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La Feria del Libro de Fráncfort
Lee y trabaja

La hubo, pero de otra forma: a causa de la pandemia, la Feria del Libro de Fráncfort se celebró también en 2020, aunque en condiciones inusuales. Este año, en pequeños pasos, va retomando el camino de la normalidad.
La hubo, pero de otra forma: a causa de la pandemia, la Feria del Libro de Fráncfort se celebró también en 2020, aunque en condiciones inusuales. Este año, en pequeños pasos, va retomando el camino de la normalidad. | Foto (detalle): © picture alliance/dpa/Arne Dedert

A veces no notamos lo que falta hasta que ya no está ahí. En el arranque de la Feria del Libro de Fráncfort, Christoph Schröder recuerda con cierta melancolía los viejos buenos tiempos feriales, y, por más ilusión que le hace visitarla este año, tiene sus esperanzas puestas en la del año que viene.

De Christoph Schröder

Es una perogrullada, pero raramente ha demostrado ser más verdadera que a partir de declararse la pandemia de coronavirus en marzo de 2020: la Feria del Libro de Fráncfort vive de los encuentros personales. Así como la literatura es una conversación permanente que quiere ser proseguida, la lectura de un libro no es ningún final, sino el comienzo. Las y los participantes en la actividad literaria no tuvieron conciencia plena de ello hasta que, en el transcurso del año pasado, tuvieron a la vista qué es lo que había dejado de estar: sin encuentros casuales entre la muchedumbre de los pabellones feriales, sin ese “la verdad es que no tengo tiempo, pero podemos sentarnos un momento y hablar”. Lo que hubo en el año 2020, por el contrario, fue una feria digital del libro sin alegría con programa anexo de eventos en la ciudad. Fue, en cualquier caso, más de lo que podíamos esperar y desear, y salió bien, gracias, entre otros factores, al público, que agradeció rotundamente el que al menos algo se celebrara. Cuando el mundo y las ferias funcionaban normalmente: La Feria del Libro de Fráncfort ha sido sobre todo un lugar de encuentro en persona. Cuando el mundo y las ferias funcionaban normalmente: La Feria del Libro de Fráncfort ha sido sobre todo un lugar de encuentro en persona. | Foto (detalle): © picture alliance/Wolfgang Minich

Primeros pasos de vuelta a la normalidad

Hoy hemos dejado atrás un año y unas cuantas vacunaciones. ¿Qué vamos entonces a encontrarnos en la Feria del Libro de Fráncfort del año 2021? ¿Qué funcionará, qué no? Uno de los primeros puntos álgidos, a la vez que uno de los primeros obstáculos, es la entrega del Premio Alemán del Libro en las bóvedas del Römer el 18 de octubre. Punto álgido por la razón de que allí se personarán multitud de colegas y gente que trabaja en editoriales con quienes es un placer encontrarse. Punto álgido también porque, pese a todas las críticas acerca de las circunstancias del Premio, nunca falta la emoción de a quién irá a parar distinción tan preciada. En todo caso, este año el Premio Alemán del Libro volverá a entregarse en presencia de público –aunque sea un público reducido–. Un primer paso de vuelta a una cierta forma de normalidad acerca de la cual seguramente nadie tiene tampoco una idea demasiado precisa.
 
Lo mismo puede decirse del evento en el recinto ferial propiamente dicho. Han anunciado su presencia más de 1500 expositores, tal es la cifra oficial de la Feria. Pero ¿quién va a estar presente de verdad en los stands? A su alrededor, en los pasillos superensanchados, ¿cómo podrá originarse algo así como una atmósfera de trabajo o una comunicación? También el país invitado, Canadá, estará recuperando una presencia que correspondía al año 2020 y se aplazó. Desde siempre, el pabellón del país invitado en el recinto ferial es una pequeña isla de tranquilidad en el tráfago incansable de la Feria. Como las siempre recordadas estancias en penumbra que presentó el año 2011 el país invitado, Islandia: había islas de luz, islas para leer e islas para trabajar, aquellos biombos tan altos que generaban tanto amplitud como intimidad, y al fondo nunca cesaba de oírse el murmullo del mar. Si los canadienses logran crear un ambiente semejante, ya sería de por sí un éxito notable.

Sin poder explorar libremente, y sin fiestas

En cualquier caso, y esto sí puede decirse con seguridad, los puntos álgidos de la Feria del Libro de Fráncfort van a ser los eventos para el público. En el mismo recinto ferial, el antiguo y venerable salón de actos se convertirá en centro de irradiación para más de 60 horas de eventos en total. Y, en la ciudad, la Feria organizará también su denominada “Bookfest” con diversas actividades. Una serie de eventos que no hay que confundir con uno de los inventos más hermosos de la Feria de los últimos años: desde 2009, la Oficina de Cultura de la Ciudad de Fráncfort facilita espacios en el centro urbano para que las editoriales presenten allí a sus autores y autoras. Para este 2021 están también planeadas más de 100 lecturas públicas de los campos no ficción y literatura, con entrada libre casi sin excepciones. En años pasados, ello significaba sencillamente la posibilidad de deambular por las salas del Frankfurter Kunstverein y lugares cercanos para, del modo más espontáneo, hacer algún descubrimiento, escuchar conversaciones ajenas, recoger impresiones. En circunstancias de pandemia no se puede ya funcionar así; las entradas hay que reservarlas previamente, aunque siguen siendo gratuitas. Esto también forma parte de la Feria del Libro: sus visitantes son tan variopintos y diversos como la Feria. Esto también forma parte de la Feria del Libro: sus visitantes son tan variopintos y diversos como la Feria. | Foto (detalle): © picture alliance/SvenSimon/Anke Waelischmiller Qué no habrá todavía en ningún caso: fiestas. Y, por tanto, tampoco ningún pequeño escándalo, ni cotilleo, ni historias chismosas, ni secretos. En vez de eso: rastreo de contactos. El coronavirus ha objetivado la actividad literaria y, con ella, la Feria del Libro, reduciéndolas a su núcleo esencial: lee y trabaja. Y eso tiene que cambiar. Y quizá cambie ya el año que viene.

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