La herencia colonial
Una sociedad altamente jerarquizada y atravesada por la violencia

Marcada por el racismo, visible por ejemplo en las acciones policiales, la sociedad brasileña lucha hasta hoy para digerir las consecuencias del proceso de colonización, que durante siglos explotó a las poblaciones nativas y a los negros que llegaban como esclavos a nuestro país.

En las últimas décadas, Brasil viene adoptando políticas de seguridad que poco a poco van dando forma a un “Estado policial” basado en la fuerza. Esas políticas son consecuencia directa de una larga historia de violencia, que se remonta al triple trauma de la colonización: la violencia de la Inquisición, la violencia de la esclavitud y la violencia del exterminio de las poblaciones nativas. Traumas profundos que atraviesan a todos los estratos sociales y que imponen un desafío de superación y transformación.

Hay que tomar en cuenta que hoy en día tanto los partidos de izquierda como los de derecha han adoptado políticas de seguridad ineficientes y fatales para las poblaciones más vulnerables. La jerarquía del ordenamiento de poderes de este “Brasil policial” es vertical y no lineal. En este diagrama de fuerzas surge una compleja situación tridimensional: ¿cómo se pueden representar estos diferentes “roles sociales”? ¿De qué forma es posible “espacializar” estas fuerzas en un “nuevo orden” y colocarlas en relación unas con otras?

La concentración del poder en los medios

La concentración del poder en torno a unos pocos grupos financieros –en poder de los mayores medios de comunicación– genera cohesión en el discurso mediádico. En la construcción del discurso, los “grandes medios” crean al unísono el contexto de un supuesto consenso y una “legitimidad” de las operaciones policiales como si fueran operaciones de guerra. Dentro de esta lógica, el enemigo (el otro) puede y debe ser desprestigiado. Impera, entonces, un discurso dicotómico y jerarquizado, entre el bien (representado por fuerzas policiales espectaculares) y el mal (representado por el terror en la figura del traficante negro, joven y pobre).

La élite policial

La estimulación del conflicto, la corrupción policial y la dificultad de “combatir” en la geografía de las colinas y las barracas de las favelas han llevado a la policía de Río de Janeiro a desarrollar una tecnología de combate especializado de alto nivel. Así es como se ha creado una inmensa tecnología de control de la población de bajos recursos.

El traficante minorista como punto final del sistema de venta de drogas

Los traficantes de las favelas son la punta visible de un sistema que nadie sabe donde termina. Los que más ganan con el tráfico de drogas, es decir los que están detrás de todo el sistema, con certeza no viven en las favelas. Nuevamente, la consigna es que el criminal es aquel que personifica el crimen. Es así como los policías invaden las áreas donde los “comerciantes” hacen sus negocios y se justifica de este modo que la ocupación tenga lugar de en el área del crimen, y no donde se encuentra el malhechor. La pregunta es la siguiente: ¿Se eliminará el crimen de la esfera social en la medida que se elimine al delincuente de la esfera geográfica?

Los valores esclavistas y la lógica colonial de la policía

La policía militar brasileña surge como una tentativa republicana de monopolio de la violencia de Estado y fue constituida teniendo como base valores esclavizantes establecidos por una lógica jerárquica colonial. Esta lógica perpetúa la figura del capitán de campo que va a capturar a los esclavos negros. Los batallones se esparcen en las áreas pobres, en las periferias, pero no para proteger a la población, sino para controlarla. Mal pagados y mal preparados, los policías han sido abandonados también por la lógica de la guerra. Corrupción, violencia y arbitrariedad marcan la actuación de la policía militar, sobre todo en los grandes centros urbanos.

La carrera armamentista en el día a día

Los habitantes de las favelas son vistos como una población civil del ejército enemigo. El tráfico de armas, el lavado de dinero, el desarrollo del estado, la política habitacional, las políticas de empleo, todo queda detrás de las cortinas de humo de los tiroteos. Toda esa carrera armamentista solo es posible gracias al fácil acceso a las armas. ¿Quién las vende? ¿Qué jerarquías pasan por ese submundo del lucro y del crimen? ¿Es posible que haya crimen organizado sin la complicidad del Estado?

Discriminación por apariencia: joven, pobre y negro

La herencia esclavista en Brasil, la historia de nuestra policía y del racismo en el país hacen posible que el principal objetivo de la policía sea el sujeto “sospechoso de color estándar”: jóvenes, negros, pobres y habitantes de la periferia, jerárquicamente colocados en una posición inferior en la llamada “pirámide social”. El enfoque policial es extremadamente discriminatorio en ese sentido.

El exterminio de jóvenes

La lógica de la guerra en la actuación policial y la identificación del estereotipo del sospechoso y del traficante, marcada por el racismo y la jerarquía social, hace que la policía provoque un verdadero exterminio de jóvenes negros y pobres del país. La gran mayoría de personas asesinadas por la policía tiene ese perfil, de forma desproporcionada en relación con las características de las personas que cometen la mayoría de los crímenes. La “resistencia seguida de muerte” es el motivo de la muerte de la mayoría de las víctimas de la policía y esconde las verdaderas condiciones en las cuales ocurrieron los asesinatos.

El sistema penitenciario: la lógica de la penalización y del encarcelamiento en masa

La lógica de la penalización de los delincuentes genera leyes cada vez más duras como única respuesta posible al aumento del crimen. La gran mayoría de las personas en las prisiones no ha cometido un crimen violento. Sin embargo, cuanto mayor sea el número de criminales encarcelados, tanto mayor será la legitimación del Estado policial. Nuevamente, todas esas políticas inciden mucho más en las poblaciones pobres y negras que en el resto de la sociedad. Según fuentes recientemente publicadas por los medios brasileños, la población en las cárceles de Brasil es de aproximadamente setecientos mil individuos, la tercera mayor del mundo.

El futuro: la esperanza en las rupturas

¿Cómo podemos responder a esta construcción siniestra? ¿Cómo podemos reinventar el futuro? Primero que nada, hay que partir de la constatación de que no todo está perdido. Frente al delirio fascista, reaccionemos con rupturas de las cuales fluyan multitudes. Démosle una oportunidad a la multiplicidad. Inventemos un nuevo pasado basado en la resistencia histórica. Respondamos a la vida mediante la creación de nuevas perspectivas de convivencia humana, y que ésta sea una convivencia menos jerarquizante.

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