Sibylle Lewitscharoff
Sibylle Lewitscharoff nace en 1954 en Stuttgart. Sus novelas garantizan una lectura, no sólo amena e inteligente, sino también cautivadora por su virtuosismo lingüístico. También por lo que respecta al tema, la sutil autora sorprende siempre con algo nuevo. La idea de redención y la herencia europea de la Ilustración son un hilo de continuidad tanto en la vida como en la obra de Lewitscharoff.
La autora ha sido galardonada con numerosos premios, entre ellos el Premio Ingeborg Bachmann, el Premio Kleist y el Premio Büchner.
Obras traducidas al castellano:
Blumenberg; Apostoloff
La autora ha sido galardonada con numerosos premios, entre ellos el Premio Ingeborg Bachmann, el Premio Kleist y el Premio Büchner.
Obras traducidas al castellano:
Blumenberg; Apostoloff
La autora nace en 1954 en Stuttgart, de madre suaba y padre búlgaro. Estudia ciencias de la religión en Berlín. Durante sus estudios universitarios pasa largas temporadas en París y Buenos Aires. Tras acabar su carrera, trabaja de contable en una agencia de publicidad. Lewitscharoff vive en Berlín.
Sibylle Lewitscharoff ha escrito desde siempre. Considera, sin embargo, apenas significativos sus primeros textos, algo difícil de creer tras la lectura de sus libros. Sus novelas garantizan una lectura, no sólo amena e inteligente, sino también cautivadora por su virtuosismo lingüístico. También por lo que respecta al tema, la sutil autora sorprende siempre con algo nuevo. La idea de redención y la herencia europea de la Ilustración, ambas basadas en la religión judeocristiana, son un hilo de continuidad tanto en la vida como en la obra de Lewitscharoff. Educada en el protestantismo, y bajo la influencia de su querida abuela, la autora no acaba de dejar atrás sus raíces religiosas. La consagración a la escritura surge después de una grave enfermedad. Durante esa experiencia traumática, la religión vuelve a adquirir un primer plano. Poco después aparece Pong, la novela con la que convence en Klagenfurt en el Premio Bachmann.
En su novela Consummatus (2006), los espíritus de La Fábrica de Andy Warhol se dan cita en un café de Stuttgart y, cual valiosos ángeles del recuerdo, dan consuelo y conversación a un desilusionado profesor de instituto.
En Apostoloff (2009), emprende junto a su hermana un viaje al país del padre, quien se había quitado la vida muy pronto. Rememoran juntas retales de su infancia pero sin melancolía alguna. El padre y su país siguen resultando extraños. La narradora se confronta una y otra vez con la realidad poscomunista de Bulgaria que considera sumamente opresiva, no escatima por ello comentarios mordaces y sarcásticos. Da rienda suelta, por tanto, al “poder literario de la indignación”.
En Blumenberg (2011), Lewitscharoff rinde homenaje literario al filósofo Hans Blumenberg y crea a su alrededor una suerte de leyenda santoral moderna. Una noche, inesperadamente, en el despacho del viejo maestro aparece un león que a partir de entonces le acompaña en su labor cotidiana. El animal –un alma gemela, un ideal, tal y como se le percibe– da consuelo al agnóstico Blumenberg, pero ante sus estudiantes, el felino permanece invisible. Son personas que sufren y fracasan de distintas modos tanto en la vida como en el mundo. Después de su novela policíaca Killmousky (2014), Lewitscharoff regresa de nuevo con Das Pfingstwunder (2016) al tema religioso. La novela trata sobre un simposio en Roma de prestigiosos especialistas en Dante, el tema central gira entorno de la Divina comèdia, o la visión impregnada de realidad con la cual Dante describe el mundo tras la muerte.
Lewitscharoff ha sido galardonada con numerosos premios, entre ellos el Premio Ingeborg Bachmann (1998), el Premio Kleist (2011) y el Premio Büchner (2013).
Copyright: Goethe-Institut Barcelona
Texto: Ilka Haederle/ Traducción: Rosina Nogales Tudela
Sibylle Lewitscharoff ha escrito desde siempre. Considera, sin embargo, apenas significativos sus primeros textos, algo difícil de creer tras la lectura de sus libros. Sus novelas garantizan una lectura, no sólo amena e inteligente, sino también cautivadora por su virtuosismo lingüístico. También por lo que respecta al tema, la sutil autora sorprende siempre con algo nuevo. La idea de redención y la herencia europea de la Ilustración, ambas basadas en la religión judeocristiana, son un hilo de continuidad tanto en la vida como en la obra de Lewitscharoff. Educada en el protestantismo, y bajo la influencia de su querida abuela, la autora no acaba de dejar atrás sus raíces religiosas. La consagración a la escritura surge después de una grave enfermedad. Durante esa experiencia traumática, la religión vuelve a adquirir un primer plano. Poco después aparece Pong, la novela con la que convence en Klagenfurt en el Premio Bachmann.
En su novela Consummatus (2006), los espíritus de La Fábrica de Andy Warhol se dan cita en un café de Stuttgart y, cual valiosos ángeles del recuerdo, dan consuelo y conversación a un desilusionado profesor de instituto.
En Apostoloff (2009), emprende junto a su hermana un viaje al país del padre, quien se había quitado la vida muy pronto. Rememoran juntas retales de su infancia pero sin melancolía alguna. El padre y su país siguen resultando extraños. La narradora se confronta una y otra vez con la realidad poscomunista de Bulgaria que considera sumamente opresiva, no escatima por ello comentarios mordaces y sarcásticos. Da rienda suelta, por tanto, al “poder literario de la indignación”.
En Blumenberg (2011), Lewitscharoff rinde homenaje literario al filósofo Hans Blumenberg y crea a su alrededor una suerte de leyenda santoral moderna. Una noche, inesperadamente, en el despacho del viejo maestro aparece un león que a partir de entonces le acompaña en su labor cotidiana. El animal –un alma gemela, un ideal, tal y como se le percibe– da consuelo al agnóstico Blumenberg, pero ante sus estudiantes, el felino permanece invisible. Son personas que sufren y fracasan de distintas modos tanto en la vida como en el mundo. Después de su novela policíaca Killmousky (2014), Lewitscharoff regresa de nuevo con Das Pfingstwunder (2016) al tema religioso. La novela trata sobre un simposio en Roma de prestigiosos especialistas en Dante, el tema central gira entorno de la Divina comèdia, o la visión impregnada de realidad con la cual Dante describe el mundo tras la muerte.
Lewitscharoff ha sido galardonada con numerosos premios, entre ellos el Premio Ingeborg Bachmann (1998), el Premio Kleist (2011) y el Premio Büchner (2013).
Copyright: Goethe-Institut Barcelona
Texto: Ilka Haederle/ Traducción: Rosina Nogales Tudela
TRADUCIDO AL CASTELLANO
Blumenberg
Trad. de Claudia Baricco
Ed. Adriana Hidalgo, Buenos Aires 2013
Apostoloff
Trad. de Claudia Baricco
Ed. Adriana Hidalgo, Buenos Aires 2010
EN LENGUA ALEMANA
Novelas
Das Pfingstwunder
Suhrkamp, Berlin 2016
Killmourksky
Suhrkamp, Berlin 2014
Pong redivivus
zusammen mit Friedrich Meckseper
Insel-Verlag, Berlin 2013
Blumenberg
Suhrkamp, Frankfurt am Main 2011
Apostoloff
Suhrkamp, Frankfurt am Main 2009
Consummatus
Deutsche Verlagsanstalt, München 2006
Montgomery
Deutsche Verlagsanstalt, München 2003
Der höfliche Harald
Berlin-Verlag, Berlin 1999
Pong
Berlin-Verlag, Berlin 1998
Ensayos
36 Gerechte
Verlag Galerie Steinrötter, Münster 1994
Der mörderische Kern des Erzählens
Union Stifung, Reihe Profile, Saarbrücken 2010
Obras de teatro
Vor dem Gericht
Suhrkamp, Frankfurt am Main 2012
Blumenberg
Trad. de Claudia Baricco
Ed. Adriana Hidalgo, Buenos Aires 2013
Apostoloff
Trad. de Claudia Baricco
Ed. Adriana Hidalgo, Buenos Aires 2010
EN LENGUA ALEMANA
Novelas
Das Pfingstwunder
Suhrkamp, Berlin 2016
Killmourksky
Suhrkamp, Berlin 2014
Pong redivivus
zusammen mit Friedrich Meckseper
Insel-Verlag, Berlin 2013
Blumenberg
Suhrkamp, Frankfurt am Main 2011
Apostoloff
Suhrkamp, Frankfurt am Main 2009
Consummatus
Deutsche Verlagsanstalt, München 2006
Montgomery
Deutsche Verlagsanstalt, München 2003
Der höfliche Harald
Berlin-Verlag, Berlin 1999
Pong
Berlin-Verlag, Berlin 1998
Ensayos
36 Gerechte
Verlag Galerie Steinrötter, Münster 1994
Der mörderische Kern des Erzählens
Union Stifung, Reihe Profile, Saarbrücken 2010
Obras de teatro
Vor dem Gericht
Suhrkamp, Frankfurt am Main 2012
Nacida en 1954 en Stuttgart
1972 | Bachillerato en Stuttgart |
Estudios de ciencia de las religiones en Berlín; | |
Estancias en Buenos Aires y París | |
Contable en una agencia de publicidad de Berlín | |
1998 | Premio Ingeborg Bachmann por Pong |
1999 | Premio de la Fundación Buchkunst |
2006 | Premio de Literatura de Kranichstein |
2007 | Premio Literaturhäuser |
2008 | Premio Marie-Luise Kaschnitz |
2009 | Premio de la Feria del Libro de Leipzig por Apostoloff |
2010 | Premio de literatura de Berlín |
Premio Ricarda Huch | |
2011 | Premio Kleist |
Premio de literatura Wilhelm Raabe por Blumenberg | |
2013 | Premio Georg Büchner |
Profesorado Hermanos Grimm de la | |
universidad Kassel; Beca Villa Massimo, Roma | |
Reside en Berlín |
De: Apostoloff
Nosotras, le digo a mi hermana, todavía salimos bastante bien paradas. Mi hermana va sentada adelante, en el asiento al lado del conductor, y no dice nada. Apenas una mínima inclinación de cabeza en dirección a la ventanilla me indica que entendió. Está acostumbrada a estas manifestaciones mías y sabe a lo que me refiero.Adiós y chau y se acabó, digo yo. Un padre que hace un corte antes de destruir a toda una familia es más para alabarlo que para maldecirlo.
Hacer, ¿ahí entra a jugar algo a plena luz del día, no? Ahí quiero que después se admire lo que yo hago. Hago, halo, falo. Hago, lo que yo hago es lanzar un golpe de boxeo contra el apoyacabeza, pero todo queda en el aire, más rápido que lo que tardó en alzarse vuelve a caer la mano sobre la rodilla. ¿Qué es tonto? Sí, algunas cosas que hago son tontas, pero contra eso todavía no se inventó ningún remedio sensato. En este momento mi hermana no me ve ni me oye, porque está concentrada sonriéndole a Rumen y porque el ruido del auto se traga todos los sonidos más pequeños.
A veces le hablo a mi hermana como si le hablara al viento. Ella conoce estos ataques míos en los que nuestro padre raras veces sale bien parado, más bien generalmente sale mal parado. Sobre nuestra madre guardamos el más férreo silencio. Lo encantador de mi hermana es que no me toma en serio y me perdona todo. Es una hermana mayor ejemplar que trata a la menor con una paciencia angélica. Aunque ya somos de mediana edad, mi hermana, que es apenas dos añitos mayor que yo, se comporta conmigo como si estuviera tratando con una niñita inocente ante cuyos caprichos uno no hace más que fruncir un poquito el ceño, porque ya va a crecer.
Rumen Apostoloff no está acostumbrado a nosotras, los pelos se le ponen de punta. Le espanta lo que yo digo, a mi hermana la adora. Tiene un oído excelente, entiende casi siempre todo lo que decimos, sólo cuando a propósito pasamos a un profundo dialecto suabo, ahí su capacidad lingüística detectivesca se ve superada por esas tiradas de suaves sonidos indiferenciados donde uno se traga todas las consonantes que molestan.
Rumen es nuestro Hermes, él lleva los idiomas de aquí para allá, va conduciendo y al hacerlo va encontrando el camino; uno de esos desesperados conductores búlgaros que no perciben nada de todo lo que va pereciendo al borde de la ruta que pasa volando a su paso. Nuestro devoto nerviosillo nos conduce así por su desesperado país, el que de noche es aún más desesperado.
Nosotras, le digo a mi hermana, no nos podemos quejar. A nosotras nos alimentaron, no nos pegaron y nos pagaron años de estudios, y por si fuera poco incluso alcanzó hasta para una modesta herencia. Qué más se puede pedir.
Me da asco la triste sensatez de mis palabras, así que me callo la boca un rato. Mi hermana igualmente no habla mucho, y Rumen no se atreve a meter bocado en una perorata que sabe que continuará.
Vamos por la ruta a Veliko Tarnovo, una ruta que han arreglado muy bien. Acabamos de salir de Sofía, a la izquierda se ven plantas industriales venidas abajo desde las que se elevan hacia el cielo columnas de un humo rojo amarillento. Del lado de la izquierda queda todo oculto por un velo rojo amarillento cuyas partículas a la luz del sol van lanzando resplandores venenosos. Hay un olor que apesta. Adelante tenemos una larga fila de camiones. Rumen Apostoloff se endereza en el asiento y empuña resuelto el volante: tiene, por delante, la dura tarea de pasar a los demás vehículos, y en el asiento trasero, a una mujer que no soporta.
La rosa de los vientos del odio al padre gira loca y lanza algunas chispitas de amor al padre, le digo en forma inaudible a mi hermana mientras vamos dejando atrás las rojas nubes de polvo del complejo metalúrgico de Kremikovski, el que una vez fuera un vástago de la amistad búlgaro-soviética.
Nosotras somos vástagos de la amistad germano-búlgara, igual de sospechosa que la búlgaro-soviética. Una amistad hecha de mentiras, hierro y hojalata de la que no quedó mucho más que tanques hechos chatarra y pilas de cadáveres putrefactos hace tiempo. En una pilita aparte, ya como cadáver no de guerra sino tardío, se pudrió nuestro padre.
¡Que se deje ver, el padre, si es que puede!
De: Apostoloff, p. 7-10. Trad. de Claudia Baricco
© Adriana Hidalgo editora, Buenos Aires 2010
Nosotras, le digo a mi hermana, todavía salimos bastante bien paradas. Mi hermana va sentada adelante, en el asiento al lado del conductor, y no dice nada. Apenas una mínima inclinación de cabeza en dirección a la ventanilla me indica que entendió. Está acostumbrada a estas manifestaciones mías y sabe a lo que me refiero.Adiós y chau y se acabó, digo yo. Un padre que hace un corte antes de destruir a toda una familia es más para alabarlo que para maldecirlo.
Hacer, ¿ahí entra a jugar algo a plena luz del día, no? Ahí quiero que después se admire lo que yo hago. Hago, halo, falo. Hago, lo que yo hago es lanzar un golpe de boxeo contra el apoyacabeza, pero todo queda en el aire, más rápido que lo que tardó en alzarse vuelve a caer la mano sobre la rodilla. ¿Qué es tonto? Sí, algunas cosas que hago son tontas, pero contra eso todavía no se inventó ningún remedio sensato. En este momento mi hermana no me ve ni me oye, porque está concentrada sonriéndole a Rumen y porque el ruido del auto se traga todos los sonidos más pequeños.
A veces le hablo a mi hermana como si le hablara al viento. Ella conoce estos ataques míos en los que nuestro padre raras veces sale bien parado, más bien generalmente sale mal parado. Sobre nuestra madre guardamos el más férreo silencio. Lo encantador de mi hermana es que no me toma en serio y me perdona todo. Es una hermana mayor ejemplar que trata a la menor con una paciencia angélica. Aunque ya somos de mediana edad, mi hermana, que es apenas dos añitos mayor que yo, se comporta conmigo como si estuviera tratando con una niñita inocente ante cuyos caprichos uno no hace más que fruncir un poquito el ceño, porque ya va a crecer.
Rumen Apostoloff no está acostumbrado a nosotras, los pelos se le ponen de punta. Le espanta lo que yo digo, a mi hermana la adora. Tiene un oído excelente, entiende casi siempre todo lo que decimos, sólo cuando a propósito pasamos a un profundo dialecto suabo, ahí su capacidad lingüística detectivesca se ve superada por esas tiradas de suaves sonidos indiferenciados donde uno se traga todas las consonantes que molestan.
Rumen es nuestro Hermes, él lleva los idiomas de aquí para allá, va conduciendo y al hacerlo va encontrando el camino; uno de esos desesperados conductores búlgaros que no perciben nada de todo lo que va pereciendo al borde de la ruta que pasa volando a su paso. Nuestro devoto nerviosillo nos conduce así por su desesperado país, el que de noche es aún más desesperado.
Nosotras, le digo a mi hermana, no nos podemos quejar. A nosotras nos alimentaron, no nos pegaron y nos pagaron años de estudios, y por si fuera poco incluso alcanzó hasta para una modesta herencia. Qué más se puede pedir.
Me da asco la triste sensatez de mis palabras, así que me callo la boca un rato. Mi hermana igualmente no habla mucho, y Rumen no se atreve a meter bocado en una perorata que sabe que continuará.
Vamos por la ruta a Veliko Tarnovo, una ruta que han arreglado muy bien. Acabamos de salir de Sofía, a la izquierda se ven plantas industriales venidas abajo desde las que se elevan hacia el cielo columnas de un humo rojo amarillento. Del lado de la izquierda queda todo oculto por un velo rojo amarillento cuyas partículas a la luz del sol van lanzando resplandores venenosos. Hay un olor que apesta. Adelante tenemos una larga fila de camiones. Rumen Apostoloff se endereza en el asiento y empuña resuelto el volante: tiene, por delante, la dura tarea de pasar a los demás vehículos, y en el asiento trasero, a una mujer que no soporta.
La rosa de los vientos del odio al padre gira loca y lanza algunas chispitas de amor al padre, le digo en forma inaudible a mi hermana mientras vamos dejando atrás las rojas nubes de polvo del complejo metalúrgico de Kremikovski, el que una vez fuera un vástago de la amistad búlgaro-soviética.
Nosotras somos vástagos de la amistad germano-búlgara, igual de sospechosa que la búlgaro-soviética. Una amistad hecha de mentiras, hierro y hojalata de la que no quedó mucho más que tanques hechos chatarra y pilas de cadáveres putrefactos hace tiempo. En una pilita aparte, ya como cadáver no de guerra sino tardío, se pudrió nuestro padre.
¡Que se deje ver, el padre, si es que puede!
De: Apostoloff, p. 7-10. Trad. de Claudia Baricco
© Adriana Hidalgo editora, Buenos Aires 2010
Blumenberg
¿Tiene relevancia alguna que el filósofo con quien el gran felino establece una relación de amistad se llame «Blumenberg», al igual que Hans Blumenberg, el filósofo fallecido en 1996? Claro que sí. «El león vino a verme porque soy el último de los filósofos que sabrá respetarlo, pensó Blumenberg» podemos leer en una de las primeras páginas. «La salvación es la palabra mágica» escribe más adelante Sibylle Lewitscharoff, quien estudiara Ciencias de la Religión en Berlín. La literatura debe guardar «ese tesoro que es la gracia» de prometer «salvarnos del hechizo de lo cotidiano». La forma de hacerlo puede ser extraña y divertida, al igual que su lenguaje. Es una forma de descontracturar el absolutismo de la realidad.
Justus Wenzel, Neue Zürcher Zeitung 2011
Apostoloff
(...) discrepancia entre idea y realidad, entre cuerpo y alma, entre logos puro y sus débiles emanaciones en la obra de arte: esto es lo que representa el motor de escritura de Sibylle Lewitscharoff. No es el plot el que lanza chispas de tensión, un plot banal como un vuelo barato a la costa del Mar Negro (romance de verano incluido), es la máquina de pensar de la narradora, que no cesa de girar. Por medio del lenguaje todo se hace transparente en una realidad superior, lo que también podríamos llamar simulación de lo místico. Y ese lenguaje es capaz de mucho, es preciso que lo sea, incluso de hacer despertar hacia el final los muertos a la vida.
Richard Kämmerling, FAZ 2009
Consummatus
Un libro enigmático y diferente. Aunque la trama es casi inexistente, destacan aspectos mucho más relevantes como la vida, la muerte, los muertos, Jesucristo, y de qué forma se relaciona todo esto. O mejor dicho: podría hacerlo. Ya que sobre todas estas cosas y alrededor de ellas existe un humor grato que evita caer en la extrema seriedad, aún cuando las situaciones lo requieran (probablemente a lo largo de casi todo el libro). Si Jean Paul escribiera hoy, lo haría quizá como Sibylle Lewitscharoff.
Jochen Jung, Die Zeit 2006
¿Tiene relevancia alguna que el filósofo con quien el gran felino establece una relación de amistad se llame «Blumenberg», al igual que Hans Blumenberg, el filósofo fallecido en 1996? Claro que sí. «El león vino a verme porque soy el último de los filósofos que sabrá respetarlo, pensó Blumenberg» podemos leer en una de las primeras páginas. «La salvación es la palabra mágica» escribe más adelante Sibylle Lewitscharoff, quien estudiara Ciencias de la Religión en Berlín. La literatura debe guardar «ese tesoro que es la gracia» de prometer «salvarnos del hechizo de lo cotidiano». La forma de hacerlo puede ser extraña y divertida, al igual que su lenguaje. Es una forma de descontracturar el absolutismo de la realidad.
Justus Wenzel, Neue Zürcher Zeitung 2011
Apostoloff
(...) discrepancia entre idea y realidad, entre cuerpo y alma, entre logos puro y sus débiles emanaciones en la obra de arte: esto es lo que representa el motor de escritura de Sibylle Lewitscharoff. No es el plot el que lanza chispas de tensión, un plot banal como un vuelo barato a la costa del Mar Negro (romance de verano incluido), es la máquina de pensar de la narradora, que no cesa de girar. Por medio del lenguaje todo se hace transparente en una realidad superior, lo que también podríamos llamar simulación de lo místico. Y ese lenguaje es capaz de mucho, es preciso que lo sea, incluso de hacer despertar hacia el final los muertos a la vida.
Richard Kämmerling, FAZ 2009
Consummatus
Un libro enigmático y diferente. Aunque la trama es casi inexistente, destacan aspectos mucho más relevantes como la vida, la muerte, los muertos, Jesucristo, y de qué forma se relaciona todo esto. O mejor dicho: podría hacerlo. Ya que sobre todas estas cosas y alrededor de ellas existe un humor grato que evita caer en la extrema seriedad, aún cuando las situaciones lo requieran (probablemente a lo largo de casi todo el libro). Si Jean Paul escribiera hoy, lo haría quizá como Sibylle Lewitscharoff.
Jochen Jung, Die Zeit 2006