Integrado... Francamente
Otras épocas, otros rostros

Los niños juegan todos juntos
Los modismos, las canciones y los nombres de chocolates han cambiado mucho en los jardines de niños durante los últimos años, por suerte. | Foto (detalle): BAV/LADE-OKAPIA © picture alliance

Cuando hace diez años los niños en las guarderías en Alemania querían pintar a una persona, preguntaban por un color que conocían como “color carne”, es decir, rosa. Entre tanto, las cosas han cambiado, observa Dominic Otiang’a y constata otros cambios en su entorno.

Todo aquél que viva por lo menos desde hace diez años en Alemania debe haber notado o haber sido parte activa de los cambios en su entorno sociocultural o religioso: desde los niños en las guarderías, pasando por los viajeros y las personas religiosas hasta los observadores atentos.
 
Permítanme enumerar algunos de los cambios que he observado durante estos últimos años. Cuando hace diez años recogí por primera vez a mi sobrino del jardín de niños, era el único niño de piel oscura, pero ésa no era la única peculiaridad. En la escuela tenían un tiempo destinado para pintar y hacer trabajos manuales, y siempre que los niños querían pintar a una persona preguntaban por un color que conocían como “color carne”, es decir, rosa. Cuando un día, en casa, le pedí a mi sobrino que hiciera un dibujo de sí mismo, usó, de manera adecuada, el color marrón. Pero cuando le pregunté qué color carne había usado en su dibujo, me respondió: “No, mi piel es marrón. Por eso no necesito color carne.” No le resultó nada fácil entender por qué contradecía yo la norma cuando le expliqué que el marrón también es color carne, y que “color carne” no es sinónimo de rosa. Así eran las cosas entonces, pero los modismos, las canciones y los nombres de chocolates han cambiado mucho en los jardines de niños durante los últimos años, y para bien.

Usted no es realmente negro

Otra observación respecto al tema del color: en un seminario para jóvenes, realizado en una de las más grandes clínicas universitarias en Alemania del Sur, se nos entregó un folleto para una conferencia sobre los órganos humanos. Le eché un vistazo al órgano más grande, la piel, y vi debajo la oración: “Un color de piel normal es entre rosa y marrón.” Cuando esto fue citado textualmente durante la conferencia, primero solté una risita y luego exclamé con voz cómica: “¡Soy negro!”, y sonreí cuando otros rieron. No estaba seguro de si se reían de mi intervención o de la forma en que había hablado. Pero una mujer sentada enfrente de mí se volteó a decirme: “¡Qué bueno que usted lo dijo!” Una segunda persona reaccionó con las palabras: “Es cierto, pero usted no es realmente negro.” Ésa fue la única vez en que no fui negro en Alemania. Le eché un vistazo a mi muñeca izquierda, como si mirara el reloj. Era marrón muy, muy oscuro. Sin embargo, insistí en que sí había visto yo personas cuya piel era negra. La ponente estaba muy consternada. No hubiera podido yo decir si se avergonzó o si estaba molesta, pero ya no dijo nada y durante un buen tiempo estuvo muy sonrojada. Al terminar la ponencia, insinuó que no había esperado un público internacional.

En la actualidad, los misionarios llevan el evangelio a Europa

También respecto a la religión han cambiado las cosas: hace más de un siglo, misioneros y predicadores europeos viajaban a África y por todo el mundo, para difundir el evangelio. Entre ellos se encontraban Ludwig Krapf y Johannes Rebmann. Hoy, hay misioneros africanos y americanos en todas partes, que llevan el evangelio a Europa. También han surgido nuevos centros religiosos. Y en la medida en que crece el número de sus feligreses, se escuchan conceptos como iglesia africana, mezquita turca, mezquita árabe, mormones o iglesia ghanesa, en la que se predica en lengua twi. Hace poco más de una década, la gente en Alemania sólo me preguntaba si yo era miembro de la iglesia evangélica o la católica.

Ocasionalmente, los africanos nos reunimos

Pero no son sólo los nativos quienes notan o experimentan estos cambios y transformaciones. Es un dar y tomar recíproco.
Cuando una vez me vino a visitar un amigo escritor de Kenia, lo llevé a diferentes lugares antes de ir a una parrillada organizada por africanos que vivían en y alrededor de Stuttgart. En la fiesta, lo saludó una mujer, quien luego añadió: “Ocasionalmente, los africanos nos reunimos para no perder el contacto con nuestras raíces y para conservar nuestra cultura.” El muy atento escritor lo estuvo mirando todo con sorpresa pero con calma durante un rato, observando mucho y hablando poco. Después me susurró: “¡Hombre! Esta gente no es africana, todos son totalmente europeos” y se refería a los mismos africanos que se veían a sí mismos como culturalmente diferentes de los alemanes nativos y de otros europeos, quienes también los consideraban diferentes.
 

“...a las claras”

En nuestra serie de columnas “… a las claras” escriben, alternándose semanalmente, Dominic Otiang’a, Liwen Qin, Maximilian Buddenbohm, y Gerasimos Bekas. Dominic Otiang’a escribe sobre su vida en Alemania: ¿qué llama su atención, qué le resulta ajeno, dónde se dan percepciones interesantes?