El compadrazgo
De amigo a familiar

El compadrazgo es una relación social por la cual unos individuos se convierten en parientes de otros a través de un ritual católico. En muchos casos, esta relación de parentesco, por su naturaleza espiritual, es tan importante como los lazos que establecen la consanguinidad y la alianza matrimonial.

Si bien la relación de compadrazgo aparenta una relación diádica y en igualdad, se trata de una relación de parentesco entre familias, muchas veces con derechos y obligaciones morales que recrean la igualdad o legitiman la jerarquía de los contrayentes.

Origen del compadrazgo y sus manifestaciones

Sydney Mintz y Eric Wolf (1950) hacen un estudio teórico e histórico relevante del compadrazgo católico, tanto de su origen europeo como su desarrollo posterior en Hispanoamérica. Sobre la importancia que adquiere en las sociedades mediterráneas, ellos plantean que el compadrazgo aparece fortaleciendo los lazos de integración horizontal entre vecinos y en relación con el acceso colectivo a la tierra, mas allá del vínculo de sangre. Posteriormente, cuando emerge la propiedad familiar de la tierra y se hace ostensible la diferenciación entre las familias, el compadrazgo se transforma en un mecanismo de integración vertical, articulando y legitimando las diferentes clases o grupos sociales feudales. Esta funcionalidad integrativa del compadrazgo –que genera vínculos horizontales entre miembros del mismo grupo– o verticales –entre miembros de grupos diferenciados–, se replicará en otros contextos históricos y sociales, en especial cuando la reproducción social y económica de las personas continúe fuertemente ligada a las relaciones de parentesco.

Otro aspecto para comprender la vigencia y difusión del compadrazgo es su naturaleza moral y espiritual, en oposición a la naturaleza biológica y normativa de los lazos de parentesco consanguíneo y afín. En este sentido, el compadrazgo es percibido como manifestación de la voluntad de los contrayentes y bajo el amparo sagrado, expresado en los ritos sacramentales que lo originan. Asimismo, en muchas sociedades campesinas y urbanas de Latinoamérica los ritos sacramentales donde se establece el compadrazgo y el padrinazgo aún se perciben como importantes introductores sociales: el bautizo incorpora al individuo al mundo social, mientras que el matrimonio católico le da el reconocimiento pleno de adulto.

El compadrazgo en Latinoamérica

Si bien hay algunas referencias a formas de padrinazgo azteca o guaraní, son muy diferentes al compadrazgo católico mediterráneo. Antes de la conquista española, los lazos de parentesco se establecían por la pertenencia a un determinado linaje (consanguinidad) y por los lazos de la poliginia (poligamia masculina) de curacas o jefes indios. Es así como la poligamia masculina abre un universo muy amplio de parientes, ubicados en lejanas regiones o con estratégicos grupos étnicos. Al llegar el mensaje cristiano –y el poder de su espada– se prohibirá la poligamia y pasa a ser considerada una práctica inmoral, que trae como consecuencia la implementación de una rigurosa administración de los sacramentos, en especial del bautismo y del matrimonio monógamo. Estas exigencias, que incluían formas de compadrazgo y padrinazgo mediterráneo, atenuarán las debilitadas alianzas parentales de los jefes indios al interior de su grupo étnico y con otros grupos vecinos, ofreciendo la oportunidad para ampliar sus alianzas con los nuevos gobernantes hispanos. Para el común de la población indígena, el compadrazgo emergerá como un importante mecanismo de solidaridad étnica, pero también será un mecanismo de movilidad social, principalmente para la población india y mestiza ubicada en las ciudades españolas.

Igualdad y jerarquía en las relaciones de compadrazgo

Se ha señalado líneas arriba cómo el compadrazgo resalta la igualdad entre sus miembros cuando éstos son del mismo grupo social, o enfatizan la jerarquía, cuando se trata de grupos diferenciados que buscan integrarse. La primera expresión de integración horizontal suele darse propiamente en el compadrazgo, mientras que la segunda se trata de padrinazgo. En las sociedades latinoamericanas son diversos los ritos que permiten el compadrazgo horizontal. Tenemos por ejemplo los compadrazgos de juramento y de respeto, donde se fortalece la ayuda mutua o se evitan potenciales conflictos entre sus miembros, o el padrinazgo de cordón umbilical, donde se introduce al nacido al mundo de los vivos, o también el corte de pelo, donde se reconoce la autonomía productiva del niño. En estos ritos se escoge al padrino entre los miembros de la comunidad con los que se tiene relaciones de reciprocidad productiva o festiva.

En cambio, el padrinazgo, que se genera en los principales ritos de pasaje, como el bautizo o el matrimonio, destaca abiertamente la jerarquía. Ésta es necesaria no solo por la ascendencia y protección que deben brindar los padrinos para con su ahijado, sino también por la ascendencia para con sus compadres, pues los padres deben tener la capacidad de aceptar la injerencia socializadora y moral de los padrinos en su núcleo familiar a cambio de las ventajas que puedan ofrecer los padrinos a su hijo, ventajas que los padres no pueden ofrecer o que el hijo no atendería.

Para finalizar, creemos que en las sociedades donde las relaciones de parentesco son parte fundamental de la reproducción económica y social de sus miembros, el compadrazgo será predominantemente asimétrico, pues se convierte en un mecanismo para extender redes sociales y brindar oportunidades de ascenso social a sus iniciadores. En las sociedades donde las relaciones sociales son más impersonales e institucionalizadas, el compadrazgo dejará de ser una relación entre familias y adquirirá un cariz diádico, o simplemente será una tradición religiosa que guardar.