Ralf Rothmann
Ralf Rothmann nace en 1953 en Schleswig y se cría en la cuenca del Ruhr.
Por su estilo literario Rothmann enlaza con la tradición norteamericana de las short stories. La autenticidad con la que el autor recrea los ambientes y el lenguaje de la calle hace que sus textos resulten de una humanidad incomparable. “Mi lenguaje consigue solo fuerza, cuando hablo desde mi propia experiencia”, afirma.
Rothmann ha obtenido numerosos premios, entre ellos el Premio de Literatura de la cuenca del Ruhr, el Premio Hermann Lenz y el Premio Hans Fallada.
Obras traducidas al castellano y al catalán:
Morir en primavera; Morir a la primavera
Por su estilo literario Rothmann enlaza con la tradición norteamericana de las short stories. La autenticidad con la que el autor recrea los ambientes y el lenguaje de la calle hace que sus textos resulten de una humanidad incomparable. “Mi lenguaje consigue solo fuerza, cuando hablo desde mi propia experiencia”, afirma.
Rothmann ha obtenido numerosos premios, entre ellos el Premio de Literatura de la cuenca del Ruhr, el Premio Hermann Lenz y el Premio Hans Fallada.
Obras traducidas al castellano y al catalán:
Morir en primavera; Morir a la primavera
Ralf Rothmann nace en 1953 en Schleswig y se cría en Oberhausen, en la cuenca del Ruhr. Tras sus estudios obligatorios, aprende el oficio de albañil y trabaja varios años en la construcción, luego se gana la vida como taxista, impresor, enfermero y cocinero. Antes de instalarse en Berlín, en 1976, pasa largas temporadas en París y emprende largos viajes a México y Sudamérica. Rothmann vive en Berlín.
Su primera novela Stier (1991) resulta ya un éxito. El tema se centra en la cultura juvenil de los setenta en la cuenca del Ruhr, con música rock, drogas, fiestas salvajes y pisos compartidos, escenas de marginados que buscan nuevos caminos en la vida. En la novela Wäldernacht (1996) describe de nuevo la cuenca del Ruhr, esta vez desde la perspectiva de un pintor en la cuarentena, que vuelve a su hogar y se encara a su pasado discrepando con la gente. Milch und Kohle (2001) nos sitúa a finales de los sesenta y es una novela sobre el convertirse en adulto y la llegada de emigrantes italianos a Alemania como mano de obra. En Junges Licht (Luz joven), de 2006, Rothmann narra una infancia en la región del Ruhr. Después siguen algunos viajes a Berlín tras la reunificación. Flieh mein Freund (1998) es una novela de aprendizaje en la cual el joven protagonista no consigue defender su amor. En Hitze (2003) un ayudante de cocina encuentra a una polaca, vagabunda en la ciudad. Feuer brennt nicht (2010) trata de deseos eróticos y de la reunificación Este-Oeste.
Por su estilo literario Rothmann enlaza con la tradición norteamericana de las short stories. La autenticidad con la que el autor recrea los ambientes y el lenguaje de la calle hace que sus textos resulten de una humanidad incomparable. “Mi lenguaje consigue solo fuerza, cuando hablo desde mi propia experiencia”, afirma. También el fracaso de determinados proyectos de vida es un hilo conductor en toda su obra. Im Frühling sterben (Morir a la primavera, vers.cat.), de 2015, narra la historia de unos jóvenes que todavía durante la primavera de 1945 se ven obligados a ingresar en el ejército alemán. Cuando uno de los jóvenes deserta, uno de sus compañeros debe matarle. Rothmann consigue un impactante retrato de la generación que vivió la guerra y de sus consiguientes traumas. En lugar de plantear un ajuste de cuentas o de condenar los hechos, apuesta por la empatía y explica la tragedia desde el punto de vista del padre.
Ralf Rothmann ha obtenido numerosos premios, entre ellos el Premio de Literatura de la cuenca del Ruhr (1996), el Premio Hermann Lenz (2001) y el Premio Hans Fallada (2008).
Copyright: Goethe-Institut Barcelona
Texto: Ilka Haederle/ Traducción: Rosina Nogales Tudela
Su primera novela Stier (1991) resulta ya un éxito. El tema se centra en la cultura juvenil de los setenta en la cuenca del Ruhr, con música rock, drogas, fiestas salvajes y pisos compartidos, escenas de marginados que buscan nuevos caminos en la vida. En la novela Wäldernacht (1996) describe de nuevo la cuenca del Ruhr, esta vez desde la perspectiva de un pintor en la cuarentena, que vuelve a su hogar y se encara a su pasado discrepando con la gente. Milch und Kohle (2001) nos sitúa a finales de los sesenta y es una novela sobre el convertirse en adulto y la llegada de emigrantes italianos a Alemania como mano de obra. En Junges Licht (Luz joven), de 2006, Rothmann narra una infancia en la región del Ruhr. Después siguen algunos viajes a Berlín tras la reunificación. Flieh mein Freund (1998) es una novela de aprendizaje en la cual el joven protagonista no consigue defender su amor. En Hitze (2003) un ayudante de cocina encuentra a una polaca, vagabunda en la ciudad. Feuer brennt nicht (2010) trata de deseos eróticos y de la reunificación Este-Oeste.
Por su estilo literario Rothmann enlaza con la tradición norteamericana de las short stories. La autenticidad con la que el autor recrea los ambientes y el lenguaje de la calle hace que sus textos resulten de una humanidad incomparable. “Mi lenguaje consigue solo fuerza, cuando hablo desde mi propia experiencia”, afirma. También el fracaso de determinados proyectos de vida es un hilo conductor en toda su obra. Im Frühling sterben (Morir a la primavera, vers.cat.), de 2015, narra la historia de unos jóvenes que todavía durante la primavera de 1945 se ven obligados a ingresar en el ejército alemán. Cuando uno de los jóvenes deserta, uno de sus compañeros debe matarle. Rothmann consigue un impactante retrato de la generación que vivió la guerra y de sus consiguientes traumas. En lugar de plantear un ajuste de cuentas o de condenar los hechos, apuesta por la empatía y explica la tragedia desde el punto de vista del padre.
Ralf Rothmann ha obtenido numerosos premios, entre ellos el Premio de Literatura de la cuenca del Ruhr (1996), el Premio Hermann Lenz (2001) y el Premio Hans Fallada (2008).
Copyright: Goethe-Institut Barcelona
Texto: Ilka Haederle/ Traducción: Rosina Nogales Tudela
TRADUCIDO AL CASTELLANO
Morir en primavera
Trad. de Carles Andreu
Libros del Asteroide, Barcelona 2016
TRADUCIDO AL CATALÁN
Morir a la primavera
Trad. de Ramon Monton
L’Altra Editorial, Barcelona 2016
EN LENGUA ALEMANA
Novelas
Im Frühling sterben
Suhrkamp, Berlin 2015
Feuer brennt nicht
Suhrkamp, Frankfurt a.M. 2009
Junges Licht
Suhrkamp, Frankfurt a.M. 2004
Hitze
Suhrkamp, Frankfurt a.M. 2003
Milch und Kohle
Suhrkamp, Frankfurt a.M. 2000
Flieh, mein Freund!
Suhrkamp, Frankfurt a.M. 1998
Wäldernacht
Suhrkamp, Frankfurt a.M. 1994
Stier
Suhrkamp, Frankfurt a.M. 1991
Poemas
Gebet in Ruinen
Suhrkamp, Frankfurt a.M. 2000
Kratzer und andere Gedichte
Suhrkamp, Frankfurt a.M. 1987
Narraciones
Sterne tief unten
Insel-Verlag, Berlin 2013
Shakespeares Hühner
Suhrkamp, Frankfurt/M. 2012
Gethsemane. Schicke Mütze. Zwei Erzählungen
Insel-Verlag, Berlin 2012
Rehe am Meer
Suhrkamp, Frankfurt a.M. 2006
Ein Winter unter Hirschen
Suhrkamp, Frankfurt a.M. 2001
Der Windfisch
Suhrkamp, Frankfurt a.M. 1988
Messers Schneide
Suhrkamp, Frankfurt a.M. 1986
Theaterstücke
Berlin Blues
Ein Schauspiel
Suhrkamp, Frankfurt a.M. 1997
Morir en primavera
Trad. de Carles Andreu
Libros del Asteroide, Barcelona 2016
TRADUCIDO AL CATALÁN
Morir a la primavera
Trad. de Ramon Monton
L’Altra Editorial, Barcelona 2016
EN LENGUA ALEMANA
Novelas
Im Frühling sterben
Suhrkamp, Berlin 2015
Feuer brennt nicht
Suhrkamp, Frankfurt a.M. 2009
Junges Licht
Suhrkamp, Frankfurt a.M. 2004
Hitze
Suhrkamp, Frankfurt a.M. 2003
Milch und Kohle
Suhrkamp, Frankfurt a.M. 2000
Flieh, mein Freund!
Suhrkamp, Frankfurt a.M. 1998
Wäldernacht
Suhrkamp, Frankfurt a.M. 1994
Stier
Suhrkamp, Frankfurt a.M. 1991
Poemas
Gebet in Ruinen
Suhrkamp, Frankfurt a.M. 2000
Kratzer und andere Gedichte
Suhrkamp, Frankfurt a.M. 1987
Narraciones
Sterne tief unten
Insel-Verlag, Berlin 2013
Shakespeares Hühner
Suhrkamp, Frankfurt/M. 2012
Gethsemane. Schicke Mütze. Zwei Erzählungen
Insel-Verlag, Berlin 2012
Rehe am Meer
Suhrkamp, Frankfurt a.M. 2006
Ein Winter unter Hirschen
Suhrkamp, Frankfurt a.M. 2001
Der Windfisch
Suhrkamp, Frankfurt a.M. 1988
Messers Schneide
Suhrkamp, Frankfurt a.M. 1986
Theaterstücke
Berlin Blues
Ein Schauspiel
Suhrkamp, Frankfurt a.M. 1997
Nacido el 10 de mayo de 1953 en Schleswig
Formación profesional como albañil | |
Actividad laboral como impresor, auxiliar sanitario | |
y cocinero | |
1992 | Premio Mara Cassens |
1996 | Premio de Literatura de la cuenca del Ruhr |
2001 | Premio Hermann Lenz |
2002 | Premio de Literatura de Kranichstein |
2003 | Premio Evangélico de Literatura |
2004 | Premio de Literatura Wilhelm Raabe |
Premio de Literatura de Rheingau | |
2005 | Premio Heinrich Böll |
2006 | Premio Max Frisch de la ciudad de Zurich |
2007 | Premio Erik Reger |
2008 | Premio de Literatura de la Fundación Konrad |
Adenauer; Premio Hans Fallada | |
2010 | Walter-Hasenclever-Literaturpreis |
2013 | Premio Friedrich Hölderlin de la ciudad de Homburg |
2014 | Premio de arte y cultura de la |
comunidad católica alemana | |
Reside en Berlín |
De: Ein Winter unter Hirschen
Carl hizo un gesto con la mano. Lo había asegurado todo bien y encendió el televisor. En París, y no solamente allí, el viento hacía volar todo tipo de objetos y él, al verlo, se reía y golpeaba con la mano la tapicería del sofá. Permanecí de pie viendo como una veranda entera arañaba los Campos Elíseos como un barco de plexiglás; pequeños ceniceros de color amarillo le abrían el paso rodando. Entonces cayó un plátano, justo en medio de la calle desierta, todo se hizo añicos, y las ramas atravesaron las ventanas de los coches como si fueran brazos.
Aquella noche había nevado y las lindes del bosque amanecieron cubiertas de un manto blanco, pero después el viento barrió los abetos y unos remolinos de nieve ascendían una y otra vez desde el monte escarpado de delante de la casa. Muchas veces creaban formas extrañas, como figuras humanas con largos abrigos. Los tableros de aglomerado con que Carl había recubierto el invernadero se estrellaban ahora contra los marcos de los cristales, haciendo un ruido como de huesos que no sólo a mí me ponía de los nervios. Fips, su teckel de caza, se agazapó bajo la cama de Ángela y yo dije:
-Quizás deberías apretar más el alambre.
Pero Carl estaba mirando fijamente las ruinas en el televisor mientras se tomaba un aguardiente y no contestó. A pesar de que ya llevaba un jersey, me puse encima una chaqueta de lana, fui de una ventana a la otra y me di cuenta, demasiado tarde, de que me había vuelto a hacer sangre rascándome la piel de las uñas. Precisamente estaba intentando dejar de fumar. Me salía demasiado caro, eso es todo.
De la nieve sobresalían terrones helados que parecían costras levantadas, como las de esos panes oscuros que comen por aquí, y más abajo, en la calle, el viento zarandeaba el buzón. Ángela lo había pintado este verano. El largo camino desde allí hasta nuestra casa estaba completamente blanco. No había ni una sola huella de pájaro en la nieve.
Ya hacía dos horas que había pasado el autobús del colegio, y Bernie, el chofer, me había hecho un gesto con la mano. Siempre se llevaba la mano a la altura de la cabeza y trazaba un círculo en el aire, y eso significaba que la pequeña aún deambulaba por la ciudad. Así pues, vendría con el autobús de línea.
Desde la parada final, Winzerhof, hasta nuestra casa aún había quince minutos a pie – eso si se tomaba el camino del bosque. Los viejos robles se doblaban al viento, el ramaje crujía y chasqueaba, y por un instante se me pasó por la cabeza enviar a Carl a la ciudad. Él tenía un taxi, estaba en el garaje. Pero las empinadas calles estaban cubiertas de hielo y él llevaba bebiendo desde la mañana. Además, ¿dónde iba a buscar a Angela? ¿En el McDonalds? ¿En la biblioteca? Podía estar en cualquier parte y, en el supuesto de que la encontrara, difícilmente subiría al coche. Él no era su padre y ella ya no le dirigía la palabra. Era culpa mía, claro, pero lo pasado, pasado está.
Ein Winter unter Hirschen, trad. de Rosa Sala
© Suhrkamp, Frankfurt am Main 2001
Carl hizo un gesto con la mano. Lo había asegurado todo bien y encendió el televisor. En París, y no solamente allí, el viento hacía volar todo tipo de objetos y él, al verlo, se reía y golpeaba con la mano la tapicería del sofá. Permanecí de pie viendo como una veranda entera arañaba los Campos Elíseos como un barco de plexiglás; pequeños ceniceros de color amarillo le abrían el paso rodando. Entonces cayó un plátano, justo en medio de la calle desierta, todo se hizo añicos, y las ramas atravesaron las ventanas de los coches como si fueran brazos.
Aquella noche había nevado y las lindes del bosque amanecieron cubiertas de un manto blanco, pero después el viento barrió los abetos y unos remolinos de nieve ascendían una y otra vez desde el monte escarpado de delante de la casa. Muchas veces creaban formas extrañas, como figuras humanas con largos abrigos. Los tableros de aglomerado con que Carl había recubierto el invernadero se estrellaban ahora contra los marcos de los cristales, haciendo un ruido como de huesos que no sólo a mí me ponía de los nervios. Fips, su teckel de caza, se agazapó bajo la cama de Ángela y yo dije:
-Quizás deberías apretar más el alambre.
Pero Carl estaba mirando fijamente las ruinas en el televisor mientras se tomaba un aguardiente y no contestó. A pesar de que ya llevaba un jersey, me puse encima una chaqueta de lana, fui de una ventana a la otra y me di cuenta, demasiado tarde, de que me había vuelto a hacer sangre rascándome la piel de las uñas. Precisamente estaba intentando dejar de fumar. Me salía demasiado caro, eso es todo.
De la nieve sobresalían terrones helados que parecían costras levantadas, como las de esos panes oscuros que comen por aquí, y más abajo, en la calle, el viento zarandeaba el buzón. Ángela lo había pintado este verano. El largo camino desde allí hasta nuestra casa estaba completamente blanco. No había ni una sola huella de pájaro en la nieve.
Ya hacía dos horas que había pasado el autobús del colegio, y Bernie, el chofer, me había hecho un gesto con la mano. Siempre se llevaba la mano a la altura de la cabeza y trazaba un círculo en el aire, y eso significaba que la pequeña aún deambulaba por la ciudad. Así pues, vendría con el autobús de línea.
Desde la parada final, Winzerhof, hasta nuestra casa aún había quince minutos a pie – eso si se tomaba el camino del bosque. Los viejos robles se doblaban al viento, el ramaje crujía y chasqueaba, y por un instante se me pasó por la cabeza enviar a Carl a la ciudad. Él tenía un taxi, estaba en el garaje. Pero las empinadas calles estaban cubiertas de hielo y él llevaba bebiendo desde la mañana. Además, ¿dónde iba a buscar a Angela? ¿En el McDonalds? ¿En la biblioteca? Podía estar en cualquier parte y, en el supuesto de que la encontrara, difícilmente subiría al coche. Él no era su padre y ella ya no le dirigía la palabra. Era culpa mía, claro, pero lo pasado, pasado está.
Ein Winter unter Hirschen, trad. de Rosa Sala
© Suhrkamp, Frankfurt am Main 2001
Im Frühjahr sterben (Morir en primavera)
La figura callada del padre, tempranamente fallecido a causa del trabajo en la mina y el consumo de alcohol, aparece siempre de nuevo en la obra de Rothmann. [...] La novela narra una tragedia ocurrida durante los últimos meses y semanas de la Segunda Guerra Mundial. Más allá del rigor literario, la obra es una aportación significativa a la cuestión moral sobre la culpa y la inocencia. Muy pocas veces se ha tratado la barbarie y la crueldad de la guerra tan radical y convincentemente como en esta novela. Muy pocas veces la literatura ha utilizado sus medios para tratar de manera tan magistral la depauperación moral y psicológica de los soldados. También la novela de Rothmann supone un antes y un después en la historia de la literatura filial: el tiempo del desquite y juicio edípicos ha terminado. El tiempo de diferenciar grados de participación ha empezado. Es un gran logro para el reconocimiento.
Ursula März, Deutschlandradio Kultur 2015
Junges Licht
Ralf Rothmann se ha convertido de buena manera en un clásico de la literatura alemana contemporánea. Ninguno de los autores de su generación, la de los nacidos en los 50, ha descrito tan bien como él una región y la mentalidad de sus pobladores. En pasajes cortos de una prosa excelente, el mundo de los estratos de carbón y las galerías de la mina, siempre a mil metros de profundidad, no aparece en sus obras como un lugar sucio y oscuro, sino como un espacio dedicado al misterio y a la poesía.
Hubert Spiegel, Frankfurter Allgemeine Zeitung 2004
Hitze
A pocos autores les es posible reflejar el lenguaje extraño, crudo, brutal de la vida cotidiana de la clase obrera como a este autor. Antes era la Cuenca del Ruhr el escenario de sus obras, ahora lo es Berlín.
Christoph Bartmann, Süddeutsche Zeitung 2003
Ein Winter unter Hirschen
Los nuevos relatos de Ralf Rothmann son historias en las que todo es, en lo posible, más corto. A cualquier economista le agradaría este hecho. La relación entre número de palabras y resultado es fantástica, sorprendente, por lo mucho que ha llegado a contar en tan pocas páginas.
Franz Haas, Neue Zürcher Zeitung 2001
La figura callada del padre, tempranamente fallecido a causa del trabajo en la mina y el consumo de alcohol, aparece siempre de nuevo en la obra de Rothmann. [...] La novela narra una tragedia ocurrida durante los últimos meses y semanas de la Segunda Guerra Mundial. Más allá del rigor literario, la obra es una aportación significativa a la cuestión moral sobre la culpa y la inocencia. Muy pocas veces se ha tratado la barbarie y la crueldad de la guerra tan radical y convincentemente como en esta novela. Muy pocas veces la literatura ha utilizado sus medios para tratar de manera tan magistral la depauperación moral y psicológica de los soldados. También la novela de Rothmann supone un antes y un después en la historia de la literatura filial: el tiempo del desquite y juicio edípicos ha terminado. El tiempo de diferenciar grados de participación ha empezado. Es un gran logro para el reconocimiento.
Ursula März, Deutschlandradio Kultur 2015
Junges Licht
Ralf Rothmann se ha convertido de buena manera en un clásico de la literatura alemana contemporánea. Ninguno de los autores de su generación, la de los nacidos en los 50, ha descrito tan bien como él una región y la mentalidad de sus pobladores. En pasajes cortos de una prosa excelente, el mundo de los estratos de carbón y las galerías de la mina, siempre a mil metros de profundidad, no aparece en sus obras como un lugar sucio y oscuro, sino como un espacio dedicado al misterio y a la poesía.
Hubert Spiegel, Frankfurter Allgemeine Zeitung 2004
Hitze
A pocos autores les es posible reflejar el lenguaje extraño, crudo, brutal de la vida cotidiana de la clase obrera como a este autor. Antes era la Cuenca del Ruhr el escenario de sus obras, ahora lo es Berlín.
Christoph Bartmann, Süddeutsche Zeitung 2003
Ein Winter unter Hirschen
Los nuevos relatos de Ralf Rothmann son historias en las que todo es, en lo posible, más corto. A cualquier economista le agradaría este hecho. La relación entre número de palabras y resultado es fantástica, sorprendente, por lo mucho que ha llegado a contar en tan pocas páginas.
Franz Haas, Neue Zürcher Zeitung 2001