Katja Lange-Müller
Katja Lange-Müller nace en 1951 en el Berlín oriental. Sus textos se caracterizan por un refinado humor literario y una profunda humanidad. El amor por el detalle y la capacidad de desplegar el lenguaje en un espacio mínimo, son, junto a la ironía, las principales herramientas de la autora. La cuestión sobre la “humanidad”, que recorre toda la obra de la autora, aparece como tema central.
Katja Lange-Müller ha sido galardonada con numerosos premios, entre ellos, el Premio Ingeborg Bachmann, el Premio Alfred Döblin, el Premio Wilhelm Raabe y el Premio Kleist.
Obras traducidas al castellano:
Ovejas feroces; Los últimos. registros de la imprenta de Udo Posbich
Katja Lange-Müller ha sido galardonada con numerosos premios, entre ellos, el Premio Ingeborg Bachmann, el Premio Alfred Döblin, el Premio Wilhelm Raabe y el Premio Kleist.
Obras traducidas al castellano:
Ovejas feroces; Los últimos. registros de la imprenta de Udo Posbich
Katja Lange-Müller nace en 1951 en el Berlín oriental. La expulsan del instituto por su “conducta antisocialista” y se forma entonces como tipógrafa. Trabaja en la imprenta y edición gráfica del Berliner Zeitung. Posteriormente, y antes de iniciar sus estudios de Literatura en Leipzig, entre 1979 y 1982, trabaja como enfermera auxiliar en el cerrado recinto femenino de psiquiatría del hospital berlinés Charité. A partir de 1983 trabaja como editora en la editorial Altberliner Verlag, pero en 1984 se traslada al Berlín oeste donde todavía reside.
Sus textos se caracterizan por un refinado humor literario y una profunda humanidad. A menudo sus historias tratan de marginados de la sociedad cuyo destino describe amorosamente y en su particular estilo berlinés un tanto descarado. “Historias no del todo graciosas, más bien poco aptas para salón”, así describe Katja Lange-Müller su manera de proceder. El amor por el detalle y la capacidad de desplegar el lenguaje en un espacio mínimo, son, junto a la ironía, las principales herramientas de la autora. Definición de su concepto: “compactación de material”, ella misma lo llama “pastilla para el caldo”. Con esta metáfora explicó recientemente en su conferencia en la Universidad de Frankfurt su predilección por la literatura densa, compacta, por la narración veloz.
En 1988 la autora consigue el éxito literario con Kaspar Mauser – Die Feigheit vorm Freund. El relato supera la separación de las dos Alemanias gracias a una aguda y amarga ironía en el lenguaje, antes incluso que cayera el muro en 1989. Una y otra vez la autora recurre a temas de su propia biografía: los años de escuela en el Berlín oriental durante los sesenta en su novela Verfrühte Tierliebe; el mundo obrero de los años setenta en Die Letzten (Los últimos), que rinde homenaje al espíritu del desaparecido gremio de impresores y tipógrafos; o los primeros años en el Berlín occidental en Böse Schafe (Ovejas feroces), una inusual historia de amor entre un yonqui y una chica de la RDA. Y, a propósito de “condensación de material”, en su novela Drehtür (2016) encontramos de nuevo a Asta, que ya aparece en el libro de relatos Die Frauen, die Enten und die Wahrheit del año 2003. Asta, una enfermera ya retirada que ha trabajado durante más de veinte años al servicio de organizaciones humanitarias internacionales, recuerda las personas y los periodos de su agitada vida. El hilo conductor y piedra angular de sus recuerdos es la misericordia, o dicho de otra manera, la manía inevitable de querer siempre ayudar. La cuestión sobre la “humanidad”, que recorre toda la obra de la autora, aparece aquí como tema central.
Katja Lange-Müller ha sido galardonada con numerosos premios, entre ellos, el Premio Ingeborg Bachmann (1986), el Premio Alfred Döblin (1995), el Premio Wilhelm Raabe (2008) y el Premio Kleist (2011).
Copyright: Goethe-Institut Barcelona
Texto: Ilka Haederle/ Traducción: Rosina Nogales Tudela
Sus textos se caracterizan por un refinado humor literario y una profunda humanidad. A menudo sus historias tratan de marginados de la sociedad cuyo destino describe amorosamente y en su particular estilo berlinés un tanto descarado. “Historias no del todo graciosas, más bien poco aptas para salón”, así describe Katja Lange-Müller su manera de proceder. El amor por el detalle y la capacidad de desplegar el lenguaje en un espacio mínimo, son, junto a la ironía, las principales herramientas de la autora. Definición de su concepto: “compactación de material”, ella misma lo llama “pastilla para el caldo”. Con esta metáfora explicó recientemente en su conferencia en la Universidad de Frankfurt su predilección por la literatura densa, compacta, por la narración veloz.
En 1988 la autora consigue el éxito literario con Kaspar Mauser – Die Feigheit vorm Freund. El relato supera la separación de las dos Alemanias gracias a una aguda y amarga ironía en el lenguaje, antes incluso que cayera el muro en 1989. Una y otra vez la autora recurre a temas de su propia biografía: los años de escuela en el Berlín oriental durante los sesenta en su novela Verfrühte Tierliebe; el mundo obrero de los años setenta en Die Letzten (Los últimos), que rinde homenaje al espíritu del desaparecido gremio de impresores y tipógrafos; o los primeros años en el Berlín occidental en Böse Schafe (Ovejas feroces), una inusual historia de amor entre un yonqui y una chica de la RDA. Y, a propósito de “condensación de material”, en su novela Drehtür (2016) encontramos de nuevo a Asta, que ya aparece en el libro de relatos Die Frauen, die Enten und die Wahrheit del año 2003. Asta, una enfermera ya retirada que ha trabajado durante más de veinte años al servicio de organizaciones humanitarias internacionales, recuerda las personas y los periodos de su agitada vida. El hilo conductor y piedra angular de sus recuerdos es la misericordia, o dicho de otra manera, la manía inevitable de querer siempre ayudar. La cuestión sobre la “humanidad”, que recorre toda la obra de la autora, aparece aquí como tema central.
Katja Lange-Müller ha sido galardonada con numerosos premios, entre ellos, el Premio Ingeborg Bachmann (1986), el Premio Alfred Döblin (1995), el Premio Wilhelm Raabe (2008) y el Premio Kleist (2011).
Copyright: Goethe-Institut Barcelona
Texto: Ilka Haederle/ Traducción: Rosina Nogales Tudela
TRADUCIDO AL CASTELLANO
Ovejas feroces
Trad. Nicolás Gelormini
Ed. Adriana Hidalgo, Buenos Aires 2010
Los últimos. registros de la imprenta de Udo Posbich
Trad. de Nicolás Gelormini
Ed. Adriana Hidalgo, Buenos Aires 2007
EN LENGUA ALEMANA
Novelas y narraciones
Drehtür
Kiepenheuer&Witsch, Köln 2016
Böse Schafe
Kiepenheuer & Witsch, Köln 2007
Stabile Seitenlage. Zwei Erzählungen
Verlag Ulrich Keicher, Warmbronn 2005
Die Enten, die Frauen und die Wahrheit
Kiepenheuer & Witsch, Köln 2003
Der nicaraguanische Hund
Berliner Handpresse, 2003
Die Letzten
Kiepenheuer & Witsch, Köln 2000
Verfrühte Tierliebe
Kiepenheuer & Witsch, Köln 1995
Kaspar Mauser – Die Feigheit vorm Freund
Kiepenheuer & Witsch, Köln 1988
Wehleid – wie im Leben
S. Fischer, Frankfurt a.M. 1986
Ovejas feroces
Trad. Nicolás Gelormini
Ed. Adriana Hidalgo, Buenos Aires 2010
Los últimos. registros de la imprenta de Udo Posbich
Trad. de Nicolás Gelormini
Ed. Adriana Hidalgo, Buenos Aires 2007
EN LENGUA ALEMANA
Novelas y narraciones
Drehtür
Kiepenheuer&Witsch, Köln 2016
Böse Schafe
Kiepenheuer & Witsch, Köln 2007
Stabile Seitenlage. Zwei Erzählungen
Verlag Ulrich Keicher, Warmbronn 2005
Die Enten, die Frauen und die Wahrheit
Kiepenheuer & Witsch, Köln 2003
Der nicaraguanische Hund
Berliner Handpresse, 2003
Die Letzten
Kiepenheuer & Witsch, Köln 2000
Verfrühte Tierliebe
Kiepenheuer & Witsch, Köln 1995
Kaspar Mauser – Die Feigheit vorm Freund
Kiepenheuer & Witsch, Köln 1988
Wehleid – wie im Leben
S. Fischer, Frankfurt a.M. 1986
Nacida el 13 de febrero de 1951 en Berlín, RDA
Formación profesional como tipógrafa; actividad | |
laboral en la publicación Berliner Zeitung; auxiliar | |
sanitaria enunidad psiquiátrica cerrada | |
1979 – 1982 | Estudios en el Instituto de Literatura |
Johannes R. Becher de Leipzig | |
1982 - 1983 | Estancia de estudios en la República Popular |
de Mongolia; actividad laboral en una fábrica | |
en Ulán-Bator, actividad laboral en la | |
editorial Altberliner | |
1984 | Traslado a Berlín Occidental |
1986 | Premio Ingeborg Bachmann |
Piezas radiofónicas para las emisoras RIAS y WDR; | |
actividad como dramaturga; actividad laboral | |
para la revista Theater heute | |
1989 - 1990 | Premio «Escritor de la Ciudad» de Bergen-Enkheim |
1990 - 1991 | Beca de residencia en Nueva York concedida por la |
Academia Alemana de la Lengua y la Poesía | |
y la Casa Alemana de Nueva York | |
1995 | Premio Alfred Döblin |
2001 | «Escritora de la Ciudad» en Rheinsberg, |
junto con Jürgen Israel; Premio Literario SWR | |
2002 | «Escritora de la Ciudad» en Mainz |
2004 | Escritora Invitada en el Castillo de Beeskow |
2005 | Premio Literario de Humor Grotesco de la ciudad |
de Kassel | |
2007 | Finalista del Premio Alemán de Libro por |
Ovejas feroces | |
2008 | Premio de Literatura Wilhelm Raabe |
2012 | Beca Villa Massimo en Roma |
2013 | Premio Kleist |
Reside en Berlín y en Suiza |
De: Ovejas feroces
Estamos acostados sobre los dos colchones, no uno al lado del otro, pero sí cabeza con cabeza. La arteria de tu sien palpita contra mi mejilla. Tu pelo me toca la nariz pero no hace cosquillas, sólo huele... a champú y a ti. Desde hace minutos u horas apenas si nos movemos, no decimos nada, respiramos superficialmente. Tus ojos están cerrados, los míos se alzan a la ventana abierta, donde no se muestra nada más que un pedazo de cielo despejado, ni claro ni oscuro. Y en el caso remoto de que quisiera preguntarme algo, sería si se acerca la mañana o la noche. No me siento ni cansada ni despabilada, ni pesada ni ligera, no preciso ni fumar ni comer, ni beber, ni ir al baño. No tengo necesidad de distancia, pero tampoco ganas de abrazarte. Estoy libre, no para sino de todo, y aun así, no estoy sola...
Esta película comienza apenas pienso en ti, en nosotros, La veo y simultáneamente me veo aparecer en ella (“participar” no sería la palabra correcta), no como la mujer que soy ahora, sino como la que fui hace muchos años: más joven, más bella y casi siempre a tu lado.
No puedo retroceder esa película ya un poco descolorida y rayada, sólo puedo acelerarla o estirarla, detener secuencias que me agradan, hasta que todo el hechizo se esfuma, porque el teléfono vuelve a sonar, o es el cartero, o porque yo, sin que nada me importune, he alcanzado la orilla, hoy cercana, mañana lejana, del sueño.
Cuanto más dura la película menos argumento tiene; y tal vez una película para televisión o cine proyectada a los saltos no sea la mejor comparación, tal vez estas imágenes que centellean una tras otra sobre mis retinas pertenecen más bien a una serie de diapositivas no muy nítidas y por eso parecidas entre sí, cuya sucesión caprichosa, nunca idéntica, depende de mis pestañeos, de cuando y cuántas veces mis ojos se cierran, se abren, se cierran... El pedazo de cielo crepuscular, del tamaño de la ventana, sin nubes ni astros; los colchones con fundas color rojo señal en el fondo de mi habitación; nuestros cuerpos que reposan; nosotros en las calles de Berlín; tú, en el consultorio de Joe; yo, ante una caja de trastos viejos... ; pero es sólo la fuerza de mi imaginación la que produce cada una de las escenas y el conjunto, y esto justificaría tanto la metáfora de la película como la de la serie de diapositivas, si no estuviera también el olor de tu pelo, la calidez pegajosa de tu sien y mi mejilla, nuestra respiración asincrónica, y lo que anuncia la libertad: la ausencia de necesidades que sentí y siento una y otra vez en forma renovada, eso que, desde el momento en que lo experimente, llamo felicidad deslumbrantemente poco dramática que retorna a mí con cada recuerdo.
Ovejas feroces, pag. 7 -9
Trad. de Nicolás Gelormini
@ Adriana Hidalgo, Buenos Aires 2009
Estamos acostados sobre los dos colchones, no uno al lado del otro, pero sí cabeza con cabeza. La arteria de tu sien palpita contra mi mejilla. Tu pelo me toca la nariz pero no hace cosquillas, sólo huele... a champú y a ti. Desde hace minutos u horas apenas si nos movemos, no decimos nada, respiramos superficialmente. Tus ojos están cerrados, los míos se alzan a la ventana abierta, donde no se muestra nada más que un pedazo de cielo despejado, ni claro ni oscuro. Y en el caso remoto de que quisiera preguntarme algo, sería si se acerca la mañana o la noche. No me siento ni cansada ni despabilada, ni pesada ni ligera, no preciso ni fumar ni comer, ni beber, ni ir al baño. No tengo necesidad de distancia, pero tampoco ganas de abrazarte. Estoy libre, no para sino de todo, y aun así, no estoy sola...
Esta película comienza apenas pienso en ti, en nosotros, La veo y simultáneamente me veo aparecer en ella (“participar” no sería la palabra correcta), no como la mujer que soy ahora, sino como la que fui hace muchos años: más joven, más bella y casi siempre a tu lado.
No puedo retroceder esa película ya un poco descolorida y rayada, sólo puedo acelerarla o estirarla, detener secuencias que me agradan, hasta que todo el hechizo se esfuma, porque el teléfono vuelve a sonar, o es el cartero, o porque yo, sin que nada me importune, he alcanzado la orilla, hoy cercana, mañana lejana, del sueño.
Cuanto más dura la película menos argumento tiene; y tal vez una película para televisión o cine proyectada a los saltos no sea la mejor comparación, tal vez estas imágenes que centellean una tras otra sobre mis retinas pertenecen más bien a una serie de diapositivas no muy nítidas y por eso parecidas entre sí, cuya sucesión caprichosa, nunca idéntica, depende de mis pestañeos, de cuando y cuántas veces mis ojos se cierran, se abren, se cierran... El pedazo de cielo crepuscular, del tamaño de la ventana, sin nubes ni astros; los colchones con fundas color rojo señal en el fondo de mi habitación; nuestros cuerpos que reposan; nosotros en las calles de Berlín; tú, en el consultorio de Joe; yo, ante una caja de trastos viejos... ; pero es sólo la fuerza de mi imaginación la que produce cada una de las escenas y el conjunto, y esto justificaría tanto la metáfora de la película como la de la serie de diapositivas, si no estuviera también el olor de tu pelo, la calidez pegajosa de tu sien y mi mejilla, nuestra respiración asincrónica, y lo que anuncia la libertad: la ausencia de necesidades que sentí y siento una y otra vez en forma renovada, eso que, desde el momento en que lo experimente, llamo felicidad deslumbrantemente poco dramática que retorna a mí con cada recuerdo.
Ovejas feroces, pag. 7 -9
Trad. de Nicolás Gelormini
@ Adriana Hidalgo, Buenos Aires 2009
Böse Schafe (Ovejas feroces)
¡Esta voz! No hay nadie como Katja Lange-Müller. Desde la primera frase hasta el final esta rapsodia del presente es un cuento de amor del pasado.
Deutschlandradio Kultur 2007
Lange-Müller presenta escenas ambientadas en el Berlín oeste en la primera época después de la caída del muro.
Thomas Borchert, dpa 2007
Die Letzten (Los últimos)
Katja Lange-Müller pone en escena una canción polifónica de despedida: de la RDA moribunda, de un pequeño taller artesano y la lenta muerte de los tipógrafos. No se entona ningún lamento llorica, sino que Katja Lange-Müller vuelve su mirada con humor al Berlín este de los años 70.
www.titel-magazin.de 2001
¡Esta voz! No hay nadie como Katja Lange-Müller. Desde la primera frase hasta el final esta rapsodia del presente es un cuento de amor del pasado.
Deutschlandradio Kultur 2007
Lange-Müller presenta escenas ambientadas en el Berlín oeste en la primera época después de la caída del muro.
Thomas Borchert, dpa 2007
Die Letzten (Los últimos)
Katja Lange-Müller pone en escena una canción polifónica de despedida: de la RDA moribunda, de un pequeño taller artesano y la lenta muerte de los tipógrafos. No se entona ningún lamento llorica, sino que Katja Lange-Müller vuelve su mirada con humor al Berlín este de los años 70.
www.titel-magazin.de 2001