Felicitas Hoppe
Felicitas Hoppe nace en Hamelín (Baja Sajonia). Para Hoppe, el encanto poético reside en la posibilidad de dejar que las cosas coexistan arbitrariamente unas al lado de las otras, saltándose las barreras del tiempo, de nada sirve copiar la verdad o reproducir la realidad. Los viajes son el gran tema de su obra.
La autora ha sido merecedora de numerosos premios, entre otros, el Premio Ernst Willner, el Premio Heimito von Doderer y el Premio Büchner.
Su obra todavía no ha sido traducida al castellano.
La autora ha sido merecedora de numerosos premios, entre otros, el Premio Ernst Willner, el Premio Heimito von Doderer y el Premio Büchner.
Su obra todavía no ha sido traducida al castellano.
Felicitas Hoppe nace en Hamelín (Baja Sajonia) y estudia Literatura, Retórica y Religiones comparadas en Tübingen, Oregón, Roma y Berlín. Trabaja como profesora de alemán como lengua extranjera, como dramaturga y periodista. Autora de numerosos textos y trabajos para la radio, periódicos y revistas. Entre sus frecuentes viajes transoceánicos reside en Berlín.
En 1996 aparece su aclamada recopilación de relatos Picknick der Frisöre, un conjunto de historias llenas de fantasía y a veces también de amarga crueldad. “Escribir es algo muy anacrónico”, explica la autora clasificada como “fundamentalista de la narración”. “No lo aprendí en la Universidad. Escribo desde los seis años. Toda mi familia ha escrito siempre. La belleza de la lengua y su fuerza interior me importan”. Para Hoppe, el encanto poético reside en la posibilidad de dejar que las cosas coexistan arbitrariamente unas al lado de las otras, saltándose las barreras del tiempo, de nada sirve copiar la verdad o reproducir la realidad.
Los viajes son el gran tema de la obra de Hoppe. La novela Pigafetta (1999), resultado de un viaje de cuatro meses por el mundo a bordo de un buque mercante, consolida su fama como narradora que pretende “devolver la aventura al mundo”. Con su obra Paradiese, Übersee (2003), persiste en el mismo tema. Publica simultáneamente suplementos culturales sobre viajes. En la novela Verbrecher und Versager (2004) presenta en cinco retratos las aventuras de recalcitrantes ladrones, maleantes y fracasados que abandonaron las estrecheces de su país para embarcarse hacia lo desconocido. En Johanna (2006), Hoppe emprende un viaje a través de la Historia. Con fuerza poética y fidelidad histórica narra de la rebelión y nostalgia de Juana de Arco. Con Hoppe (2012), la autora presenta una biografía imaginada en la que Hoppe explica de otra, igualmente posible, Hoppe. Una historia de vida y viajes con la que transporta al lector por el mundo para devolverlo de nuevo a Alemania.
La autora ha sido merecedora de numerosos premios, entre otros, el Premio Ernst Willner (1996), el Premio Heimito von Doderer (2004) y el Premio Büchner (2012).
Copyright: Goethe-Institut Barcelona
Texto: Ilka Haederle/ Traducción: Rosina Nogales Tudela
En 1996 aparece su aclamada recopilación de relatos Picknick der Frisöre, un conjunto de historias llenas de fantasía y a veces también de amarga crueldad. “Escribir es algo muy anacrónico”, explica la autora clasificada como “fundamentalista de la narración”. “No lo aprendí en la Universidad. Escribo desde los seis años. Toda mi familia ha escrito siempre. La belleza de la lengua y su fuerza interior me importan”. Para Hoppe, el encanto poético reside en la posibilidad de dejar que las cosas coexistan arbitrariamente unas al lado de las otras, saltándose las barreras del tiempo, de nada sirve copiar la verdad o reproducir la realidad.
Los viajes son el gran tema de la obra de Hoppe. La novela Pigafetta (1999), resultado de un viaje de cuatro meses por el mundo a bordo de un buque mercante, consolida su fama como narradora que pretende “devolver la aventura al mundo”. Con su obra Paradiese, Übersee (2003), persiste en el mismo tema. Publica simultáneamente suplementos culturales sobre viajes. En la novela Verbrecher und Versager (2004) presenta en cinco retratos las aventuras de recalcitrantes ladrones, maleantes y fracasados que abandonaron las estrecheces de su país para embarcarse hacia lo desconocido. En Johanna (2006), Hoppe emprende un viaje a través de la Historia. Con fuerza poética y fidelidad histórica narra de la rebelión y nostalgia de Juana de Arco. Con Hoppe (2012), la autora presenta una biografía imaginada en la que Hoppe explica de otra, igualmente posible, Hoppe. Una historia de vida y viajes con la que transporta al lector por el mundo para devolverlo de nuevo a Alemania.
La autora ha sido merecedora de numerosos premios, entre otros, el Premio Ernst Willner (1996), el Premio Heimito von Doderer (2004) y el Premio Büchner (2012).
Copyright: Goethe-Institut Barcelona
Texto: Ilka Haederle/ Traducción: Rosina Nogales Tudela
EN LENGUA ALEMANA
Narrativa
Hoppe
S. Fischer Verlag, Frankfurt am Main 2012
Der begnadigte Truthahn
Berliner Handpresse 2010
Der beste Platz der Welt
Dörlemann, Zürich 2009
Johanna
S. Fischer, Frankfurt a.M. 2006
Verbrecher und Versager, Fünf Porträts
Marebuchverlag, Hamburg 2004
Paradiese, Übersee
Rowohlt, Reinbek bei Hamburg 2003
Pigafetta
Rowohlt, Reinbek bei Hamburg 1999
Picknick der Frisöre
Rowohlt, Reinbek bei Hamburg 1996
Unglückselige Begebenheiten
Hoppe-Dörwald, Eppelheim 1991
Libros ilustrados
Iwein Löwenritter
Basada en la novela de Hartmann von Aue
Libro infantil con ilustraciones
S. Fischer, Frankfurt a. M. 2008
Ingrids Affen
Libro infantil con ilustraciones
Berliner Handpresse, 2006
Die Reise nach Java
Libro infantil con ilustraciones
Berliner Handpresse, 2004
Fakire und Flötisten
Narraciones con ilustraciones
Berliner Handpresse, 2002
Die Torte
Narraciones con ilustraciones
Berliner Handpresse, 2000
Vom Bäcker und seiner Frau
Narraciones con ilustraciones
Berliner Handpresse, 1999
Die weiße Frau
Libro infantil con ilustraciones
Berliner Handpresse, 1998
Drei Kapitäne
Libro infantil con ilustraciones
Berliner Handpresse, 1998
Das Richtfest
Narraciones con ilustraciones
Berliner Handpresse, 1997
Sonstiges
Abenteuer. Was ist das?
Wallstein, Göttingen 2010
Narrativa
Hoppe
S. Fischer Verlag, Frankfurt am Main 2012
Der begnadigte Truthahn
Berliner Handpresse 2010
Der beste Platz der Welt
Dörlemann, Zürich 2009
Johanna
S. Fischer, Frankfurt a.M. 2006
Verbrecher und Versager, Fünf Porträts
Marebuchverlag, Hamburg 2004
Paradiese, Übersee
Rowohlt, Reinbek bei Hamburg 2003
Pigafetta
Rowohlt, Reinbek bei Hamburg 1999
Picknick der Frisöre
Rowohlt, Reinbek bei Hamburg 1996
Unglückselige Begebenheiten
Hoppe-Dörwald, Eppelheim 1991
Libros ilustrados
Iwein Löwenritter
Basada en la novela de Hartmann von Aue
Libro infantil con ilustraciones
S. Fischer, Frankfurt a. M. 2008
Ingrids Affen
Libro infantil con ilustraciones
Berliner Handpresse, 2006
Die Reise nach Java
Libro infantil con ilustraciones
Berliner Handpresse, 2004
Fakire und Flötisten
Narraciones con ilustraciones
Berliner Handpresse, 2002
Die Torte
Narraciones con ilustraciones
Berliner Handpresse, 2000
Vom Bäcker und seiner Frau
Narraciones con ilustraciones
Berliner Handpresse, 1999
Die weiße Frau
Libro infantil con ilustraciones
Berliner Handpresse, 1998
Drei Kapitäne
Libro infantil con ilustraciones
Berliner Handpresse, 1998
Das Richtfest
Narraciones con ilustraciones
Berliner Handpresse, 1997
Sonstiges
Abenteuer. Was ist das?
Wallstein, Göttingen 2010
Nacida en 1960 en Hameln
Estudios de Literatura y Retórica en Tübingen, EE UU, | |
Roma y Berlín; profesora de alemán en el Goethe-Institut | |
de Berlín; actividad como periodista | |
1996 | Premio Ernst Willner de Klagenfurt |
Premio de Literatura Aspekte para Picknick der Fiseure | |
2004 | Premio de Literatura Heimito von Doderer |
Premio Nicolas Born del país federal Baja Sajonia | |
2005 | Premio Hermanos Grimm |
2007 | Premio de Literatura de la ciudad de Bremen |
2010 | Premio de Literatura Rattenfänger de Hameln |
2012 | Premio Georg Büchner |
Reside en Berlín |
De: Picknick der Friseure
Todos los años por mayo vienen los peluqueros. Nos gustaría ondear banderolas como hacen ellos y llevar batas blancas con el mismo orgullo. Admiramos sus manos largas y firmes, y los ojos se nos van hacia los cestos grandes que llevan colgados del brazo y que tanto prometen, llenos de huevos y conejos blancos, vino y pastas.
Nunca llueve cuando vienen los peluqueros. No necesitan mirar hacia arriba para saber que el cielo está azul y que el sol se les refleja en la calva. Estiran sus mantas mullidas formando una especie de red, justo al lado del lago, a la sombra de los árboles de nuestro parque municipal. Nunca tienen prisa, y permanecen tendidos sobre la hierba, como los estudiantes en verano, con los brazos cruzados bajo la nuca, los ojos entreabiertos. No sabemos qué se oculta bajo esos párpados; no abren libros ni dejan notas escritas en las papeleras. Acechamos acostados entre los arbustos y escuchamos con atención su respiración ingenua hasta que finalmente uno de ellos se levanta para matar el primer conejo.
Entre las actividades del peluquero se cuentan lavar, cortar, peinar, cepillar, clarear, teñir, poner mechas, aplicar cuidados capilares, rizar, alisar cabellos al viento, afeitar, hacer manicuras, pedicuras, confeccionar pelucas y extensiones. El conejo aprecia todo esto en la mano lampiña del peluquero; nosotros, espías temblorosos entre la vegetación del mes de mayo, también lo sabemos, pero cuando la tijera emite un destello, cerramos bien los ojos y presionamos las manos contra orejas y cabeza, como si aún no hubiésemos entendido la forma en que todo se reproduce. En ese momento el peluquero se ríe y nos saluda con la mano y estrella un huevo en la sartén.
Nosotros sin embargo no formábamos parte de todo esto. –No trae suerte comer con calvos – decía nuestra abuela, al tiempo que arrugaba la nariz, como si una desgracia flotase en el aire. Nos cortaba el pelo a su manera con unas tijeras desafiladas, a diestro y siniestro, ¡a quien le iba a interesar estar guapo con el tiempo que hacía! Tapó las ventanas con paños tupidos cuando los peluqueros pasaron por delante de casa, y tapió la puerta con tablas. Pero conseguimos escapar por el sótano y oíamos como berreaba detrás de nosotros mientras nos lanzábamos calle abajo. No podíamos esperar, queríamos estar guapos, queríamos sentarnos en mantas mullidas y comer en una mesa de verdad, con un mantel blanco sin manchas ni restos de comida, pues los peluqueros chupaban con sus labios brillantes toda la carne de los huesos hasta dejarlos relucientes como dientes bien pulidos. Después los lanzaban por encima del hombro hacia atrás, al lago, describiendo un arco elevado. Y fue así como entramos, jadeantes, a su servicio.
Al anochecer portamos con orgullo los cestos llenos de botellas vacías, si bien vacilamos ligeramente al pasar por delante de la casa de nuestra abuela; tenía la puerta tapiada y las ventanas tapadas, pero podíamos verla claramente de pie, detrás de las telas, con los puños apretados en señal de despedida.
Aprendimos el oficio a conciencia y rápidamente. Durante el verano lavamos batas y las planchamos con pesadas placas de hierro hasta no dejar ni una arruga. Cuando cayeron las hojas, empezamos a cortar y peinar, a teñir y clarear hasta que finalmente se nos cayeron los pelos de las manos que se nos pusieron así suaves y firmes como las de un maestro. Por la mañana comprobábamos si nuestras uñas mostraban rastros del trabajo, pues en el negocio sólo una mano limpia es garantía de éxito.
Picknick der Friseure, p. 22-24. Trad. de Patricia Buján Otero
© Fischer, Frankfurt am Main 1996
Todos los años por mayo vienen los peluqueros. Nos gustaría ondear banderolas como hacen ellos y llevar batas blancas con el mismo orgullo. Admiramos sus manos largas y firmes, y los ojos se nos van hacia los cestos grandes que llevan colgados del brazo y que tanto prometen, llenos de huevos y conejos blancos, vino y pastas.
Nunca llueve cuando vienen los peluqueros. No necesitan mirar hacia arriba para saber que el cielo está azul y que el sol se les refleja en la calva. Estiran sus mantas mullidas formando una especie de red, justo al lado del lago, a la sombra de los árboles de nuestro parque municipal. Nunca tienen prisa, y permanecen tendidos sobre la hierba, como los estudiantes en verano, con los brazos cruzados bajo la nuca, los ojos entreabiertos. No sabemos qué se oculta bajo esos párpados; no abren libros ni dejan notas escritas en las papeleras. Acechamos acostados entre los arbustos y escuchamos con atención su respiración ingenua hasta que finalmente uno de ellos se levanta para matar el primer conejo.
Entre las actividades del peluquero se cuentan lavar, cortar, peinar, cepillar, clarear, teñir, poner mechas, aplicar cuidados capilares, rizar, alisar cabellos al viento, afeitar, hacer manicuras, pedicuras, confeccionar pelucas y extensiones. El conejo aprecia todo esto en la mano lampiña del peluquero; nosotros, espías temblorosos entre la vegetación del mes de mayo, también lo sabemos, pero cuando la tijera emite un destello, cerramos bien los ojos y presionamos las manos contra orejas y cabeza, como si aún no hubiésemos entendido la forma en que todo se reproduce. En ese momento el peluquero se ríe y nos saluda con la mano y estrella un huevo en la sartén.
Nosotros sin embargo no formábamos parte de todo esto. –No trae suerte comer con calvos – decía nuestra abuela, al tiempo que arrugaba la nariz, como si una desgracia flotase en el aire. Nos cortaba el pelo a su manera con unas tijeras desafiladas, a diestro y siniestro, ¡a quien le iba a interesar estar guapo con el tiempo que hacía! Tapó las ventanas con paños tupidos cuando los peluqueros pasaron por delante de casa, y tapió la puerta con tablas. Pero conseguimos escapar por el sótano y oíamos como berreaba detrás de nosotros mientras nos lanzábamos calle abajo. No podíamos esperar, queríamos estar guapos, queríamos sentarnos en mantas mullidas y comer en una mesa de verdad, con un mantel blanco sin manchas ni restos de comida, pues los peluqueros chupaban con sus labios brillantes toda la carne de los huesos hasta dejarlos relucientes como dientes bien pulidos. Después los lanzaban por encima del hombro hacia atrás, al lago, describiendo un arco elevado. Y fue así como entramos, jadeantes, a su servicio.
Al anochecer portamos con orgullo los cestos llenos de botellas vacías, si bien vacilamos ligeramente al pasar por delante de la casa de nuestra abuela; tenía la puerta tapiada y las ventanas tapadas, pero podíamos verla claramente de pie, detrás de las telas, con los puños apretados en señal de despedida.
Aprendimos el oficio a conciencia y rápidamente. Durante el verano lavamos batas y las planchamos con pesadas placas de hierro hasta no dejar ni una arruga. Cuando cayeron las hojas, empezamos a cortar y peinar, a teñir y clarear hasta que finalmente se nos cayeron los pelos de las manos que se nos pusieron así suaves y firmes como las de un maestro. Por la mañana comprobábamos si nuestras uñas mostraban rastros del trabajo, pues en el negocio sólo una mano limpia es garantía de éxito.
Picknick der Friseure, p. 22-24. Trad. de Patricia Buján Otero
© Fischer, Frankfurt am Main 1996
Verbrecher und Versager
La ficción no es sólo ficción, así como lo real no tiene por qué ser solo real. Así la perspectiva que uno tiene de sí mismo se convierte de repente en la perspectiva del extraño, lo extraño es lo propio y viceversa. Esta experiencia no es individual, sino social y abre a las personas la posibilidad de salir al mundo más allá de las propias necesidades. Finalmente „no es lo desconocido que nos extraña, sino que somos nosotros mismos porque nadie nos escucha cuando queremos hablar.”, dice el libro al final.
Stefan Neuhaus, literaturkritik.de 2004
Paradiese, Übersee
Tan particular que podríamos construir la palabra „hoppesca“ para designar el ritmo narrativo con que la autora relaciona familias, rituales y hechos extraordinarios, y con el que conduce la narración sin prisa. Todo aquel que ha oído leer la autora reconoce esta forma de contar: intensa, apremiante, casi gritando.
Rolf-Bernhard Essig, Wiener Zeitung 2003
Pigafetta
Pigafetta es un intento literario de devolver al mundo lo que en la actualidad ha sido sustituido por la rutina de los viajes organizados: la aventura. ... Llevada por sus propias ganas de aventura, la autora conduce al lector para enviarle finalmente a otro tipo de viaje. Las verdaderas aventuras no suceden a bordo, sino en la cabeza de los pasajeros.
Hajo Steinert, Focus 1999
Picknick der Frisöre
A veces acaba trágico y comienza alegre; a veces el espanto impregna la primera frase y desaparece casi inadvertido en breves instantes; a veces lo grotesco obedece a una lógica y a veces la lógica al grotesco. Nada es más seguro con Felicitas Hoppe solo la belleza lisa de su lenguaje que lo ilumina todo...
Elke Schmitter, Die Weltwoche 1996
...lo cómico y lo trágico, lo cotidiano y lo absurdo están en esta obra tan juntos... como en la literatura de Thomas Bernhard lo están el fin del mundo y la sopa de fideos.
Hubert Spiegel, Frankfurter Allgemeine Zeitung 1996
La ficción no es sólo ficción, así como lo real no tiene por qué ser solo real. Así la perspectiva que uno tiene de sí mismo se convierte de repente en la perspectiva del extraño, lo extraño es lo propio y viceversa. Esta experiencia no es individual, sino social y abre a las personas la posibilidad de salir al mundo más allá de las propias necesidades. Finalmente „no es lo desconocido que nos extraña, sino que somos nosotros mismos porque nadie nos escucha cuando queremos hablar.”, dice el libro al final.
Stefan Neuhaus, literaturkritik.de 2004
Paradiese, Übersee
Tan particular que podríamos construir la palabra „hoppesca“ para designar el ritmo narrativo con que la autora relaciona familias, rituales y hechos extraordinarios, y con el que conduce la narración sin prisa. Todo aquel que ha oído leer la autora reconoce esta forma de contar: intensa, apremiante, casi gritando.
Rolf-Bernhard Essig, Wiener Zeitung 2003
Pigafetta
Pigafetta es un intento literario de devolver al mundo lo que en la actualidad ha sido sustituido por la rutina de los viajes organizados: la aventura. ... Llevada por sus propias ganas de aventura, la autora conduce al lector para enviarle finalmente a otro tipo de viaje. Las verdaderas aventuras no suceden a bordo, sino en la cabeza de los pasajeros.
Hajo Steinert, Focus 1999
Picknick der Frisöre
A veces acaba trágico y comienza alegre; a veces el espanto impregna la primera frase y desaparece casi inadvertido en breves instantes; a veces lo grotesco obedece a una lógica y a veces la lógica al grotesco. Nada es más seguro con Felicitas Hoppe solo la belleza lisa de su lenguaje que lo ilumina todo...
Elke Schmitter, Die Weltwoche 1996
...lo cómico y lo trágico, lo cotidiano y lo absurdo están en esta obra tan juntos... como en la literatura de Thomas Bernhard lo están el fin del mundo y la sopa de fideos.
Hubert Spiegel, Frankfurter Allgemeine Zeitung 1996