Teatro El Gran Fuego

El Gran Fuego (Das große Feuer) @ Opalo

Todos los viernes y sábados del 17 de junio al 23 de julio a las 8 pm (jueves 23 de junio función adelantada en vez del sábado 25 de junio)

Goethe-Institut Perú

De Roland Schimmelpfennig. Dirección: Fiorella Díaz Paz y Jorge Villanueva

Dos pueblos gemelos, unidos por un puente y separados por un río, pero ¿qué nos une y qué nos separa hoy? Una mordaz metáfora sobre la fragmentación de una sociedad con crisis de valores y que al mismo tiempo busca el amor.

Performing Rights S. Fischer Verlag GmbH, Frankfurt am Main, Germany


POR FAVOR CONSIDERAR
Es obligatorio presentar al ingresar el Certificado de Vacunación MINSA completo o equivalente internacional.
Es obligatorio el uso correcto de la doble mascarrilla (quirúrgica o de tela) o mascarilla simple, si es KN95 en  el Auditorio y en todas las instalaciones del Goethe-Institut.
Por favor mantener en lo posible el distanciamiento social. 
Una vez iniciada la función no hay ingreso.

El Gran Fuego (Das große Feuer), magistral obra del dramaturgo alemán Roland Schimmelpfennig será puesta en escena por Ópalo Teatro en colaboración con el Goethe Institut  Perú, bajo la dirección de la reconocida actriz y directora de teatro Fiorella Díaz Paz y la dirección adjunta del reconocido director de teatro Jorge Villanueva Bustíos, quien después de algunos años, vuelve a las tablas como parte del elenco de actores. La obra se estrena el viernes 17 de junio a las 8 pm en el auditorio del Goethe Institut  Perú, institución que después de más de dos años de pandemia, reabre sus puertas al público y al arte para acoger esta hermosa obra.

Con un tono ligero, irónico y poético, Schimmelpfennig nos explica la historia de estos dos pueblos a lo largo de las estaciones del año. El destino reparte sus golpes de manera injusta a ambos pueblos, las diferencias entre las dos orillas son cada vez más grandes, mientras el riachuelo aumenta de tamaño. Aquello que empezó como un cuadro idílico, acaba convirtiéndose en una conmovedora metáfora sobre la fragmentación de una sociedad con crisis de valores.

El gran fuego es una épica sin papeles definidos, traducida por Albert Tola y presentada, por tres actrices y tres actores reconocidos del medio actoral limeño: Carlos Victoria, Irene Eyzaguirre, Karina Jordán, Anaí Padilla, Jorge Villanueva y Gabriel Baltuano.

Una propuesta escénica coral, una narración en el sentido original del teatro que cuenta con la composición y ejecución musical en vivo de Magali Luque. Una producción que será inolvidable para todos.

“Los invitamos a ver esta obra que es una gran parábola de regeneración que trae al presente el urgente ejercicio de memoria sobre la división de la humanidad, sobre el exilio de nosotros mismos y el costo de la desconexión con los procesos de nuestro planeta. ¡Los esperamos!”, afirma Fiorella Díaz Paz, directora de El Gran Fuego.


El mundo - que es eso? Un sueño, un regalo - y una pesadilla de injusticia sin fin.
He escrito „El gran fuego“ en un momento grave de la historia, en unos de estos momentos en que uno duda mas que profundamente en el sentido de cualquier forma de arte - ni hablar de la duda en el sueño de una comunidad mundial que protege a todos que no ven otra opción que poner sus vidas en riesgo de morir para salvarse de los peligros mortales en que tienen que vivir en sus paises. Estoy hablando del momento de la publicación de una foto de un niño muerto, un niño muerto, ahogado en el mar con su madre y su hermano en el intento fracasado de escaparse de la guerra civil en Siria. El nombre del niño es Alan Kurdi, tenia dos años.

La obra „El gran fuego“ no es una obra sobre Alan Kurdi, no. Pero todos nosotros sabemos que la grieta entre los mundos crece y crece. y sabemos que hay muertos cada dia en la búsqueda de un mundo justo, cumpliendo - por lo menos - la promesa y la garantía de vivir en condiciones dignos - y nada mas.

Estoy tan tan agradacido que el texto „ El gran fuego“ ha encontrado su camino desde Alemania a los manos de todos involucrados en la producción de la obra ahora en Peru. Me da orgullo, si, mucho, pero sobre todo me da una forma de esperanza.

Miles de gracias a todos en la compañía Opalo, miles de gracias al Instituto Goethe - y miles de gracias a todos que van a venir por ver la obra.

Por Roland Schimmelpfennig


Una alegoría para pensar nuestro presente
Como una parábola, una fábula o un cuento infantil, El gran fuego (2016) de Roland Schimmelpfennig (Alemania, 1967) nos insta a sacar de sus escenas alguna lección, alguna idea para guiar nuestro accionar. Pero al contrario que los cuentos infantiles, no queda claro cuál es esa lección. No nos entrega ninguna respuesta fácil. Es más bien una pregunta abierta, una que queda en nuestras manos: ¿qué nos está diciendo esta obra sobre nuestra realidad social? ¿Qué nos permite observar y pensar sobre cómo estamos viviendo ahora, como sociedad?
 
La obra es lo que el filósofo Walter Benjamin (Alemania, 1892-1940) hubiera llamado una narración, al estilo de los cuenta-cuentos que viajaban de pueblo en pueblo para compartir historias. A diferencia de las ficciones realistas modernas, no tenemos aquí un retrato exacto de alguna realidad identificable. Podría ser en cualquier lugar, en cualquier tiempo. Los personajes son arquetipos casi universales. A diferencia de las metáforas, no hay una sola “clave” para desentrañar su significado cifrado. Pero a la vez sí queda claro que, a través de sus imágenes aparentemente ingenuas, está tratando de decirnos algo, y que ese algo va al meollo de nuestra existencia colectiva.
 
Schimmelpfennig, entonces, nos sumerge en un ambiente de cuento infantil, pero para decirnos algo urgente, grave y muy adulto. Es justamente por irrumpir en el idilio infantil que a través de la obra vemos, con ojos frescos, la catástrofe que viene siendo nuestra historia contemporánea. De hecho, aparecen en la obra referencias a muchos problemas críticos de nuestro presente social, a los que nos hemos tristemente acostumbrado, al punto, muchas veces, de sernos indiferentes. La crisis del medioambiente; las nuevas enfermedades contagiosas; la pérdida de lazos comunitarios; la flagrante desigualdad entre ricos y pobres, y entre países ricos y los que están en permanente crisis. El mundo de apariencias en el que nos envuelven los emprendimientos gentrificadores del capitalismo avanzado, mirando por encima a la hambruna, la migración forzada, la miseria humana. En el mundo retratado, los conflictos crecen, la violencia se dispara, y las relaciones comunitarias se pierden y son reemplazadas por violencia y antagonismo. El amor romántico es la única fuerza que se opone a esta degeneración, pero es insuficiente. El amor no puede contra tanto.
 
En “El narrador” (1936), Benjamin dijo que a partir de la Primera Guerra Mundial, se había hecho cada vez más difícil que nos conectemos con nuestra experiencia historia y realmente lo sintamos como nuestra. Lo que sostuvo hace tantos años es aún más cierto hoy. Vivimos en un mundo cada vez más falso, rodeados de imágenes publicitarias, producidas, falseadas, entre discursos que buscan reacciones emotivas rápidas y pasajeras, que apagan la consciencia y hacen difícil pensar el curso de la humanidad. Para Benjamin, la importancia de las narraciones es que justamente se oponen a esta pérdida contemporánea de la capacidad de sentir la historia. En efecto, El gran fuego nos vuelve a conectar con nuestra experiencia histórica y nos recuerda que está cobrando, todos los días, víctimas inocentes. Las víctimas aparecen, principalmente, como niños. De allí su fuerte tristeza: nos habla como niños, nos intenta volver a conectar con esa inocencia, para que podamos sentir nuevamente como tragedia un mundo donde la infancia ha muerto y la inocencia se ha perdido.
 
Según Benjamin, las narraciones contienen, no mensajes claros, pero sí consejos; nos hablan con sabiduría. La sabiduría no da recetas. El consejo del sabio “no es tanto la respuesta a una cuestión, sino una propuesta referida a la continuación de una historia en curso”. Del mismo modo, la obra de Schimmelpfennig nos invita a imaginar, bajo su luz, la continuación de nuestra experiencia histórica actual. ¿Cómo seguirá nuestra historia? ¿Cómo seguimos adelante, desde aquí?

Por Dra. Alexandra Hibbett (Directora de la Maestría en Estudios Culturales, PUCP)


El gran fuego
Esta no es una obra sobre el individuo; es una obra sobre el destino de la comunidad. Esta no es una obra sobre el mercado; es una obra sobre la naturaleza. Esta no es una obra peruana; es una obra del teatro alemán que, sin embargo, encara un problema muy presente en nuestra realidad cotidiana.

La obra inicia como un cuento de hadas, como un cuento infantil, aunque el carácter maravilloso no está dado por elementos sobrenaturales sino por la condición profundamente orgánica de la vida comunitaria. Poco a poco, y sin embargo, dicha condición se irá desestructurando cada vez más. No se trata solo de relaciones interpersonales que se deterioran, de envidias entre unos y otros, de competencias racistas que se van instalando en el imaginario de las comunidades, sino también de verdaderas transformaciones naturales que comienzan a afectar más la vida de las personas y que las insertan en callejones sin salida ante sí mismos y ante los demás.
Es claro que hoy vivimos tiempos de pasividad política. Estamos agotados de la permanente decepción de cada nuevo gobernante, pero también de un desquiciado sistema económico que ha perdido toda idea de comunidad, del bien común y de lo justo. Como ya hemos perdido confianza en toda posibilidad de cambiarlo, hemos optado por transferirle toda nuestra agencia a los fenómenos naturales. A diferencia de muchos de los relatos que Hollywood produce sobre el fin del mundo, en esta obra, el cambio ecológico no viene a salvar a la humanidad (a hacerla más consciente, más autocrítica) sino que es el encargado de instaurar un final.

Escrita por Roland Schimmelpfenning, dirigida por Fiorella Díaz y Jorge Villanueva, y apoyada (hecho que celebramos) por el instituto Goethe, la puesta en escena acierta con un escenario mínimo y con escasos recursos que, sin embargo, adquieren una gran belleza visual. Con sumo oficio, el elenco sincroniza sus movimientos en conjunto y la representación de instantes humanos que estos proponen –la eternidad de cada uno de ellos–se despliega con intensidad.

La función real del teatro –dice Badiou– es orientarnos en el tiempo: decirnos dónde nos hallamos en el devenir de un viejo transcurso. Esta es una obra sobre la historia humana. Esta es una obra sobre nuestro presente, sobre el gran fuego –esa catástrofe– que día a día, hoy, no deja de caer sobre nosotros.

Por Victor Vich
Crítico literario. Doctor Georgetown University, EEUU. Enseña en la PUCP. Ex-profesor de la Escuela Nacional de Bellas Artes.


Crónica de Teatro: Ópalo
Volver a vernos. Reunirnos. Volver a estar juntos. A pesar de la bruma. De las infecciones inciertas, de los arroyos que devienen en océanos monstruosos de incertidumbre.

Volver a vernos. Después del Arder del Todo. De los infiernos titánicos del apocalipsis conjurado. Volver a vernos después del desprecio, después del olvido. Después de la traición.

Ir a ver El Gran Fuego, del grupo de teatro Ópalo, de Perú. Volver a ver a nuestros hermanos. Volver a vivir en el ensueño del que este grupo de Magos es emblema. Oír de nuevo la voz de Ronald Schimmelpfenning, distinta siempre. Siempre misterio activo, cuento nuevo.
Volver a ver a los grandes, a Carlos Victoria, a Irene Eyzaguirre, más mágicos que nunca, más niños que siempre. Volver a ver a Karina Jordán, metamórfica, magnífica evolucionada.  A Anaí Padilla, La Grande. Volver a ver a los un día Niños sin Nombre, que son hoy viento nuevo, mañana huracán seguro, como Gabriel Baltuano. Volver a ver a Jorge Villanueva, capitán y hoy nuevamente tripulante de estos antiguos mares que él tan bien conoce. Conocer sorprendida a Fiore y la fuerza de su batuta. Oír el embrujo de Magaly Luque.

Volver por fin a la Tierra de Lo Incierto, ver pétalos caer del cielo, gozar de la nieve de oropel que como golondrinas hadas anidará en tu pelo.

No puedo explicarte porqué hay que ver siempre lo que Ópalo ofrezca. Porque es un secreto. Porque es el misterio. Porque es sagrado legado del más puro TEATRO, con mayúsculas, con letras mágicas que con sangre, amor y guerra se escriben. No puedo explicártelo, pero puedo invitarte a recibir ese beso tan dulce y tan grave, que te arranque de la razón, de la frágil, vítrea, translúcida realidad.

Pisa el vidrio
                           Y 
                               Entra.
                  No te vayas a perder acaso, El Gran Fuego.

Por Kareen Spano, actriz
 

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