sentido positivo", piensa ella al respecto y se siente llamada a mejorar el punto de partida para la clase de historia, por ejemplo, ejerciendo directamente influencia en el congreso del partido socialdemócrata alemán (SPD). Es una persona de la práctica, curiosa e incrédula, busca pruebas sólidas y no le importa mancharse las manos en sus privadas excavaciones arqueológicas expoliadoras, hacer experimentos alquimistas en su "alcoba de brujería" o de arremeter con herramientas con gruesos libros históricos. Su estudio de la realidad se completa con observaciones personales durante las intervenciones de la policía contra los manifestantes o las persecuciones nocturnas en solitario por parte de agentes del servicio de defensa de la constitución.

En lugar de arribar a resultados aprovechables, claros, con sus incansables empresas no llega Gabi Teichert progresivamente a ninguna parte. Empieza a llamar la atención en el cuerpo de profesores y tiene que justificar su proceder.A la resoluta maestra le ayuda un testigo del pasado, un elocuente sujete paciente de la historia, una rodilla solitaria, un fragmento del cabo primero Wieland, caído en Stalingrado, a quien Kluge presta su voz comentadora, suave pero enérgica. Por así decirlo, a tres bandas se disponen a probar que la historia de un país consiste "no de una historia, sino de muchas historias". Forman parte de ellas como testimonio del trabajo secular del pueblo en la labranza de sus deseos tanto los muertos bajo los campos de ruinas como los cuentos. Se trata de un extenso ámbito, puesto que "cuanto más cerca se contempla una palabra, tanto más lejos parece remitirse al pasado", como se constata en un rótulo, y con ello no se piensa solamente en la palabra "Deutschland" (Alemania), que aparece brevemente después.

"Gabi Teichert se pasa la mayor parte del tiempo confusa. Esto es una cuestión del contexto". Al espectador le ocurre inicialmente lo mismo, en vista de la avalancha incesante de imágenes y de comentarios. DIE PATRIOTIN, la demostración más perfecta de las teorías de Kluge, es un filme que se resiste completamente a ser incluido en el cine narrativo y su lineamiento y causalidad, que rechaza incluso una lógica exposición del contenido. En cambio, se presentan diversas perspectivas, actitudes, opiniones y empresas para circunscribir el tema central de trabajo de Kluge: la formación de una nueva conciencia histórica. No se trata de una reconstrucción de la historia, conocida como la visión ilustrada, usual y con una actitud retrospectivo de la clase de historia, sino que se trata de comprender la historia. "La historia es materia dura, no algo maleable y blando"; Kluge y Beate Mainka-Jellinghaus han empleado todas sus dotes artísticas de montaje, con el fin de penetrarla, de liberar a los enterrados, de elevar lo reprimido y de devolver nuevamente la vida a los muertos.

"El cine como una 'totalidad rica' de muchas determinaciones y relaciones" está supeditado a la cooperación productiva del espectador, puesto que únicamente mediante su visión selectiva conduce la recepción a la producción, a la participación activa y a la colaboración, a una experiencia arrancada frente a la "resistencia a los sentidos", tal como la preconiza Kluge. Esta es una interrelación de tipo dialéctico. Y es aplicable igualmente a la "energía de protesta", inherente a la idea que Kluge tiene del realismo: "el realismo no es un estado natural. El estado natural es la ideología, los sueños. Al elevar yo la protesta contra el principio del realismo, contra lo que la realidad me hace, soy realista. Así pues, soy realista partiendo de una base antirrealista. Y esta dialéctica motiva que yo aniquile todos los métodos realistas, si es que quiero ser realista". La superficie porosa, la fragilidad y el rompecabezas formado por la acción --citas del filme--, reflexiones, la reconciliación de documentación y ficción, se presentan juntas a luchar contra la reinstauración de la visión realista de la realidad.

Considerando la profusión de imágenes, el conglomerado del material expuesto, uno prefiere quedarse con Gabi Teichert. Ella ha sido pensada asimismo como una figura artificial, pero a la vez es también una representante viviente y tangible del presente y la que dio su título al filme, o sea una especie de promesa no intencionada de un hilo conductor, que ella corta repetidamente con el absurdo de sus intervenciones y exploraciones, repitiendo así también una imagen de la feminidad adaptada a las ideas de Kluge. Su patriotismo se define de antemano: "Participa en todos los muertos del Reich". Ahora bien, nunca aparecen juntos ella y la rodilla, como articulación restante, en suspenso, una reliquia del pasado que ella investiga. No se llega a cumplir el empalme de presente y pasado, la producción de esta totalidad positiva. El resto es la añoranza, el anhelo de que la historia no consiente "una versión patriótica positiva", ni siquiera en la pantalla, ya que es y sigue siendo un campo de ruinas. La rodilla misma, símbolo de unión y de ruptura por su naturaleza, evidencia una vez más el pensar influido por el montaje, pero se permite también como idea vagabunda una broma "desde abajo" como resistencia frente la presión "desde arriba". Es un concepto pedagógico que sólo aparentemente parece discreto.

Marli Feldvoß
 

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